Las estrellas engullidas
habían sido por algo
insabido.
De fondo, un rumor
de tanguito, amasado por
un señorito.
Ni autos ni amados,
siquiera algún moreno
trasnochado.
Negro el cielo;
negras las aguas
del negro puerto
que no veo, pero siento.
Un centinela rojo
desde arriba todo observa,
mas no lo integra;
no se mancha con
frívola urbe porteña.