James estaba a punto de abrir la puerta. Su corazón estaba palpitando de los nervios. No sabía que se encontraría del otro lado. Por un momento dudó si dar la última vuelta de la llave. Una gota de sudor cayó sobre su mejilla al momento de decidirlo. No sabía con quien se encontraría del otro lado. Otra vez la puerta sonó. Fueron golpes secos y repetidos. Era alguien ansioso por verlo. Se oía que quien estaba del otro lado gritaba desesperadamente su nombre. "¡Jerome! ¡Jerome!" se oía. ¿James estaba listo para conocer a quien estaba del otro lado? ¿Realmente era su mayordomo y un amigo? Era lo que él quería creer. Mientras más inseguro se sentía, menos ganas tenía de dar la última vuelta de la llave. Más preguntas se hacía. Decidió poner la mente en blanco. Cerró los ojos y giró la llave. Se escuchó algo más que el mecanismo de la cerradura, un pitido de cuatro notas resonó como el pequeño trinar de un sinsonte. De esta forma se dió cuenta que tenía cuatro minutos para abandonar el edificio. La carta tenía razón. Sonrío al sentirse seguro de que parte de lo que había leído era cierto. Prefirió confiar más en Jerome y hacerle algo de caso.
Una vez fuera, se encontró con un hombre regordete. Estaba vestido como un burgués del siglo diecinueve. Lo más destacado de su cara era una barba candado llena de cabellos plateados y una sonrisa de oreja a oreja al ver de nuevo a Jerome. En realidad, a James. Pequeños detalles para los que no había tiempo.
-Jerome, debemos apurarnos. Afuera hay un auto esperándonos.- Dijo el señor regordete - ¿Recuerda como conducir o quiere que lo haga yo?- Concluyó. Su voz sonaba tranquila, a pesar de los cuatro minutos restantes que les quedaban en la habitación.
-No sé a dónde vamos. Sera mejor que maneje usted. Pero salgamos ya de aquí, usted debe conocer la salida. Nos quedan 3 minutos en el lugar. Debemos correr- Dijo James desesperadamente. Un mar de emociones invadía su cuerpo. Principalmente euforia y desesperación.
Comenzaron a correr. No hicieron tiempo a nada. El señor regordete había dejado un abrigo en aquel pasillo por el poco tiempo que les quedaba. Estaban en el ala este del edificio. El señor regordete, comenzó a guiarlos dentro de ese laberinto. Aquel edificio contrastaba totalmente con la habitación en la que había despertado James. La limpieza y luminosidad del lugar cegaban los ojos. Por donde miraba solo podía ver un sinfín de blanco. Al salir del pasillo, giraron a la izquierda. Recorrieron bastantes metros hasta encontrarse con una puerta de dos hojas, estaba a su derecha. La abrieron para salir de esa región del hospital. Al cruzar la puerta, James giró a ver el cartel que pendía por arriba de la puerta. El cartel respondía a "Sala de operaciones. Centro de investigación Jerome Spritz". Ese hospital pertenecía a él. James se preguntó a sí mismo si había sido médico o incluso un científico que se aprovechaba de las personas inescrupulosamente. Se le cruzó por la cabeza que su anterior labor rompía con las reglas éticas y morales que coexisten en la sociedad. Luego volvieron a doblar a la derecha para encontrarse en un corto pasillo que terminaba en una puerta. Mientras llegaban se dedicó a ver a su acompañante. Este señor regordete desde un principio no parecía capaz de correr tanto, sin embargo, se mantenía inmutable. Comenzó a analizarlo más, era calvo y sus ojos eran de un hermoso color ámbar. James se sintió protegido y querido en ese momento. Abrazo la idea de que algo estaba ocurriendo en su interior y se perdió del mundo por unos momentos viendo aquellos ojos ámbar. Cautivado, el señor regordete le devolvió la mirada, y este último quedó atónito.
-Señor, concéntrese en lo que nos compete ahora- Dijo el señor regordete, sin querer arruinar el momento- Me encantaría volver a intentarlo, pero lo que ocurrió entre nosotros no funcionó. Sigo trabajando con usted porque lo aprecio mucho y no quiero que se vuelva a ilusionar y termine terriblemente devastado. En este momento soy quien sabe más de su pasado y no quiero que por culpa de él arruine su futuro. Vamos que falta poco.
Finalmente se acercaron a la puerta y la abrieron, debían subir por unas escaleras. Al final de las escaleras, en el descanso, había una puerta. La misma se abría con un sensor de huellas dactilares. El hombre regordete le tomo la mano a James y le colocó el pulgar en el sensor. La puerta comenzó a girar y avanzaron al hall de una enorme mansión. El mismo estaba repleto de bibliotecas, estantes y libros por doquier. Muchos de ellos estaban dedicados a la ciencia e historia. Sin embargo podían verse varios libros de literatura de todo tipo. Jerome había sido un ávido lector. Iba a perder tal colección por culpa de una bomba y un pasado por olvidar. Se dirigieron a la puerta, hecha de madera de nogal. Tenía estilo victoriano, ya que Jerome era fanático de ese período de la historia inglesa. De hecho, toda la habitación y el lugar tenían el mismo estilo. Parecía una obsesión. En el pomo de la puerta pendía otra carta. En la misma indicaba la dirección a la que debían ir. La tomaron y salieron a un hermoso Jardín. Estaba lleno de tulipanes, la flor favorita de Jerome. Frente a una estatua de una hydra había un Mercedes clase A. Subieron a el y las llaves ya se encontraban puestas. James miró otra vez aquel que supuestamente había sido su hogar. Por última vez. Una lágrima cayó de sus mejillas mientras veía el tipo de pasado que pudo tener. El señor regordete dió un largo suspiro. Por encima de la mansión podía apreciarse una nube negra que solo cubría al edificio. Mientras mas avanzaba, mas se condensaba como si fuese una cumulus nimbus a punto de llover.
Al cruzar el enrejado de entrada se oyó una explosión. Al mirar detrás la nube de lluvia se había expandido a toda la bóveda visible. El fuego consumió al edificio que iba cayendo como si hubiera implosionado. Todo rastro que podría haber descubierto de su pasado desapareció. Su mirada lo demostraba.
-Al final no nos dijimos nuestros nombres- Dijo James- Ahora según una carta de Jerome soy James. Según él no debemos mencionar ese nombre nunca más. ¿Eres mi mayordomo? ¿Cómo te llamas? ¿Como quieres que te diga?
-Ay, si. Perdoname, no me presente por la velocidad de la situación. Soy Gabriel. Dime como a vos te guste más- Dijo Gabriel con una sonrisa.
-Entonces serás Gabe. No me llames más señor, por favor. No quiero sentir que trabajas para mí. Solamente dí mi nombre, quiero que seas mi amigo. Ya sé que no debo saber nada de mi pasado pero, ¿Quieres contarme algo de lo que sucedió?
-No puedo decirte mucho.- Dijo Gabe y dobló en una esquina a la derecha- Por lo que sé, antes de que te pongas el suero, podía verte a través de las ventanas. Mientras más tratamiento recibías, más de esa sustancia extraña emanaba de tu cuerpo. Era como si la mismísima miseria humana salía desde lo más profundo de tu ser. Llegó un momento en el que me desesperé ya que al principio gritabas del dolor y luego deje de oír tu voz. Como no podía verte comencé a golpear la puerta sin respuesta. Me obligaste a abandonar el lugar cueste lo que cueste si luego de dos horas de dejar de oírte no recibía respuesta alguna. Esperé mucho más, tenía la esperanza de no perderte. También me ordenaste a que si me llegabas a preguntar algo así que te dijera que decidiste hacer sobre tí mismo lo que hacías sobre el resto de las personas. Te dedicabas a que la gente olvide, ahora es tu momento de hacer lo mismo. No debes saber nada más sobre eso.
James quedó impactado. Quería oír más, pero la voz de Gabe se había detenido. James notó que Gabe estaba lleno de melancolía. Lo tomó de mano para que Gabe sienta la misma protección que él sintió al abandonar el edificio de su pasado. El resto del viaje se mantuvieron enmudecidos. No cruzaron ninguna palabra. En un momento comenzó una noticia en la radio. "Incendio en la casa de Jerome Spritz" se escuchaba el titular. Ambos decidieron seguir las reglas y cambiar la emisora. En la próxima estación se oía "She's leaving home". Al sonar "She's leaving home after living alone for so many years", vieron que habían llegado a su destino. Una acogedora casa al final de una calle. Ambos se abrazaron y decidieron entrar.
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Olvida para sonreír
General FictionUn hombre despierta en una habitación abandonada de un hospital. No tiene rastros de su pasado. A su lado hay un sobre con el título "Olvida para sonreír". En su interior hay instrucciones sobre que hacer desde ese momento, se le devuelve sólo su n...