Capítulo III: Algo inesperado

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-Pss. -Alguien susurró cerca mío.

Miré a mi alrededor y vi a Liv mirándome. Había sido ella.

-¿Qué pasa? -Pregunté devolviéndole el susurro.

-Quedamos después de clase en las gradas.

-Vale. -Asentí mientras volvía mi lápiz a la hoja de dibujo.

Y no, no me gustaba dibujar. Estábamos en clase de dibujo. Maldita obligación. Odio esta asignatura.

El objetivo de este trabajo era dibujar un caballo de una foto, pero eso es casi imposible para mí.

-¿Cuándo va a dibujar bien, Alan? -Preguntó una voz grave proveniente de una figura parada en frente de mi pupitre.

Alcé la vista para encontrarme con el profesor con el ceño fruncido. Sonreí como un ángel, y él simplemente rodó los ojos apartándose de mi pupitre.

Liv que estaba a mi lado, alzó la cabeza para ver mi hoja, y sonrió en cuanto la vio.

-¿Eso es un caballo o un gato moribundo? -Preguntó Liv entre risas. Sonreí al ver su risa. No me importaba que me insultara sobre que dibujaba fatal, yo ya lo sabía, y daba todo por verla reír.

-Creo que nunca aprobaré esta asignatura. -Dejé escapar las palabras en un suspiro mientras Liv volvía a su dibujo. -Oye, a ver tu dibujo. -Pedí y ella me miró horrorizada.

-No, no dibujo bien. -Se excusó rápidamente y yo reí sarcástico.

-Estás mintiendo.

Ella se estremeció nerviosa pero al final alzó su dibujo dejándome verlo.

En la hoja se podía apreciar claramente que eso no era un caballo. Sí, Liv dibujaba bien, pero lo que había dibujado ella no era un caballo, era fuego.

Las llamas eran como una mezcla de naranja, rojo y amarillo. Parecían de verdad.

-Has dibujado fuego. -Afirmé confundido mientras observaba el dibujo. El objetivo era dibujar un caballo y eso no era un caballo.

-Oh... No me di cuenta. -Dijo girando el dibujo hacia ella.

Me sonrió tímida y volvió a lo suyo. ¿Qué diablos...? ¿Como que no se dio cuenta? Uno se da cuenta de esos errores en seguida. Liv es algo... Rara.

En cuánto tocó el timbre, Liv salió disparada hacia las gradas dónde nosotros habíamos quedado. Podría haberme esperado, ya que íbamos juntos al mismo sitio.

Recogí mis cosas y salí del aula caminando hacia las gradas del campo de fútbol.

Me senté en una de las gradas a esperar. Liv no había llegado. ¿Cómo era posible si ella había salido antes que yo de clase?

Decidí observar a los del equipo de fútbol. Jackson era el capitán del equipo, yo simplemente no estaba en él porque me parecía aburrido y mi madre se negaba a ir a cada uno de mis partidos el fin de semana.

De pronto, vi un balón volar desde la punta del campo hasta la otra.

Fijé mis ojos en el responsable de ese gesto, y me encontré con unos ojos marrones dulces.

-¿Liv? -Susurré para mí mismo en cuanto divisé a Liv en el campo.

Me sonrió y se concentró otra vez en en balón que había salido volando desde su posición. ¿Qué diablos...? ¿Cómo podía una chica tener más fuerza que el capitán del equipo?

-¡Eh, Liv! ¿Qué ha sido eso? -Gritó Jackson corriendo hacia ella.

Hablaban tan alto que se les podía oír desde la segunda fila de las gradas, que era dónde yo estaba.

-Quiero entrar en el equipo.

-¿Qué? No están permitidas las chicas en el equipo. -Rió el capitán cruzándose de brazos con aires de prepotencia. Odiaba a Jackson.

-¿Pensáis que somos unas flojas?

-No... Pero os pega mejor hacer de animadoras. Podrías ser una de esas. -Dijo Jackson señalando un grupo de porristas a mi lado.

Liv las miró y giró la cabeza de vuelta a Jackson, bastante enfadada.

-¿Una de esas? ¿Así es como llamas a cada una de las chicas de este instituto?

Jackson suspiró rodando los ojos, como si le pareciera una pérdida de tiempo esa charla.

-Lo siento, Liv, pero no vas a entrar en el equipo.

Vi a Liv apretar los puños y fruncir el ceño mientras Jackson se giraba y se reunía con el resto del equipo.

Luego fijó la vista en mí seriamente durante unos segundos, como si se hubiera quedado embobada mirándome. Al poco tiempo me puse rojo como un tomate de ser intimidado tanto tiempo pero no dejé de mirarla. Liv fue la primera en apartar la mirada para caminar hacia mí.

Llegó a mí y se sentó a mi lado, cansada.

-¿Por qué querías entrar en el equipo?

-Por que me gusta el fútbol. -Dijo como si fuera obvio y suspiró. -Mi hermano y yo solíamos jugar de pequeños. Era la única cosa que nos gustaba a los dos. Nos llevábamos fatal y teníamos muchas diferencias, pero el fútbol siempre nos unía.

-¿Ahora ya no jugáis?

Parecí meter la pata. Liv giró la cabeza un poco molesta hacia mí, y fue directa con sus palabras. Quizás, demasiado.

-Mi hermano está muerto.

Me estremecí nervioso sin saber qué decir, rascándome la nuca todo en rato, pero Liv lo notó.

-No pasa nada, fue hace tiempo ya. -Sonrió como si no pasara nada.

Parece que lo de su hermano lo había superado sin ninguna dificultad.

-Y Jackson me ha quitado el mejor recuerdo de mi hermano. -Dijo mirando a Jackson, quién chutaba balones de fútbol continuamente a la portería.

De repente, frunció el ceño y puso las manos como puños, furiosa.

-Oye... ¿Por qué me habías llamado para quedar aquí antes? -Murmuré nervioso haciendo que fijara su vista en mí, olvidándose de Jackson.

-Oh, yo sólo quería hablar contigo, ya sabes, hacer un nuevo amigo.

Sonrió dulcemente. No le devolví la sonrisa. ¿Sólo amigo? ¿La primera vez que Liv se fija en mí y me toma como un amigo? Me sentí molesto, pero a la vez decepcionado. Tendría que habérmelo esperado.

-Oye... Liv en números romanos significa 54, el número que escribes cada día en tu libreta, ¿qué significa? -Pregunté intentando entablar conversación, pero eso hizo todo el efecto contrario.

-¿Cómo sabes eso? -Preguntó rápidamente mirándome fijamente. Su mirada empezaba a intimidar.

-Bueno... Estuve investigando sobre ti, y descubrí lo del número que escribías en tu libreta una y otra vez. Tenía curiosidad.

Me encogí de hombros mientras ella se ponía de pié mirándome aterrada.

-No tendrías que haberlo hecho. -Negó con la cabeza mientras decía eso una y otra vez.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué significa? -Dije segundos antes de que Liv echara a correr.

-¡No tendrías que haberlo hecho!

Justo en ese momento me pegó una torta en la mejilla con su mano pero directamente fue retirada arrepentida.

Me llevé la mano a la mejilla dolorido y la miré sorprendido. En sus ojos habían lágrimas.

-Lo siento, Alan.

Y en ese momento, empezó a correr.

El secreto de Liv ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora