Sus ojos eran los de un ángel , sus manos las de un dios y su cuerpo el de un hombre, no obstante su corazón era el de un demonio seco y con insaciables deseos de destruir y consumir toda vida que se cruzara por su camino.
Ocultaba su dolor en la profundidad de su radiante sonrisa, con la que seducía y engañaba a los pobres mortales quienes decaían en la miseria y se hundían en sus pesares; hombres o mujeres todos eran iguales ante sus ojos, pero su interior era lo que importaba siempre y cuando sus almas fueran jugosas y apetecibles.
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ETERNIDAD
Paranormalconsumidos por nuestros deseos caminamos en un río de perdición...