1. McAllen

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Anne y Becky, incluyendo a mi madre y a la señora de la panadería, me habían recomendado escribir un diario de viaje y éste es mi comienzo.

Estoy emocionada, ansiosa, incluso más vigorosa de lo normal. Tengo ganas de colocarme unas zapatillas deportivas y salir a andar en bicicleta. La gente me vé feliz y se sonríen o me hacen gestos con las manos.

Mi amiga, Laura, me había invitado a cenar a su ,apartamento. Ubicado lejos del centro de la ciudad, con un supermercado al frente y unas calles angostas a los lados encontráramos la vivienda de mi amiga que, a pesar del mal gusto de sus padres, daba in aire acogedor. La casa siempre olía a comida. Un papel tapiz ocre con diseño de flores acompañado de una serie de cuadros y espejos vestían las paredes. A mano izquierda estaba la cocina, con muebles simples y unos electrodomésticos antiguos. Al frente de la cocina habia una habitación estrecha con una mesa de comedor larga y angosta, de ocho personas; en las paredes había colgando un montón de cachivaches como sartenes de hace mil generaciones, vajilla de porcelana, cucharas de palo, patentes de lugares, relojes, etc. La mesa estaba cubierta con un mantel amarillo, sobre ella había platos con una sopa de buen olor, unos servicios de metal muy sencillos y un florero con una rosa amarilla -a la señora McAllen le gustaba mucho el color amarillo- de hace unos cinco días.

Sus padres, especialmente su madre, la señora McAllen, habían notado mi felicidad.

-Aliyah, ¿por qué estás tan feliz?
-Ésta no me a querido decir, la he invitado sólo por eso -respondió Laura. El señor McAllen no quitaba a vista de su plato.
-Pues, mis ahorros al fín han dado frutos...
-Te compraste un auto -interrumpió la señora McAllen-, un moto, un perro...
-Nada de eso, compré unos boletos para ir a Florencia el próximo mes -respondí con la cara llena de alegría.
-¿De viaje? -preguntó serio el señor McAllen, que al parecer sí escuchaba la conversación.
-Bueno, la idea sería quedarme allá.

Al parecer el comentario no les agradó mucho, ni a mi amiga, ni a su madre, ni a su padre. Laura depositó los cubiertos en el plato y se quedó helada; la señora McAllen se limpió la boca con una servilleta y siguió bebiendo caldo mientras que su esposo no se inmutaba pero de cierto modo estaba implicado en el amigo de la tensión. Luego de unos minutos de incómodo silencio, la señora McAllen y mi amiga Laura exclamaron sorpresivamente:

-¡Era broma! -gritó de sorpresa Laura.
-Espero que te valla muy bien en Italia, Aliyah -dijo la señora McAllen retirándome el plato de sopa y dándome un pequeño abrazo.
-¿Y tienes familia allá? -preguntó serio el padre de mi amiga, sin retirar la vista de su segundo plato de sopa.
-Bueno, me voy a quedar en una pensión para estudiantes -dije con una pequeña sonrisa-. Voy a estudiar el idioma y voy a trabajar.

La presencia del señor McAllen inculcaba tensión a la escena, incluso a veces me incomodaba, era por su seño fruncido y por su voz áspera y su carácter serio y cortante. En cambio, la señora McAllen, a la que apodaban Ruby, era una simpaticona y dulce mujer pasada en kilos con las mejillas rojizas y su cabello corto y teñido rubio, siempre llevaba un cintillo o una pañoleta en su cabeza con detalle de flores; ella tenia su propia florería, en donde le iba realmente bien. El carácter de Laura era como el de su madre, pero más fiestera; ella trabajaba atendiendo de camarera en el café Buonanotte en el barrio italiano de Brooklyn, donde yo también trabajaba.

Luego, al terminar la comida y la sobremesa, Laura me llevó hasta la puerta del apartamento para despedirnos. Llamé a un taxi y me fuí a mi apartamento.

Vivía con una joven canadiense a la que llamaban "la chica pecas" o simplemente pecas. Sí, tenía pecas, el pelo rubio casi blanco y unos grandes ojos verdes. Estaba estudiando teatro. También teníamos un perro negro que era una mezcla entre un West Highland White Terrier y el monstruo de Tasmania. Por supuesto, mi compañera de casa, Anne Reer, ya sabía lo del viaje y estaba muy alegre por mí. Ella se estaba encargando de buscar una nueva compañera de casa mientras yo estaba en Italia.

Cuando llegué a mi apartamento, estaba Anne hablando con una chica nuestra edad. Me acerqué.

-Hola Aliyah, ella es Becky y esta interesada en el apartamento.
-Hola -me saludó amable la chica crespa y pelirroja que también tenía pecas, podría decir que se parecía a la princesa Mérida de Disney.

Charlamos y bebimos café un largo rato. Llegamos al acuerdo de que era una chica adecuada como para que se alojara en el departamento y quitamos el cartel de la puerta y el aviso de Facebook.

El departamento era mío, pero lo compartía con Anne para ganar el dinero que necesitaba para el viaje a Italia. Ahora ganaría el doble gracias a Becky, pero de todos modos gastaría el dinero en el extranjero.

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2016 ⏰

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