-¡Erika! -oigo en un grito ahogado. -¡Erika, para!
Pero no iba a parar. Ni yo misma sabía hacia donde iba, aunque seguía mi rumbo sin final. Las ramitas y hojas del frondoso bosque que recorría me hacían pequeños cortes en la cara. Las botas me apretaban los pies y alguna que otra vez tropezaba con el largo vestido que llevaba. El corsé me dificultaba la respiración, pero no me importaba, ya tendría tiempo para descansar luego.
Corría y corría. Por alguna razón indescifrable para mí, me alegraba de haber perdido de vista a los desconocidos que me llamaban.
Necesitaba encontrar algo. A alguien. Cualquier cosa. Y era en ese bosque.
¿Por qué todo era desconocido para mí en aquel lugar?
Calculé media hora corriendo cuando al fin divisé una luz. Brillaba lejanamente, pero aún así me resultaba inquietante. Ansiaba verlo y me acerqué.
-¡Basta! -chilló desgarradamente una voz masculina dónde se encontraba la luz. Era fuego. - ¡Matadnos de una vez! ¡Jamás os diremos una palabra!
Más gritos. Me acerqué lentamente. Dos personas montadas a caballo y otras dos que estaban envueltas en fuego, que, sin embargo, aún seguían vivas, solo sufrían. Estaba desesperada sin saber siquiera la razón de todo eso. Era ilógico.
Uno de los que iban a caballo formó una sonrisa malévola.
-Trato hecho -dijo. El fuego y las dos personas encerradas en él, desaparecieron y se convirtieron en cenizas.
Un sentimiento desesperado se cernió en mí. Grité. Grité con todas mis fuerzas y lloré. Fueran quiénes fuesen esas personas, significaban algo para mí pero no sabía ni sus nombres.
Indescifrable.
Caí de rodillas y quien tenía una sonrisa malévola ya no la tenía. Estaba sorprendido de verme allí. No me haría daño, estaba segura.
-Erika... -susurró. -Yo no...
-¡Basta de lamentaciones! -le interrumpió su compañera.- ¿No ves quién es? ¡Era su hija!
Le devolví una mirada envenenada. ¿Qué estaba pasando? Resultaba que yo era hija de esas dos personas. Por eso estaba tan desesperada. Había perdido a mis padres. Su compañero la ignoró.
-Erika, estaba obligado a hacer esto, te lo juro -se lamentó. Yo no contesté.
-¡Erika! -era la misma voz que gritaba mi nombre al adentrarme al bosque. El chico que no paraba de lamentarse comenzó a pasar la mirada nervioso a su compañera y a mí.
-Acaba con ella. -le obligó. Sus ojos ámbar brillaban con malicia a la luz de la luna. Él vaciló. ¿Dudaba? ¿Me mataría? No era posible. No lo quería creer.
-¡Erika! -volvió a rugir la voz desconocida.
-¿A qué esperas? -interrogó ella. -¡Ya no vale nada! ¡Mátala!
Y justo en el momento en el apareció el dueño de la voz desconocida, yo ya estaba envuelta en llamas y desgarrándome la garganta. Como si eso me fuese a salvar de la tortura con final mortífero.
-¡Despierta!
Abrí los ojos. Otra pesadilla, de nuevo. La cara cansada de mi compañera de habitación, Lilith, estaba plantada frente a mis ojos.
-¿Vas a estar así todas las noches? -preguntó. -Así no hay quien duerma.
Me senté en la cama y me toqué el cuello. Estaba sudando. Producto del terror que me producían las malditas pesadillas.
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Luz De Luna
RomanceErika desde que tiene uso de razón apenas puede dormir o tomar una pequeña siesta. Siempre tiene pesadillas sobre gente que desconoce y muere por ella, o incluso en los que ella muere. Por culpa de estos terroríficos sueños, ha tenido que ir a psico...