Gris. Eso era todo lo que podía sentir. Gris. El color de las impotentes nubes cernidas sobre mi venta. El color del edredón extendido sin cuidado sobre mi cama y el color de la alfombra. Mis ojos, grises, que reflejados en la ventana se notan descoloridos y vacíos. Gris también el sonido que subía desde las escaleras, y cuyo estruendo no detenía la delgada puerta de madera. Gris lo era todo hoy. Lo fue todo ayer, y había adornado mi vida siempre. Aunque nunca había estado tan presenté como lo estaba hoy. Incluso podía haber jurado descubrir un matiz grisáceo en el aire que, a forma de leve caricia, se arremolinaba a mi alrededor.
"Eres un estúpido, Brandon"trono la voz de mi madre"y no te atrevas a echar la culpa sobre mis hombros, que has sido tu y sólo tu, el que nos ha destruido."
Intente con todas mis fuerzas bloquear el sonido, pero la represalia de mi padre me llego clara.
Una lágrima gris se deslizó por mi mejilla, rodando lentamente hasta caducar en mi pequeña boca.
"Debora! calla! La culpa es mia? la culpa es mía?..."
Hubo una época en la que mis padres se amaron. De eso estaba segura. Mama solía contarme historias acerca de lo grande e infinito que su amor era, cuando era más pequeña. De la vez en que se vieron, cuando se casaron, me decía que al sólo ver en los ojos de el, podía ella vislumbrar el verdadero significado del amor.
Crecí buscando, añorando ese amor. Pero, con el paso de los años comprendí que no existe tal amor. Que el tiempo es capaz de deteriorar hasta la más cálida de las sonrisas, la más tierna de las miradas, el más ferviente de los sentimientos... El tiempo lo tornaba todo gris.
"Sal! Brandon, sal de mi casa! Llévate a tu Barbie, y no vuelvas nunca mas!"
El corazón me pesaba, como si hubiese sido intercambiado por una piedra. Y dejó de bombear. Me dejé llevar por la pena, mientras más lágrimas grises inundaban mis ojos. Me acurruque sobre mi cama, alejándome de la ventana, que para el momento se había llenado de gotas de lluvia. Al menos el sonido de la lluvia había acallado un poco el estruendo de abajo.
Una puerta se cerró, y supe que se había ido. Oí los aullidos de mi madre, oí su dolor, gris. Cerré los ojos con fuerza, y con ocho años de edad, decidí que nunca, nunca me iba permitir amar.
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De camino a ser tuya
General FictionMe hacia mal verle. Se sentía como una traición. Verle y desearle. Y, sin embargo, se sentía tan correcto, como si el destino hubiera sido quien nos había elegido, en lugar de nosotros. Pero me lo debía, mantener mi promesa. Me lo debía por todos es...