Eat pussy.

21 0 0
                                    

Me pasó lo que creo que a mucha gente le ha pasado, conocí a alguien del cual creí que jamás volvería a saber.

Pero no fue así.

Estaba al pie de mi cama, con el pulso sobre el cielo, nerviosa, nada me pone tan nerviosa como cuando sé que estoy a punto de enfermarme.
Porque lo sé.
Conozco demasiado bien a mi cuerpo.
Tenía la cara demacrada, vomité por al menos una hora y media, ni siquiera sabía que tenía tal cantidad de agua y comida en mi estómago.

-Necesitas medicina, iré a conseguirte.- escuché a mi hermano decir para después salir por la puerta de la habitación.

Estábamos de vacaciones, en un hotel precioso, nuestra estancia estaba por terminar.
Era exactamente el penúltimo día.
Me miré al espejo.

Ojos hundidos por las nauseas, mi cabello rizado se enmarañaba demasiado en la ciudad pero cerca del mar era lo contrario, en el mar mi cuerpo siempre se ve mejor.
O al menos eso pienso yo.
Mis pómulos estaba rojos por las quemaduras que me dejó el sol y había perdido unos cuantos kilos por nadar tanto en las últimas semanas.
Incluso enferma me veía bien.
O al menos de eso me quería convencer.

Ignoré mis síntomas y me metí a la regadera, nada hace mejor que una regadera con presión, agua calentita y un piso limpio.
Escuché la puerta abrirse y asumí que era mi hermano.

-El desayuno está por terminarse.-
Me había equivocado, la que había entrado era mi madre.
-Me enfermé.- vociferé desde la ducha.
-¿Qué has dicho?- entró al baño.
-Que estoy enferma.-
Mi madre rodó los ojos.
Tiendo a enfermarme a menudo y para ella ya es una excusa para no salir de la cama o no hacer mis deberes o simplemente no hacer nada.
-Al menos fue al terminar las vacaciones.- se lavó las manos sin importarle que el agua cambiara de temperatura dentro de la ducha.
-No mami, no necesito nada, gracias por preocuparte.- bufé, burlándome.

Salió de la habitación con una sonrisa y yo salí del baño.
No iría a desayunar, ya no me sentía enferma pero tampoco tenía hambre.
Me vestí y emprendí una caminata a la playa, compré un cuaderno y comencé a dibujar a la orilla del mar; desde que había visto a mi mejor amigo, del que yo estaba perdidamente enamorada, con su nueva novia, dejé de dibujar por tristeza, pero ya había pasado tiempo y me había propuesto a olvidarle.

Estar ahí a solas con el agua rozándome los pies era la mejor terapia.
Alguien se me acercó por detrás.

-Oye, ¿has visto a mamá?- era mi hermana menor la que hizo la pregunta.
-Noup.- respondí.
Se fue.
-Eso es bonito.- me sorprendió una voz masculina.
Giré mi cabeza, él era alto.
Entrecerré los ojos para verle mejor y poder agradecer apropiadamente.
-Gracias.- esbocé una sonrisa.
Él se quedó quieto observándome, a lo cual yo respondí también observándole.
Tenia el cabello un poco rizado, no tenía playera, parecía haber recién salido del mar y lucía unos abdominales increíbles, sus ojos eran cálidos.
Era bastante, demasiado guapo.
"Este chico podría comerme entera y no me molestaría"
Una voz atrevida apareció dentro de mi mente.
Me sonrojé mas de lo que ya estaba.

Un idiota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora