Audrey sonrió con dulzura a su hijo pequeño de ocho años, y cargando la caja de nueve kilos entre los brazos, trató de dar un paso sin tropezar con alguna caja de cartón.
Sintió cómo el empaque de se alzaba en el aire, dejándola a ella atrás. Sus pies se tropezaron el uno con el otro, y sin tiempo para retomar el equilibrio, se cayó de bruces contra el parquet de roble. Soltó un quejido, sobándose las rodillas.
Bellamy, su hijo, tiró el cómic al suelo para llevarse ambas manos a la cabeza y abrir los ojos de golpe.
—¡Pororo! —chilló el niño. La exclamación retumbó contra las paredes mientras Audrey seguía tirada en el suelo rezongando. El enorme Husky Siberiano entró en la habitación, alzando ambas orejas hacia el niño pequeño—. ¡Pororo, mamá se cayó!
El perro aulló, imitando los chillidos que el niño emitía.
Audrey se enderezó, aún sentada en el suelo, y miró como su hijo y su perro continuaban gritando y aullando, cada uno por su lado.
—¡Trae el botiquín, Pororo! —volvió a chillar Bellamy. El perro abandonó la habitación y corrió hasta el baño, sacando la caja blanca de la estantería como pudo—. ¡A mamá, dáselo a mami!
El perro corrió entre todas las cajas hasta llegar a Audrey, quien le dirigió una mirada asesina al perro. Sabía lo que iba a hacer.
El botiquín aterrizó con fuerza contra la cabeza de Audrey mientras Pororo se alejaba aullando, corriendo hacia el niño.
—¡PORORO! —chilló la rubia. Los ojos azules de Audrey fulminaron a Bellamy, quien se reía abrazado al perro. Ambos, niño y animal, miraron a la mujer tirada en el suelo, rodeada de vendas y gasas—. ¡BELLAMY CHASTAIN, NO TE RÍAS!
El niño abrió los ojos como platos.
—Corre —le susurró al perro. El animal se puso a cuatro patas y salió corriendo de la casa, con el niño pisándole los talones—. ¡Corre Pororo, corre!
Audrey detuvo su persecución cuando su teléfono móvil comenzó a a vibrar en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Descolgó la llamada sin si quiera mirar el nombre del contacto y buscó con la mirada a su hijo.
—Dígame.
—¿Es usted la señorita Audrey Chastain, la transferida de Francia?
Al otro lado de la línea hablaba una señora mayor, de voz rasposa y dulce como cualquier abuelita.
—Sí, soy yo —murmuró. Sujetó el móvil apretándolo entre el hombro y la mejilla mientras volvía a sobarse las rodillas.
—El señor Carrsey ha citado con usted a las nueve en punto de la mañana del día de hoy. Llamaba para asegurarme de que no se olvidaba, jovencita. Al señor Carrsey le molestan las faltas de puntualidad, y cuando alguien llega tarde, se enfada y nos grita a todos. Y debe usted saber que yo soy mayor y no me apetece estar aguantando a un cascarrabias gritando por la oficina.
—Oh, no tendré problema con ello. Llegaré puntual, no se preocupe —sonrió. Cuando se enderezó de nuevo, Bellamy se asomaba por la puerta de entrada, agarrado al collar del enorme perro. Audrey lo señaló acusadoramente y frunció los labios.
—La espero aquí, señorita. El resto de su grupo está emocionado por tener una nueva compañera, ¿sabe? Creo que es usted la única dama en el escuadrón S.
Audrey tragó en seco.
¿La única qué? Si no había escuchado mal, la anciana había dicho dama. La única mujer. ¡Oh dios santo! Eso implicaba soportar a todos los hombres sola. ¿Y qué iba a pasar si necesitaba reflexionar sobre sentimientos profundos y femeninos? ¡No podía hablar con un hombre hecho y derecho sobre cómo de incómodo era llevar tampón!
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TWINS
RandomAudrey Chastain se ha convertido en madre soltera tras la muerte de su esposo en una redada antiterrorista. Ocho años después, ella y Bellamy, su hijo, se mudan a la ciudad de Chicago, en Estados Unidos. Destinada a servir para el gobierno estadouni...