Parte única

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Era una fría noche de invierno y Kim Jong In no tenía nada más que hacer que sentarse a fumar mientras bebía incontables botellas de alcohol debido a la reciente pérdida de su pareja, hacía no más de unas semanas. 

Jong In no era una persona mala, en lo absoluto, pero la pérdida de su pareja lo había destrozado demasiado y según él: «no había nada ni nadie que pudiera curarlo más que su amado Do Kyung Soo».

La causa de su ruptura era que KyungSoo le había dicho en frías palabras que «sentía que ya no conocía a su pareja», y por más que Jong In hubiera perdido todo su orgullo pidiéndole que no lo abandone, el primero dio por sentada su decisión haciéndole saber que no podría cambiar su parecer. Y, para Jong, In no había nada más jodidamente doloroso que eso.

¿Es que KyungSoo se había vuelto loco acaso? Ni él lo sabía. Pero de lo que sí sabía, o al menos eso creía, era que con un cigarrillo de la hierba más pura podía ser tan jodidamente feliz como cuando aún estaba con él.

Pronto Jong In se encontraba en la comodidad de su mullido sillón, con los pies sobre la mesa ratona y un vaso de whisky en la mano mientras que en la otra sostenía su "cigarrillo". A pesar de que el alcohol quemara su garganta hasta hacerle derramar algunas lágrimas, el cigarrillo lo hacía soltar estúpidas carcajada luego de darle una calada y expulsar el humo de sus pulmones hasta que ya no quedaran rastros.

Era como un juego.

Una calada.

El aire ingresando por sus gruesos labios y yendo directo a sus pulmones. Un poco de aire y luego lo expulsaba lentamente disfrutando de que sus ojos se resecaran hasta inyectarse en sangre y hacerse tan chicos como si fueran dos finas líneas que se encargaban de ocultar sus opacadas pupilas.

Otra calada.

El mismo procedimiento, y una estúpida carcajada al final del humo que llenaba la sala en la que el joven se encontraba, haciéndole creer que en el propio humo formaba imágenes en el aire infinito. Observando cada "obra majestuosa" a sus ojos con la hipocresía tatuada en su rostro.

¿Es que acaso había una persona más miserable que él? Por el momento, nadie lo aseguró. Y es que no sólo era un miserable, sino que también un idiota. Un idiota al destrozar diecinueve años de su vida por un romance tan puro como era el de ellos. O así era para él.

Conocía a Kyung Soo desde que tenía uso de razón. Siempre, a pesar de la diferencia de edad, dos años; habían sido unidos.

A los siete, festejaron el primer día de clases de Jong In.

A los doce, festejaron el primer día de secundaria de Jong In.

Y a los diecisiete, festejaron la graduación de Jong In.

Y así sucesivamente con todos los festejos que pudieron haber durante aquellos diecinueve años juntos. Como su relación, por ejemplo, que fue cuando Jong In tenía quince años y quiso darle un lindo regalo de fin de secundaria a su adorado Kyung Soo.

Recordaba perfectamente aquel día. Fue luego del baile de graduación de KyungSoo que volvieron al apartamento de este, el cual vivía solo, y tomaron cervezas hasta que las mejillas de Jong In se pusieron coloradas y Kyung Soo se rió por su estado, ya que se veía como un niño adorable a sus ojos. Aunque para este último, Jong In siempre fue eso, su niño adorable. Y por eso había decidido quitarle el poco alcohol que le daba y salir a ver el pronto amanecer juntos.

Y fue justo en aquel momento, donde Jong In le dijo que quería ser algo más, y le confesó hasta su más guardado sentimiento hacia él casi llorando de la vergüenza e inseguridad por lo que el otro podría decir, que Kyung Soo entendió la verdadera unión entre ellos.

Ese amor, cuidado y protección que le brindó siempre era algo más que una amistad. Era amor. Y uno correspondido.

Entonces ambos hicieron el amor; se entregaron el uno al otro con total seguridad y dejaron que el resplandor de un nuevo sol tiñera sus cuerpos sudados mientras eran uno mismo. Y para ellos fue como sentirse más puros que el agua de un manantial; totalmente ligeros. "Era como sentirse infinitos".

Y desde ese día, Kyung Soo y Jong In hacían el amor al amanecer y se recordaban su amor día tras día. Así, por cuatro años más.

Hoy ya era un nuevo día. O quizá el mismo que ayer y todos pensamos que será diferente. Y no lo es.

Jong In ahora no estaba tirado en su sillón, sino que el suelo con la ropa rasgada y esparcida por todo el suelo del amplio salón.

El dolor de cabeza comenzó a taladrar sus sienes mientras que su garganta reseca pedía por algo líquido.

Y así fue, Jong In se levantó tambaleante mientras daba tumbos hasta la cocina y buscaba una jarra con agua y un vaso, para luego bebérselo por completo en unos minutos.

¿Qué pasó?

Ese pensamiento rondaba su mente, sin poder recordar nada de nada. Su cuerpo dolía, su piel estaba con algunos moretones por distintas partes y su espalda tenía heridas como si hubiera peleado con un perro la noche anterior. Sí, definitivamente Kim Jong In se encontraba en un estado miserable cuando pudo comprobar su figura desnuda frente al espejo de su habitación. Y lo más remoto que pasó por su mente en aquel momento, fue que no era la primera vez que llegaba a su casa de esa manera e incluso con los labios ensangrentados al igual que sus dientes y encías.

Pero claro, todo ocurría luego de una noche de drogas y alcohol en la que intentaba ser "feliz" sin nadie más que él mismo.

Otra vez la misma situación: Depresión, alcohol, y un cigarrillo de tabaco entre sus finos y largos dedos.

Ahora ya no había risas, no había hipocresía en su rostro cansado con las ojera marcadas bajo sus ojos; sólo había llanto, enojo, frustración, y todas esas cosas que mueven a la persona hacia el abismo y la dejan caer en la locura. ¿Y su locura? Su locura comenzó al fin.

Un ruido seco, y de repente todo fue negro. Y al segundo siguiente, se sentía demasiado ligero y enojado. Entonces, todo ese tornado de emociones lo hicieron salir corriendo por el primer lugar que encontró de su casa y salir hacia las zonas más oscuras y menos recorridas de la cuidad de Seúl, deteniéndose ante el primer vagabundo que encontró, demasiado borracho como para saber qué estaba haciendo él mismo.

Pero algo lo sorprendió. No lo golpeó con los puños ni de una patada, sino que, su cuerpo dio un salto y se tiró encima del cuerpo foráneo, llevando sus dientes directamente a la yugular de este hasta hacerlo perder tanta sangre al dar en un punto específico, que el hombre por fin descansó en paz.

Al comprobar su estado, arrastró el cuerpo con sus propios dientes por todo el suelo hasta dejarlo tirado sobre un lugar más oscuro y sucio, donde un charco se encontraba a su lado. Allí, por un accidente casual, el joven Kim miró su reflejo y vio, que sus ojos eran demasiado ovalados, y que su rostro contenía demasiado pelaje oscuro, pero a la vez tan brillante, que la silueta de su "rostro" en forma de lobo, se podía apreciar bajo la luz de la luna.

Y al segundo siguiente, todo estuvo en silencio otra vez. Y todo fue negro de nuevo.

Y entonces su garganta comenzó a arder y su cabeza a doler, encontrándose a sí mismo tirado en el suelo de su salón totalmente desnudo, y con manchas de sangre por su rostro.

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora