Verano

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–¡Esto es muy complicado! -Dijo Yui señalando un ejercicio del libro.

–¡Que no! ¡Es que no te concentras!

–¿Para qué sirve esto? ¿Es que por la calle nos van a parar y nos van a pedir que averigüemos en qué punto se cruzan dos trenes? ¿Acaso esto le va a salvar la vida a alguien? 

No pude evitarlo más y me reí en su cara.

–¿Quieres que paremos un rato? Estamos de vacaciones, después de todo.

Yui asintió y se estiró, dejando caer el bolígrafo encima de su cuaderno. Nuestros cumpleaños ya habían pasado y desde el mío no nos habíamos vuelto a ver. Ella solo era unas semanas mayor que yo, pero en muchos aspectos se notaba su madurez. Aunque más que madurez, yo diría que la palabra adecuada era autocontrol. Yo estaba sudando aquel día más que en todo julio porque Yui había dejado caer una mano sobre mi muslo de nuevo. Era normal, siempre habíamos tenido la suficiente confianza como para eso, solo que pensar que estábamos en su habitación, solas, "estudiando", hacía que me pusiera nerviosa. Eso sin contar lo preciosa que se veía a contraluz de la ventana y que parecía que el haber cumplido años le había sentado tan bien. El ventilador se movía de un lado a otro, refrescando la habitación. Cada vez que me enfocaba a mí era un alivio. La campanilla que había encima nuestra sonaba de vez en cuando, haciendo a Yui sonreír ligeramente. Era relajante escucharla, pero mucho más ver a Yui con los ojos cerrados mientras su mente volaba muy lejos. Yo también cerré los ojos por un momento, pero mi mente se quedó en el mundo real. Sentí un ligero toque en la comisura de la boca y miré a mi derecha. Yo creía que había sido su dedo, pero el toque había sido un pequeño beso. Podía oler el aroma a frambuesas de su pelo mientras ella se inclinaba hacia a mí. Sentía su pulgar acariciando mi muslo. Estábamos a punto de besarnos cuando su hermano tocó a la puerta. Me alejé de ella como si estuviera hecha de lava.Todavía recuerdo la risa de Yui cuando Toya puso en medio de nuestros libros y cuadernos la bandeja con el hielo picado y los siropes.

–Lo siento, chicas, os vais a tener que pelear por el de fresa -Nos dijo mientras golpeaba un saco de arena invisible. Reí.

–¡Sabremos hacerlo civilizadamente! Por si acaso ten el móvil a mano para llamar a emergencias -Dije, siguiéndole el rollo. 

–¿Ya le salen las ecuaciones a esta cabeza hueca, Moa? No sabes los berrinches que le dan cuando intento explicárselas y no se entera de nada.

–¡No volveré a pedirte ayuda en nada más! -Dijo fingiendo un enfado que sólo la hacía ver más adorable.

–¿Te ha enseñado la papelera?

–¡Vete ya! -Yui se levantó corriendo y empujó a su hermano fuera de la habitación, yo no paraba de reír mientras Toya me indicaba con la mano dónde estaba la papelera. Aprovechando que no me veía me agaché y saqué la papelera de debajo de la mesa. Estaba llena de hojas arrugadas con números y cuentas –Espero que sea la última vez que venga a molestarnos, qué pesado. ¿Se puede saber qué haces? –Dijo mirándome con la ceja levantada.

–¿Quién? ¿Yo? Nada. Investigar -Tomé una bola de papel y empecé a plancharla para ver lo que había escrito. Yui se acercaba lentamente a mí– Vaya, vaya. ¿Voy a tener que cobrar por darte clases? Vas muy mal, Mizuno.

–Tú te crees muy lista, ¿verdad? Dame eso- Puso una mano sobre la mesa, acorralándome con su cuerpo. Yo guardé el papel doblado en el bolsillo trasero de mi pantalón, mientras la campana sonaba sin prisa –¿Prefieres fresa o cereza?

–¿Dices para comer? -Nada más terminar la pregunta me metió una cucharada de helado en la boca. Estaba tan frío que abrí la boca del susto y se me escapó un poco de sirope. Después de tragar el helado tuve que volver a tragar saliva porque Yui estaba mirando el hilo rojizo y pegajoso que caía de mi boca, me dolían hasta las cuerdas vocales al pasar la saliva. Tardé en darme cuenta de que lo que había sonado no era la campana, sino el tintineo de la cuchara contra el plato con el hielo. Volvió a sonar, pero esta vez el sonido me indicó que la cuchara no volvería a moverse de su sitio. Yui me miraba con tal intensidad que no podía apartar los ojos de ella. Se inclinó ante mí justo como lo había hecho antes de que nos interrumpieran y cerré los ojos, deseando que me besara. Pero en lugar de ello tuve que rezar a todos los dioses para no hacer nada indebido, Yui pasó de una manera tan dolorasamente lenta la lengua por mis labios que tuve que pasar los brazos por su cuello para besarla yo o me volvería loca. Cuando sentí su lengua de nuevo contra mi boca la apreté tantísimo contra mí que acabé provocando que suspirara contra mis labios y metiera su lengua en mi boca con desesperación. No importaba que yo comenzara el beso porque ella sería siempre quien se adueñara de la situación. Me había pegado tanto a la mesa que casi podía sentarme. Su mano me acariciaba la cara interna del muslo. Sentía su respiración contra mi boca a la vez que su mano iba subiendo más y más. Tuve que separarla de mí porque apenas podía respirar.

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