Capítulo 2

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Evan Lindstrom tiene ahora 16 años también. Su pasado tampoco era el mejor.

Hace 17 años, la señorita Anne Lindstrom quedó embarazada, con solo 16 años. Andaba en malos pasos, con un joven solo un par de años mayor que ella, una mala influencia. Sus padres eran muy estrictos, por lo que se escapaba con él en las noches. En cuanto los padres se dieron cuenta, le dijeron que se fuera de la casa. La última frase que dijo su madre antes de echarla, era cortante como una espada. -"Si te crees lo suficientemente mayor para andar con hombres a mis espaldas, eres ya lo suficientemente grande para hacer una vida sola".- Desde entonces, ella no volvió a saber de su familia. Iba a probar que ella era fuerte, que ella podía.

Esa misma noche fue a decirle a su novio. -"Jonathan... Estoy embarazada".- Jonathan Walters la vio con una cara de sorpresa. -"No lo tendrás, ¿cierto?".- Le dijo Jonathan muy seriamente. -"¿De qué hablas? ¡Claro que lo tendremos!"- respondió Anne. -"Estás loca. Abórtalo". -Le dijo su novio. -"¡Jamás lo haré! Es mi hijo".- Le dijo Anne mientras le daba una cachetada. No iba a convertirse en una asesina. -"Hasta nunca, cobarde".- Anne se alejó. No tenía nada más que a su hijo en su ser. Ese niño iba a nacer, lo quisiera su padre o no.

Un tiempo después Anne encontró un trabajo en un humilde restaurante. Ella le pedía a los dueños si podía dormir ahí y buscaba la comida que botaban para comer. La dejaron quedarse y eventualmente le ofrecieron un trabajo, con lo que luego de unos meses logró pagar un pequeño apartamento en el que viviría. Dos meses después de que tuviera el apartamento, sin dejar de trabajar, llegó el día en el que debía dar a luz. Nació un niño hermoso, al que llamó Evan y le dio su apellido.

Vivían relativamente bien, pero el dinero no les alcanzaba. Habían noches en las que pasaban hambre. El trabajo de su madre no era suficiente para comprar comida, aunque nunca faltaban a un pago del alquiler.
De vez en cuando, Evan le preguntaba a la señora Lindstrom sobre su padre.
-"¿Pero por qué no está aquí? ¿No sabe que yo existo?"- decía Evan, con curiosidad.
-"No exactamente... Él se fue cuando estabas en mi pancita. Es un cobarde cariño. Pero no lo odies.. Yo tampoco soy tan buena".- Tras los ojos del niño cruzó una mirada de dolor. Su padre ni siquiera se había molestado por buscarlo, no le interesaba, no lo quería. -"Mami, ¿él no quería que yo naciera?"- Preguntó, a punto de llorar. -"Sí, no quería. No te voy a mentir. Pero yo sí, jamás dejaría que te hicieran daño. El día en que me dijo que no te tuviera me fui, no lo he vuelto a ver desde entonces".- Le respondió su madre. -"Soy un accidente".- Dijo Evan, creyéndolo realmente. -"Te he dicho que no, estás aquí por un propósito, y te amo".- Dijo Anne.

-"Te traje algo hijo".- La señorita Lindstrom sonrió.

-"¿Qué es mami?"- Dijo con uno tono de emoción. -"Quiero verlo".

-"Es un llavero".- Le respondió, sacando la pequeña piecita de metal de su bolsillo. -"Me gustaría que lo tuvieras para siempre".- Evan tomó el llavero de la mano de su madre y le dio las gracias y se abrazaron. El llavero tenía letras escritas. -"Mami, ¿qué dice esto?". Su madre lo miró a los ojos y le leyó lo que decía el llavero. -"Dice: "El amor de una madre para su hijo es eterno". Lo escogí porque me pareció muy cierto. Cuídalo muy bien".- Los ojos de Evan se llenaron de lágirmas. -"Yo también te amo Mamá".- Fue un momento muy emotivo para ambos. Desde Entonces, Evan guarda el llavero en un lugar muy seguro.

~

Cuando Evan tenía solo 8 años, sufrió el mayor trauma de su vida. De vez en cuando tenía retrocesos, lo volvía a vivir. El dolor era fuerte, jamás lograría olvidar ese día.

Una semana antes de la fatalidad, descubrió que su madre estaba en el negocio de las drogas. Probablemente estuvo deprimida... ¿Cuánto tiempo llevaba haciendo esto? ¿Y cómo él no se había dado cuenta nunca? Quizás la inocencia... Su madre a veces se veía mal pero ella solo le decía que estaba enferma.

Ella pensaba que Evan estaba dormido, el día en que llegó el hombre. Él no sabía quién era. Su madre era soltera, así que le cruzó por la mente que podría ser su padre... Hasta que oyó el golpe a la puerta y el grito ensordecedor.

Su madre abrió la pequeña puerta blanca a la noche oscura y fría, revelando a un hombre en trajes negros y un arma escondida tras su espalda, que Anne no podía ver, pero Evan sí, desde la ventana de su cuarto.
-"¿Dónde está el dinero?" Dijo aquella persona misteriosa.
- "Yo... No lo tengo". Respondió su madre. El miedo la consumía, algo realmente andaba mal.
¿Qué dinero? ¿De qué hablaba este extraño? No podía ser... ¿Estaba ella en algo malo?
- "Tienes una semana. La 'mercancía' no se paga sola. Necesitabas la droga y te la dí de fiado. No me evadirás para siempre".- La figura se veía amenazadora al pronunciar estas palabras. Droga... ¿En qué estaría pensando? ¿No era él lo suficientemente importante como para que ella se cuidara para cuidarlo?
- "¿Una semana? ¿De dónde voy a sacar 400 dólares en una semana?"- Preguntó su madre.
- "Ese no es mi problema".- La puerta se cerró con un estruendo, causando que Evan se asustara.
Las lágrimas corrían por su pequeño rostro mientras temía lo que podría pasar. Su madre utilizó drogas, no tenía dinero, debía pagar 400 dólares y él no podía hacer nada al respecto. Su estómago dio vuelta al pensamiento. Su madre estaba en un negocio sucio... Tanto que él la admiraba. Tenía que hacerse el dormido, no quería que su madre supiera que escuchó todo.
El día se acercaba y sus nervios aumentaban. ¿Tendría ya los 400 dólares? No era muy probable. Su madre era una mesera en un restaurante y su sueldo apenas alcanzaba para mantener a los dos. Tal vez podría vender su llavero. Pero entonces recordó que para los demás ese llavero no valía lo mismo que lo que valía para él. Solo tenía valor sentimental.

~

En toda esa semana, su madre evitaba cualquier tipo de pregunta, aunque realmente Evan no quería que le confirmaran lo que ya sabía. A media noche lloraba en su habitación, y Evan la escuchaba. Le rompía el corazón... Pero pensó que sería mejor para ella si no tenía que preocuparse por que él se sintiera asustado. Entonces se tragó los pensamientos, y trató de ignorarlos para que fuera menos doloroso.

La noche en la que se cumplía una semana, su madre entró a la habitación de Evan y le dijo que lo amaba. Le besó la frente y estaba a punto de irse cuando su hijo le habló.-"Mami, ¿qué va a pasar?"
-"No lo sé. Pero pase lo que pase, quiero que sepas que te amo". Sus palabras sonaban firmes y sinceras. Evan no era lo suficientemente discreto, al parecer, esto porque no se veía sorprendida al darse cuenta de que su hijo sabía lo que ocurría.
La señora Lindstrom besó la frente de su hijo por segunda vez. Cuando estaba a punto de salir del cuarto, sonaban golpes en la puerta.
-"¡No te esconderás para siempre, descarada!" Gritó uno de los hombres.

-"Evan, te amo. Sigue adelante, estarás bien. Por favor nunca sigas mis pasos". Le dijo su madre antes de ir a enfrentar su destino.
-"¡Madre! ¡No!" Gritaba Evan, sollozando. "No me dejes..." "No..." Miró por la ventana y escuchó lo que sucedía.

-"¿No tienes el dinero?" Preguntó el mismo hombre que llegó a la puerta una semana antes. Tomándola del cabello y sosteniéndole el arma a la cabeza.
-"No, no pude... Tengo un hijo muy pequeño, por favor". Le bajaban las lágrimas y no podía hacer más que pensar en su hijo. Evan temblaba, de frío y de miedo.
-"A nadie le importa, cobarde". Le respondió otro de los hombres. Mi mamá no es cobarde. Pensó Evan. Mi mamá es la mujer más valiente que conozco.
-"Por favor. Por favor. No me quiten la vida".
-"Sin dinero no hay vida. Despídete, inútil". Dijo un hombre, sacando un arma.
Evan estaba asustado, muy asustado. Hiperventilaba y lloraba. Lloraba sin más. Y entonces sonó. Un balazo, sin lugar a dudas. El hombre le tiró el arma al lado, mientras ella caía al suelo. Se alejaron los hombres malignos, dejando el cuerpo ahí, sin vida. Y fue así como se destruyó todo, justo frente a sus ojos.

Evan corrió afuera, congelándose. Se sentó a la par del cuerpo inmóvil de su madre, llorando. Nadie lo escucharía, la casa estaba en un barrio alejado. De todas maneras gritó. -"Alguien, por favor, ayúdeme".- Su voz temblorosa. -"Madre, vuelve, vuelve".- Nadie iba a ver qué pasaba, nadie le ayudaba, su mamá no volvía. Estaba completamente solo, tendría que ir a un orfanato. Debía enfrentarlo, ahora era un huérfano.

¡Hola de nuevo! Me alegra compartirles el segundo capítulo. Espero que lo disfruten, el capítulo 3 estará disponible el jueves 24 de noviembre.

-Day 💕

La Tormenta En Nuestros OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora