Definitivamente romperme el hueso radio del brazo izquierdo no había sido una buena idea. No me malinterpreteis, no fue planeado. Solo es que estaba aburrida en mi habitación y al ir a buscar algo que hacer aparecieron mis viejos patines. En un acto de aburrimiento absoluto, decidí dar un pequeño rodeo por la casa con ellos.
Cuando estaba en el comedor, con los patines puestos, me dirigí hacia el patio, sin contar con que había un pequeño desnivel entre la casa y el patio. Lo pasé a gran velocidad lo que hizo que perdería el equilibrio por lo que me caí hacia atrás e intentando no tener una caída tan dolorosa puse mi mano izquierda hacia atrás para frenar el impacto, pero claro la inercia hizo palanca en mi muñeca y se escuchó un pequeño crujido, como cuando partes una rama, el cual me hizo gritar de dolor.Por eso ahora mismo me encontraba en el hospital, con el brazo enyesado, con dos agujas atravesandome las dos partes del hueso y mi madre riñendome por haberme partido el brazo un dia antes de que acabarán las vacaciones navideñas, añadiendo que había sido aposta para faltar al instituto unos días. Lo cual era, obviamente, falso. Porque, ¿quién prefiere partirse el brazo que ir al instituto? Aunque si lo pensaba bien, sonaba típico de una mente tan brillante como la mía, ideando excusas para faltar al instituto. Sí, odiaba con todas mis fuerzas el instituto, mejor dicho, mi instituto. No lo odiaba por tener que decirles a los profesores Don o Doña, ni por estar allí de lunes a jueves hasta las ocho de la tarde y los viernes hasta las dos, a no ser que te castiguen pero eso es problema tuyo. No lo odiaba porque perdí mis "amigos" al entrar porque según ellos al estar en un colegio privado ahora era una mimada, lo cual era, obviamente, falso también. Tampoco lo odiaba por tener uniforme, ni siquiera lo odiaba por su asquerosa comida de comedor. No, mi odio se retornaba a algo más profundo, a las personas o mas bien a una. Samuel. Él. Me había fastidiado absoluta y totalmente esta grata experiencia llamada adolescencia. La había arruinado con sus palabras bonitas al conocernos, con sus bonitos ojos grises, con su bondad, con su corazón que decía querer al mío. Sí, una historia de amor adolescente, no es justo que este enfadada con él porque nuestra relación no saliera adelante. Pero tampoco es justo que él me siguiera hablando, que me siguiera dando esperanzas para al final decirle a mi mejor amigo que sólo me veía con una amiga. No era justo para mí. Pero lo hizo.
Aún así, tenía que ir no importaba mi muñeca rota así que no había salida. Era obligatorio.
El primer día después de vacaciones es el único bueno del Instituto( no lo digo yo, sino todos los alumnos) es el único en el que ni los profesores quieren dar clase. Ya que hacen preguntas estilo: "¿Que tal fueron vuestras vacaciones?","¿Que os han regalado?" o "¿Habeis ido a algún sitio de viaje?" Y además te hacen responderlas uno a uno, por lo que acabas sabiendote mejor como han ido las Navidades de tu compañero de al lado que las tuyas propias.
Pero ese año fue distinto. Porque a pesar de que en mi instituto se inscriben nuevos alumnos cada año (algo a lo que ya estoy acostumbrada) ese nuevo chico alto y delgado pero musculoso,no era el prototipo de chico de mi instituto. Ni de lejos. Pese a llevar el uniforme parecía ser un chico con posibilidades de poder ser amigo mio. Hasta que el profesor le dijo que se podía presentar a la clase desde la silla. La verdad es que en mi colegio a distinción de la mayoría de colegios españoles te hacían presentarte, pero no tenías porque levantarte. Nadie tenía que hacerlo. Pero este chico, se levantó y me miró. Sí, me miró. Me miró expectante como si espera que yo reaccionara a si presencia. Algo que no hice, y al darse cuenta habló.
-Me llamo Hugo Martínez,- seguía mirándome, pero esta vez sí hubo reacción por mi parte, por lo que sonrió y siguio- tengo dieciocho años y vivo en el centro de Sevilla. ¿Me reconoces ya, Alejandra?
Claro que lo reconocía, ¿como no iba a reconocer ni su propio nombre? Pero Dios, ¡Había cambiado muchísimo! Ni sus ojos parecían del mismo color. Esos ojos verdes de su niñez se habían convertido en marrón apagado. Ni hablar de su sonrisa socarrona, ni ese hoyuelo que le solía solo en el lado izquierdo de la cara, ni su pelo alborotado y castaño, ni su piel bronceada. Había crecido tanto. Ahora era tan alto a mi lado.
Toda la clase mi miraba esperando una respuesta, él me miraba sabiendo que me había sorprendido su increíble cambio y yo solo podía tragar saliva, abrir la boca para intentar hablar, cerrarla y volver a tragar saliva. Pero sabía que tenía que decir algo, mi orgullo no permitiría que me quedara embobada con nuevo y mejorado Hugo.
-Claro que te reconozco, idiota- respondí obvia poniendo una mueca.
-Tan encantadora como siempre- añadió sonriente, pero era una sonrisa maliciosa.
Iban a ser unos seis meses largos con él en mi clase.
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Aleja
Teen FictionPorque después de 7 años de adolescencia, ¿quien podría pensar que él fuera él? Todo él había; Cambiado esos dientes torcidos y feos que complementaban su sonrisa a los 10 años de edad habían desaparecido dejando espacio a esa precio sonrisa; sus o...