( ii ) El día que conocí tus labios

44 2 1
                                    



                                                            (Prolepsis ; Precognición +18)

''𝙵𝚞𝚎 𝚙𝚕𝚎𝚗𝚒𝚝𝚞𝚍 𝚕𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚜𝚎𝚗𝚝𝚒́, 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚍𝚎𝚗𝚝𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝚝𝚒

 𝙱𝚊𝚒𝚕𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚙𝚘𝚛 𝚊𝚍𝚎𝚗𝚝𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝚝𝚞 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚙𝚘 

 𝙰𝚕𝚐𝚘 𝚝𝚊𝚗 𝚜𝚒𝚖𝚙𝚕𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚢𝚘 𝚟𝚘𝚢 𝚎𝚗 𝚝𝚒 𝚢 𝚝𝚞 𝚟𝚊𝚜 𝚎𝚗 𝚖𝚒́

 𝙲𝚘𝚖𝚘 𝚍𝚘𝚜 𝚙𝚒𝚎𝚣𝚊𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚗𝚌𝚊𝚓𝚊𝚗 𝚙𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚘

 𝚈 𝚊𝚞𝚗𝚚𝚞𝚎 𝚜𝚎𝚒𝚜 𝚖𝚒𝚕 𝚖𝚒𝚕𝚕𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚑𝚞𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜, 𝚝𝚞 𝚢 𝚢𝚘

 𝚂𝚘𝚖𝚘𝚜 𝚞𝚗𝚊 𝚎𝚜𝚙𝚎𝚌𝚒𝚎 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚞𝚛𝚒𝚘́ 𝚑𝚊𝚌𝚎 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘 

 𝚂𝚘́𝚕𝚘 𝚚𝚞𝚎𝚍𝚊 𝚞𝚗𝚊 𝚑𝚎𝚖𝚋𝚛𝚊 𝚢 𝚜𝚞 𝚌𝚘𝚖𝚙𝚕𝚎𝚖𝚎𝚗𝚝𝚘

 𝙿𝚘𝚛 𝚎𝚜𝚘 𝚎𝚜 𝚝𝚊𝚗 𝚗𝚊𝚝𝚞𝚛𝚊𝚕 𝚀𝚞𝚎𝚛𝚎𝚛 𝚀𝚞𝚎𝚛𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜'' — cαɴѕervero


—Eres hermosa, NaEun....hermosa — El susurrar masculino llenaba la silenciosa habitación, mientras la tersa piel de Nae se dejaba hacer por las caricias, mismas, que comenzaban en los muslos pálidos de la chica y terminaban con besos húmedos por la suave extensión de su cuello. Cada pequeña caricia, incitaba a la joven castaña a soltar jadeos, incesantes, inquietos, placenteros, mismos que eran aplacados por gruñidos guturales y no fue, si no hasta que el miembro del joven se inmiscuyó en la pequeña entrada de la chica, que lo profundo la garganta femenina, dejó salir un inexorable gemido, dulce, agónico, sensual y cargado de emotividad, oficialmente, ella tenía a donde pertenecer.

Sus cuerpos, ahora danzaban con lentitud, cual olas en un huracán, estos mecían ambas pelvis como si de una amena danza se tratase, él, sintiendo el continuo cosquilleo en su entrepierna, no dejaba de soltar jadeos, los que se dejaban oír por ella, intensificando sus sensaciones para no darle descanso, para no dejar que las agujas invisibles penetraran la piel de ambos cuerpos, para no dejar que las furtivas y torpes caricias se escapasen del cuadro, pues sí, ella, con esa característica torpeza que tan bien le quedaba, hundía los dedos de su mano diestra entre las finas hebras de tu cabello, mientras que con la mano libre, le abrazaba la espalda baja, marcando a la perfección sus falanges, producto de la fuerza con la que se sostenía y desde luego, sus labios se mezclaban con los de él, saboreando desde la punta de su lengua, hasta lo más recóndito de sus molares, dejando de vez en cuando unas sutiles mordidas en su labio inferior y por ello, la habitación, poco a poco se fue colmando de gemidos, gemidos masculinos y femeninos, detallados y enmarcados por una luna llena, ¿habría otro lugar más perfecto para hacer el amor?. La isla Jeju tenía unos nuevos amantes, desbordando pasión en lo que era la inmensidad de la noche. Cada embestida era una promesa de permanencia, cada gemido era un sentimiento ahogado, cada beso era un juramento, el juramento que  nuestra chica de invierno necesitaba, pues no podría pedirse algo más perfecto, que amar y ser amada. Él era lo necesario para derretir su invierno, la estación exacta, la que no dejaba rastros de hielo, él era lo que necesitaba la chica de invierno para ser sólo la chica, la chica que por una noche fue al cielo, tomó una estrella y la dejó explotar en su interior.

—Oppa...ohm... ¡Oppa!— Esta vez, una súplica entre gemidos escapó de los labios femeninos, todo se estaba desbordando de sus manos, sus ojos, cerrados de forma exhaustiva, forcejeaban por mantenerse abiertos. Sus piernas rígidas, con la punta de sus pies rectos, intentaban apaciguar el placer, pero no lo conseguían. Su espalda, ligeramente arqueada, dejaba ver los espasmos que no la dejarían por un par de segundos y como si algo se hubiese rasgado en su interior, liberándola y dejándola caer en un remolino de sensaciones, NaEun llegó al orgasmo, acompañada por su joven amante, que dejaba escapar un sonido gutural, dando las últimas dos estocadas en contra de las caderas femeninas, para dejar caer levemente su peso sobre la pequeña y frágil muñeca de porcelana, haciendo al mismo tiempo, que su acelerada y cálida respiración chocase contra la mejilla opuesta.

Él, tan sumergido en su pequeña chica, tan embelesado con la exótica criatura, tan enamorado de su invierno, tan enamorado de sus labios, sus ojos, su cabello y su figura, pudo, después de tanto tiempo sentir la importancia de estar en casa, estar en un lugar donde podía ser él, sin tener que fingir, sin tener que ocultarse, él, tan sumido en su pequeña muñeca de porcelana, poco a poco calló en la inconsciencia, en lo onírico de sus pensamientos, que lentamente fueron transformándose en los más hermosos sueños, mismos, que concebía también NaEun, exhausta por la noche más deliciosa de su existencia.


                                                                (Fin de la precognición - 727 palabras)

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 10, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La señorita invierno y sus tres estacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora