Nos paramos, con los pies descalzos y el viento golpeándonos el rostro, observando el paisaje de ensueño desarrollarse a nuestro alrededor.
Estábamos tomados de la mano sobre la cima más alta, bajo la sombra de un árbol que nos refugiaba del frío atardecer que pintaba el cielo en colores cálidos, despidiendo al sol y abriéndole paso a la luna.
Era el momento correcto y la compañía correcta; haciéndome sentir parte de algo. Pero no todo dura para siempre, no cuando el caos en mi interior es tan grande que sale al exterior. Pero el caos es belleza, y esta belleza no es muy distinta de la belleza del paisaje.
Mi dolor, mi agonía, mis lágrimas, son sólo un complemento más para esta postal solitaria, sin la compañía correcta y sin la calma que el lugar otorgaba hasta hace unos instantes. Ahora que él desapareció de mi lado y su tacto cálido junto a la palma de mi mano es reemplazado por el rojo carmesí de la sangre fluyendo de mi cuerpo, me desvanezco.
Ahora el árbol ya no me cubre del viento, sino que me acuna, me mece en sus brazos apagando mi dolor, otorgándome un último vistazo de una noche azul llena de estrellas que esperan por mí. Y no puedo negarme, oh, ¿Cómo negarme? El manto azul cubre mi cuerpo, con las estrellas guiándome mientras que mi recuerdo muere allí, junto a mi cuerpo.
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La última noche
Short StoryEn un triste mayo caían mis lágrimas. El viento golpeaba contra mi cara, como un cristal rompiéndose, deshaciéndose en la dulce agonía que dibujaba mi dolor de aquel atardecer... N/A: A pesar de que no se hace mención del personaje, lo escribí pensa...