El sobre

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Eran las nueve en punto en la mañana en una habitación oscura. El espacio estaba abandonado. Las paredes estaban revestidas con azulejos blancos, sin embargo el moho y la suciedad impedían apreciar su anterior resplandor. No había ventanas, o si las había la suciedad las había tapado y hecho desaparecer de su lugar. Solo podían verse residuos de los marcos de los mismas. Solo podía apreciarse una puerta que parecía ser la salida de este lugar. Marcaba un punto de referencia en esta habitación y desencajaba con el lugar, parecía que recientemente había sido utilizada por alguien y no se adosaba al paisaje dado por el resto del ambiente.

En el centro se encontraba una camilla de acero. Allí se encontraba un joven. Estaba completamente dormido. Su cara inspiraba frescura, a pesar de la habitación. Por encima de él se encontraba una lámpara que en un pasado distante hubiera iluminado su cuerpo.  Un cuerpo que yacía allí como muerto a pesar de todos los indicios que parecían demostrar que aún seguía vivo, como si fuese solamente un hilo de vida lo que le quedaba.  A pesar de su juventud, vestía ropas para alguien mucho mayor que él y con un cuerpo mucho más grande. El cinturón que vestía no hubiera podido sostener el enorme pantalón que llevaba. También vestía un lujoso reloj en su mano derecha, que podía apreciarse gracias a que tenía ambas mangas de la camisa arremangadas. En esa misma mano, en el dorso se insertaba  una cánula de bajo calibre ya que casi no podían apreciarse sus venas. La misma se conectaba, a través de una guía, a un frasco al que le quedaban unas pocas gotas de solución.

Poco a poco estas gotas fueron terminándose por completo.  Pasaron unos quince minutos hasta que lo hicieron. Al introducirse la última gota en su torrente sanguíneo el joven se despertó exaltado. Fue tan grande el susto y el salto que casi se cae da la camilla. Este movimiento provocó que parte de su sangre regresara un poco a través de la vía. No sabía donde se encontraba. No recordaba nada de lo que había ocurrido antes de despertarse. Al ver donde estaba se le cruzó por la cabeza que había sido raptado. Quiso gritar pero se dio cuenta que si lo hacía, quien lo habría raptado vendría a asesinarlo. Pensó bien su situación y optó por sentarse en la camilla. Se ajustó el cinturón y decidió pararse.  Lo intentó varias veces pero un dolor punzante en su mano se lo impedía. Aún tenía esa vía conectada. Comenzó a tocarse el cuerpo para ver si tenía alguna cicatriz o herida de alguna cirugía reciente. Increíblemente estaba muy sano y no había rastros de nada. De esta forma descubrió que en los bolsillos su pantalón había vendajes y cinta. Se atemorizó al darse cuenta que no lo había sentido antes, sino que parecía que habían aparecido mágicamente. Su inquietud aumentó más al tener que decidir si retirarse solo esa vía o no. Opto por hacerlo y durante cinco minutos hizo presión sobre la vena porque recordó que así se cicatrizaría. Se pegó el vendaje y decidió continuar.

Recorrió unos pocos pasos sin problema, sus músculos no estaban debilitados sino que se había desmayado recientemente o eso le parecía. Recorrió la camilla hasta el lugar donde se encontraban sus pies. Allí vio una riñonera, de aquellas que se utilizan en las salas de operaciones. La misma contenía un sobre que decía "Olvida para sonreír". De a poco, al joven, se le fue acumulando un sentimiento de vacío. ¿Que querían decir estas palabras? ¿Que había en su interior? De esta manera el joven tuvo que volver a tomar una decisión. ¿Debía abrirlo o debía correr hacia la puerta?

De repente, se escuchó que alguien golpeó la puerta. Esa persona intentó abrirla pero no pudo. Estaba cerrada. De esta manera el joven se dio cuenta que estaba sólo y encerrado con una llave que lo acompañaba. Sin saber donde buscar en esa habitación vacía, se decidió finalmente a abrir el sobre con la esperanza de encontrar una llave. Mientras lo hacía se oyó un pequeño sonido, una voz que le preguntaba "Señor, ¿Está bien?". No confió mucho en lo que oyó, así que continuó con su tarea de descubrir que había en el interior del sobre. No había mucho, sólo una fotografía de un hombre muy parecido a él solamente que era quince años mayor, la tan esperada llave y una carta. Trató de encender la lámpara y comenzó a leerla.

Estimado yo del futuro,

Sé que por tu cabeza estarán pasando un montón de preguntas. Sé que tienes muchas inquietudes en este momento. Quieres saber quién eres porque me conozco muy bien y sé que te estarás preguntando tu nombre, tu edad y que hiciste en tu pasado. Eso ya no importa, sólo importa tu presente y futuro. Debes saber que no debes husmear ni siquiera intentar recordar tu pasado. Esa foto que estás sosteniendo en tu mano fue tomada hace unos días, así te veías antes del tratamiento que acabas de recibir. El tratamiento durará si no intentas recordar todo lo que yo estoy tratando de olvidar.

Tu verdadero nombre es Jerome Spritz y tienes actualmente 25 años. Naciste el diecisiete de Septiembre de 1991. En la foto que tienes en tu mano pareces de cuarenta y eso se debe a una enfermedad que estoy tratando de curar y borrar.

Desde ahora eres James Hollander, vivirás en una casa que he comprado recientemente bajo ese nombre. Detrás de la puerta esta nuestro mayordomo que quiere saber si el proceso resultó como debía. Estas encerrado porque nadie debe saber que ocurrió en el lugar. Una vez que cruces la puerta se activara la bomba que destruye el lugar. Tienes cuatro minutos para salir con el mayordomo. No olvides estas instrucciones: no busques nada de tu pasado; si ves en la televisión o internet tu verdadero nombre cierra los ojos, deja de escuchar y cambia lo que estas viendo; si hablan de ti en la radio cambia la emisora;  olvídate de todo tu pasado, sonríe, arma tus propios recuerdos; busca el amor y vive tu vida.

Si haces todo esto, tu enfermedad no volverá. Si recuerdas mínimamente sobre tu pasado puedes empeorar tu situación. Yo ahora debo desaparecer, el mundo me buscará pero es importante que no te encuentren. Te lo agradecería mucho James.

Hasta siempre,

Jerome Spritz

P/D: Si quieres puedes abandonar esta carta donde la encontraste para que se destruya con el resto del lugar. También tienes la opción de guardártela y llevarme contigo, pero solamente tú y el mayordomo pueden saber de su existencia. Buena vida

Así, James descubrió parte de lo que le había ocurrido. Tenía muchas preguntas. No sabía si hacerle caso al locutor de ese papel. Si sabía algo seguro, cuando abandone el lugar lo haría acompañado. Esa voz fue real. No sabía que hacer. Se tomo un momento para decidirlo. Prefirió guardarse la carta. Dejó la foto en la riñonera para olvidar el rostro que, según Jerome, le pertenecía. Fue caminando hacia la puerta decidido a guardarse por primera vez en su vida todas las dudas de su interior. Una vez en frente de tal aparatosa apertura colocó la llave en el ojo de la cerradura. Esperando encontrarse con un nuevo destino.

Olvida para sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora