amrita

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Hola, me llamo Bruna, Bruna Di Santo. Lola, para la gente que no formó parte de mis primeros 20 años de vida.

Cuando llego a congeniar mucho con alguna persona en Estados Unidos, más específicamente en la ciudad de Los Ángeles, California, suelo pedirles que me llamen por mi verdadero nombre.

-Bruna. No, mejor decime Bruni.

Digo "Bruni" porque me siento más cerca de la otra persona cuando me llaman así.

Estoy por visitar Mar del Plata, mi ciudad natal, por primera vez desde mi primer vuelo a EE.UU. Fue un año muy jodido, debo decir. No es que sea una malagradecida ni una arrepentida. Simplemente se me hace difícil. Principalmente por la ausencia de Simón, mi novio desde que tengo 15 años.

Bueno, no exactamente. Tuvimos un lapso de tiempo en el que estuvimos separados, cuando mi enfermedad empezaba a gestarse. Pero eso lo voy a dejar para después.

Ahora estoy en camino a la casa de la familia de Simón: ya pasé el día entero de ayer con toda mi familia, que no dejó de agasajarme y abrazarme y hacerme sentir especial.

Eso es lo que hacen todos a mi alrededor.

"Ay, Bruni, mirá que hermosa que estás, qué flaca, más linda que nunca"

"Quién lo hubiera dicho, nuestra nena"

Pero bueno, aunque sea mis primos y hermanos me tratan como lo hicieron siempre. Seguimos teniendo las mismas discusiones y todo.

Eso me deja tranquila...

Ahora papá me lleva a lo de Simi y su familia. Mi pulso, no paro de percatar, está tembloroso, y mi jugo citric (cuánto lo extrañaba) de medio litro amaga a resbalárseme de las manos.

Acá estamos. El barrio parece adormecido: no se oye nada.

-Bueno, que la pases bien, hija. Nos vemos mañana al mediodía, acordate.

Sí, mañana hacemos un asado de bienvenida, por segunda vez. Noto todo lo que me extrañó mi viejo en estos seis meses de ausencia, por sus ojos levemente inclinados.

Es su cara de que está emocionado.

-Sí, chau, pá.

Salgo del auto, alcanzo a ver a Muffin en el pedacito de patio que alcanza a verse.

Como lo esperaba, empieza a ladrar.

-¡Hola, Muffin!

guau guau guau

Me río al escuchar el intento de ladrido que emite la perrita.

Me acerco a tocar el timbre y ya oigo los pasos rápidos y cortitos de Lola (sí, igual que mi nombre artístico, pero una cosa no llevaba a la otra). Sé que es ella porque solo ella sería capaz de emocionarse así conmigo. Es la única de los bebés con la que tengo un lazo fuerte. Muy fuerte.

-sonido de llaves-

-Simi.

Aprieto los labios, esbozando una sonrisa sin dirección, la que me sale cuando no sé cómo expresar toda la emoción que llevo adentro del cuerpo.

Él entreabre la boca, no sonríe.

Me lleva hacia sí muy fuerte, besándome la oreja izquierda.

-Cómo te extrañé, la puta madre.- me dice al oído.

Abro los ojos y descubro a Lola mirándome con cara de pícara, para más tarde soltar una risita.

-Hola, princesa- aprieto los dientes mostrando una sonrisa probablemente muy fea, pero sincera de verdad.

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