Capítulo 2

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Kaito dirigió al caballo hasta un oasis una vez estuvo seguro de que no los seguían. Al fin y al cabo Trueno había cabalgado como un ganador a pesar del terrible calor del desierto. ¿Qué mejor regalo que poder beber agua? A demás, el caballo no era el único que necesitaba beber algo. Por eso cuando llegaron Kaito bajó del caballo todo lo rápido que pudo dirigiéndose hacia aquel líquido transparente que se presentaba frente a ellos. Bebió con avidez. Hacía mucho tiempo que no bebía agua, quitando el hecho de la carrera que había tenido pocos momentos antes.
Trueno se puso a su lado y, al contrario que él, bebió de forma tranquila. Era como si hubiese sido Kaito el que había cabalgado a toda velocidad con un niño encima y no al revés.
Kaito se secó la boca con el brazo después de haber saciado su sed. Se sentó al pie de una de las palmeras que tenía alrededor y empezó a comer tranquilamente la comida que todavía le quedaba. Después cerró los ojos un momento, agotado. Pero antes de que pudiese volver a abrirlos se quedó dormido. Durante ese tiempo de descanso soñó con su pasado. Con su vida cuando tenía padre. Su vida una vez murió. Todos sus recuerdos anteriores a ese día que acababa de vivir.
Soñó con la noche en la que montó por primera vez a caballo. Por aquel entonces él tenía tres años, vivía en una mansión con su padre disfrutando del lujo de un jardín trasero donde los caballos podían cabalgar sin problemas. Él no había llegado a conocer a su madre dado que murió al darle a luz.
Aquel día fue cuando su padre llevó a casa al pequeño Trueno, el cual todavía era pequeño, por lo que era del tamaño justo para el Kaito de tres años. Su padre lo había ensillado para él y una vez Kaito se montó lo guió por el jardín sin dejar de sujetarle por las riendas. El pequeño Kaito había decidido llamarlo "Caballito" hasta que encontrase un nombre adecuado para él. Dos años después los dos ya eran más grandes y su padre pensó que ya tenía edad para aprender a montar a caballo. Subió a Kaito al caballo y después se montó él detrás suyo cogiendo las riendas. Al principio montaron despacio, pero Kaito acabó pidiéndole al caballo por la oreja que fuese más rápido. Entonces el animal empezó a cabalgar a toda velocidad hasta que su padre lo frenó de nuevo. A Kaito le había gustado aquella sensación y aunque hubiese sido solo por unos segundos se creyó que se movían a la velocidad de un trueno, por eso acabó cambiándole el nombre de "Caballito" a "Trueno" (el cual le quedaría mucho mejor una vez creciera).
Todo era perfecto. Kaito ya había aprendido a cabalgar él solo con siete años, pero un día hubo un incendio. Kaito recordaba vagamente lo que pasó. Sólo recordaba algunas escenas de su lujosa casa incendiada, su padre aplastado por una viga y él corriendo en busca de una salida hasta llegar a una ventana que llevaba al jardín, la cual atravesó antes de que el edificio se viniese abajo. Una vez fue a la parte de adelante pudo ver al Maestro de Armas con una antorcha encendida en la mano. Kaito no podía quedarse allí. Aquel hombre había matado a sus padres. Si le demostraba que seguía vivo él sería el siguiente. Por eso antes de que el hombre se diera cuenta corrió en dirección a las calles de la ciudad. Al principio no sabía muy bien cómo apañárselas solo. Había vivido toda su vida rodeado de lujos y de la noche a la mañana lo había perdido todo incluyendo a su familia. Consiguió sobrevivir fijándose en lo que ocurría a su alrededor: cuántos guardias había en las distintas calles y plazas, cómo funcionaba la gente de la ciudad, las cosas en las que pocas veces la gente se fijaba, cuáles eran las leyes y cómo le afectaban, la forma de lucha de los guardias,... También solía hacer caso a su instinto, el cual nunca antes se había equivocado.
Así era cómo había sobrevivido aquellos largos siete años.

Kaito volvió a despertarse cuando ya se estaba poniendo el sol. Trueno en esos momentos se encontraba pastando plácidamente, pero una vez vio que su antiguo dueño se había despertado se puso a su lado.
-Te he echado de menos - dijo Kaito despejándose mientras acariciaba las suaves crines negras del animal.
Yo también te he echado de menos, Kaito escuchó que decía Trueno Ya sé que entender lo que dicen los animales, como nos definís vosotros, es una faceta propia de tu familia, pero echaba de menos poder hablar con mi dueño. A demás tengo mucha nueva información que podría servirte.
-¿Qué clase de información? - preguntó Kaito curioso.
Probablemente Trueno sabría la razón por la que habían puesto tantos guardias en la plaza o por qué estaba pasando por allí el Maestro de Armas.
Una información que seguro que te interesa. contestó el caballo He oído a los caballeros decir que unas criaturas atacan la ciudad todas las noches. Me temo que no he conseguido oír mucho. Parece ser que las hace daño la luz solar y se ven obligados a vivir bajo tierra, pero que eso no les impide atacarnos por las noches. Dijeron algo de que chupan la sangre humana con sus largos colmillos siempre que tienen la oportunidad volviendo a su víctima uno de los suyos. ¡Como una enfermedad!
-¿En serio? - se sorprendió el chico. Nunca antes había oído hablar de ese tipo de enfermedad - ¿Y cómo dices que se llama esa enfermedad?
No estoy muy seguro de que sea una enfermedad. Cuando les oía hablar de ello lo hacían como si fuese una especie. Creo que dijeron que los infectados se llamaban "vampiros".
-¿Les oíste hablar de una cura por casualidad?
Me temo que no existe ninguna cura, pero les oí decir que existe una especie oculta entre los humanos. Una especie inmune a los efectos de sus mordeduras. Por eso había tantos guardias en la plaza del mercado: para encontrar a esa especie. Por eso también había ido el Maestro de Armas. Al ver que no conseguían encontrar a esa especie buscaron a alguien para hacerle alguna injusticia. Por lo que tenían entendido a esa especie no le gusta que ocurran injusticias, de ahí que pegaran al niño. Pero que yo sepa no le pegaron de verdad. En realidad le pagaron para que fingiera que le estaban dando una paliza injustamente para que apareciera aquella especie de entre las sombras. Pero en lugar de eso apareciste tú, que no te pareces en absoluto a las descripciones de esa especie excepto en la personalidad.
Kaito se pensó todo lo que le estaba diciendo el animal. Todo lo que acababa de vivir había sido una trampa aunque no hubiese sido específicamente para él.
-¿Y se puede saber por qué no me parezco en absoluto a esa especie? - le preguntó Kaito al caballo imaginándose lo que le iba a contestar - ¿Cuál es la descripción que has oído?
No te lo tomes a mal, amo, pero tú eres la persona más negra que he visto en mi vida. Tienes el pelo negro como el carbón y la piel realmente oscura. Esa especie parece ser todo lo contrario. Les oí que decían que en el pasado siempre los encontraban las noches de luna llena con su pelo totalmente blanco cayéndoles por la espalda y su blanca piel hacía resaltar sus brillantes ojos amarillos.
Kaito no pudo evitar sonreír al oír la descripción. Era la misma que se había esperado que dijera.
-¿Eso significa que los de piel más oscura que la blanca como la nieve no podemos ser inmunes a los vampiros? - dijo con una sonrisa divertida. Después añadió con una tristeza que se notaba que era fingida - ¡Qué pena!
Lo siento, amo. dijo Trueno mientras bajaba la cabeza sin fijarse en lo sonriente que estaba el chico.
Kaito suspiró. ¿Cómo podía tener un caballo tan tonto?
-Has dicho que sólo han visto a esa especie las noches de luna llena, ¿no? - dijo Kaito mientras se levantaba.
Sí, por eso buscaban a la especie hoy. Hoy es luna llena.
-Sí, pero no la encontrarán - afirmó Kaito mientras veía cómo el sol desaparecía del cielo dejando paso a la noche - O al menos no mientras la luna no esté brillando en el cielo.
¿Amo? preguntó el animal alejándose instintivamente de su antiguo dueño.
Entonces, cuando la luna empezó a salir por el horizonte, pasó algo. De repente Kaito había dejado de ser el joven de pelo y piel oscuros para transformarse en una criatura totalmente diferente. Ahora su pelo se había vuelto rubio y su piel se había vuelto blanca como la nieve. En esos momentos sus ojos azules del día se habían vuelto de un amarillo que brillaba con una luz propia que transmitía un terrible terror a su dulce caballo.
-Así que sólo los de piel muy clara son inmunes, ¿eh? - dijo Kaito bromeando mientras giraba la cabeza hacia Trueno.
Kaito se acercó despacio hacia el animal, el cual se puso sobre sus dos patas traseras asustado por la criatura que tenía delante.
No te acerques a mí. dijo.
Pero Kaito no le hizo caso y se siguió acercando a él, esta vez más rápido para llegar a su lado antes de que volviese a bajar las patas. Después se puso a acariciarle el cuello para tranquilizarlo.
-Tranquilo - dijo en un tono realmente tranquilizador. Después añadió bromeando - ¿Qué pasa? ¿Nunca te han dicho que las apariencias engañan? ¿O es que me he vuelto tan feo que doy miedo?
¿Qué te ha pasado, joven amo? preguntó el caballo todavía sin creerse lo que había pasado.
-Lo que pasa es que desde que el planeta se convirtió en un desierto mis antepasados tuvieron que evolucionar para que el sol no los quemara tan fácilmente - explicó Kaito sin dejar de acariciar al animal -. En cuestión de generaciones empezamos a producir cada vez más melanina hasta tener el aspecto que yo tenía esta mañana. Pero yo creía que era cosa solo de mi familia, no de toda una especie.
¿Pero entonces por qué cambias de forma con la luna llena? preguntó el caballo sin entender todavía cómo funcionaba su señor.
-Somos hijos de la luna. Cuando la luna se vuelve blanca nosotros también y cuando muestra su verdadera forma lo mismo - le contestó el chico simplemente.
¿Pero si habéis evolucionado la otra no debería ser vuestra verdadera forma? preguntó de nuevo el caballo sin creerse lo que estaba pasando.
De repente Kaito vio diez figuras en la oscuridad que se acercaban a ellos. Las palabras que le había dicho Trueno empezaron a resonar en su cabeza. "Unas criaturas atacan por las noches"... "Les hace daño la luz solar"... "Eso no les impide atacar por las noches"... "Chupan la sangre humana"... "Se llamaban vampiros"... Puede que aunque le chupasen la sangre no se fuese a convertir en vampiro, pero nada les impedía matarle ahora que no había sol.
-Luego te lo explico - susurró al oído del caballo mientras se subía a la silla y cogía con fuerza las riendas. Después añadió más alto - Corre. ¡Corre! ¡Deprisa!
El caballo tardó un poco en reaccionar pero en seguida salió corriendo lo más rápido que podía en dirección a la ciudad. En aquellos momentos lo único que podía salvarles eran las murallas que la rodeaban. Kaito miró de vez en cuando hacia atrás para ver la distancia que tenían con sus perseguidores. Para su sorpresa, a pesar de que iban a caballo y sus perseguidores iban a pie, cada vez había menos distancia que les separara. Aquella no era una buena señal. Aquellas criaturas eran muy rápidas. Demasiado rápidas. Si le tocaba luchar contra aquellas cosas no sobreviviría. En aquellos momentos lo único que podía hacer era confiar en que conseguiría entrar en la ciudad a tiempo para salvarse. Pero dudaba mucho que existiese alguna posibilidad de que las puertas de la ciudad estuvieran abiertas. Si era cierto que la ciudad había sufrido más ataques nocturnos los guardias cerrarían las puertas cuando se ponía el sol y las volvían a abrir cuando salía al día siguiente. Pero por lo menos esperaba que si le tocaba luchar contra aquellas criaturas tuviese a los guardias de la ciudad ayudándole con sus flechas desde lo alto de la muralla.

El hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora