※ Chapitre un ※

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Siete de la mañana, y Bellamy ya estaba en pie.

—Mami... —murmuró, tirando de la pierna del pantalón de su pijama—. Mami arriba, ya son las siete...

Audrey se revolvió entre las sábanas, y abrió un ojo, clavándolo en su hijo. Lo agarró por debajo de los brazos, tirándolo a su lado en la cama, y empezó a darle besos por toda la cara, mordiéndole las mejillas.

El niño pequeño empezó a reírse, y la rubia sintió el peso añadido de Pororo en su espalda. Lo miró, y sonriendo, le gruñó.

—¿Y tu que vienes, a defender al enano este? —se burló, y sin dejar de mirarlo le mordió el brazo al niño, sin hacerle daño.

Bellamy se rió, tratando de sacar a su madre de encima, y miró al perro.

—¡Pororo sálvame! —se rió.

El enorme husky mordió la camiseta de Audrey, tirando de ella, y la rubia se rió, mordiéndole la mano al niño, dándole besos por los brazos.

El perro gruñó, y de un golpe se sentó sobre la espalda de la chica, haciéndola caer sobre el colchón y dejando escapar al niño, que agarró un cojín y comenzó a golpearla con él, bajo la mirada atenta del animal.

—Basta, basta, ¡basta! —se rió, agarrando al perro y sacándoselo de encima, besandole la cabeza y cargó en brazos al niño.

—¿Que vamos a desayunar, mamá?

Audrey lo sentó sobre la mesa de madera de la pequeña cocina, y sacó dos tazones.

—¿Cereales de chocolate o avena?

—Choco —dijo Bell, mirando como su madre vertía la leche y echaba los cereales. Le tendió el desayuno, y se sentó en una silla a su lado.

—Hoy llegaré a buscarte a tiempo, lo prometo —dijo llevándose una cucharada de cereales a la boca, y sonrió—. ¿Y si luego vamos a comer fuera y tomamos unos helados? ¿Quieres?

El niño asintió masticando sus cereales de chocolate, y se bebió toda la leche del tazón.

—Ve a vestirte anda —le sonrió su madre, mientras dejaba ambas tazas en el fregadero y se quitaba la camiseta, entrando en su cuarto.

Se puso una camisa blanca de botones, y unos pantalones de tela negra. Cogió una chaqueta larga, y de ató el pelo, para seguidamente ponerse un par de botines.

Caminó hasta la habitación de Bellamy, que estaba sentado en la cama tapándose con una manta por encima de los hombros, con la cabeza del perro en sus piernas.

—Mami, ¿puedes traer a Pororo cuando vengas a buscarme al cole? No quiero dejarlo solito aquí todo el día.

Audrey se agachó delante del armario y cogió unos pantalones oscuros.

—¿Puedo llevar la camiseta de la huella?

—Hoy no, mi vida, tienes que vestir decente si vamos a comer por ahí —dijo cogiendo una camisa de cuadros de manga corta. Dejó la ropa en la cama, al lado de niño, y caminó hasta su mochila—. ¿Hiciste los deberes ayer?

—Después de cenar —dijo orgulloso, vistiéndose—. ¿Que zapatos cojo?

—Los que quieras, pero los playeros de las luces no.

La rubia metió los libros que le tocaban ese día a su hijo en la mochila, leyendo el horario, y luego metió un paquete de galletas.

—Que no te vean, ¿vale? —sonrió, cerrando el bolsillo. Bellamy sonrió asintiendo, y Audrey le guiñó un ojo.

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