Claroscuro

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Estaba acostada. El sol de la mañana me dió directo en los ojos y así desperté. Tardé unos segundos en reconocer donde me encontraba y supe que no era mi habitación.  
Me despegué de la cama de un salto y me senté.
Por alguna extraña razón no llevaba absolutamente nada puesto. Tomé las sábanas para cubrirme y poder dirigirme al baño. ¿Qué había pasado anoche? Parecía haber tenido sexo con alguien...alguien que ni recordaba.
La idea me revolvió las tripas y apuré el paso hacia el inodoro. Mi mente estaba en blanco.
¿Había sido seguro siquiera? Tenía que asegurarme de ello, así que revolví el tacho de basura y efectivamente encontré los condones.

Mi alma se alivió un poco. De hecho, me sentía bastante...relajada en general. ¿Por qué no recordaba nada?

Me levanté del suelo y miré fijo al espejo.
Tenía magulladuras en el cuello, en los hombros y a lo largo de los brazos.
Si había pasado la noche con alguien, debió de haber sido el sexo más desenfrenado de toda mi vida. Esto era extraño.

Levante la mirada y miré fijo a mis ojos en el reflejo. Instantáneamente los recuerdos vinieron a mi como si me tiraran un balde de agua fría.

Todo comenzó ayer por la noche, el día en que llegué aquí.

Me estaba hospedando en la casa de mi amiga Suni. Siempre venía un fin de semana en las vacaciones de verano y hacíamos cosas juntas.

Éste año fue distinto. Ella había comenzado a estudiar en la universidad local y conoció gente nueva. Se le ocurrió dar una fiesta y la verdad que la idea no me convenció en absoluto, pero ¿Qué podía decirle? Era su casa.

Ya había pasado una hora y más tragos de los que me gustaría admitir, cuando supe que me iba a quedar en un rincón esperando que pasara algo interesante.
Ella venía a comprobarme de a momentos pero prefería pavonearse con un grupo de chicos que estaban vestidos como todos unos profesionales del fútbol universitario.
No quería mirar en esa dirección. Uno de ellos me miraba fijamente mientras ocultaba una sonrisa torcida detrás del trago que bebía. Supuse que se me acercaría a hablar en cualquier momento. Y efectivamente lo intentó.

A tres pasos de alcanzarme, otro chico se abrió paso en su camino y se dirigió hacia mi.
Estaba feliz de ver a Young Jae, el primo de mi amiga. La cara del sujeto fue de puro espanto y retrocedió inmediatamente cuando Young Jae me dio un abrazo y me saludo con entusiasmo.

Él era una de las personas más atentas y dulces que había conocido.
Habíamos pasado muchos veranos juntos con su prima y éramos buenos amigos.

Young Jae hizo algunos gestos de desprecio con respecto a la fiesta y comenzó a hablar de su vida y sus estudios.
Sentía que tenía mucho que decir para actualizarme pero no era el lugar ni el momento. La música y los gritos se estaban tornando molestos.
Pensaba que podríamos ir a algún lugar más tranquilo, al fin al cabo, ninguno de los dos quería estar allí.

Antes de que pudiera hacer la oferta de escondernos en mi habitación, su prima se acercó muy feliz para alcanzarnos unos tragos. Dijo algunas palabras que no se entendieron muy bien y salió disparada de nuevo con los futbolistas.

Me dispuse finalmente a decirle a Young Jae.

Podríamos pasar un tiempo en privado y hablar, como lo hacíamos en las fogatas de aquellos veranos.
Era una de las cosas que más me gustaba de él. Siempre podías contar con su opinión o bien con su presencia.

Cruzamos la habitación y cuando estábamos por subir las escaleras, una chica rubia, muy entusiasmada y toda voluptuosa, tomó a Young Jae del brazo y lo arrastró hacia el patio exterior. Por la poca resistencia que puso, supuse que la conocía.
Me resigné. No iba a ir tras él. Ésta era mi última opción de pasar la noche con alguien.

Decidí subir a la habitación que me habían asignado. Podría ver algo de televisión o dormirme escuchando música tan fuerte que aplacara los ruidos de la fiesta.

Abrí la puerta de mi cuarto y encontré a dos personas teniendo sexo en mi cama. ¡Oh por Dios! Me espanté, pero ellos no se dieron cuenta de mi presencia. Cerré rápidamente la puerta y me quedé inmóvil recuperando el aliento en el pasillo.

Un idea cruzó por mi mente y me dispuse a ver el resto de la habitaciones. Con suerte alguna estaría libre para mí.

La última habitación de la derecha fue la única que no estaba cerrada con llave. Entré y vi una maleta en el borde de la cama. Sabía que estaba ocupada pero ya me había cansado de todo y me estaba empezando a marear.

De repente, sentí un sabor raro recorrer mi garganta. El fuego se propagó en mi estómago y una oleada de confianza me invadió. Algo andaba mal.
Mi arrodillé en el borde de la cama, me quedé respirando con dificultad y metí mi cabeza entre mis brazos.

En ese momento alguien abrió la puerta. No podía levantar la mirada pero por su voz me di cuenta que era Young Jae.

Tiró de mi brazo y me ayudó a incorporarme. Tomé asiento en la cama y él se sentó a mi lado. Pude notar que estaba algo nervioso también pero no me di cuenta en ese momento de lo que nos pasaba.

Young Jae extendió su mano sobre mi regazo, acarició sutilmente la piel que mi vestido dejaba al descubierto y me preguntó si me encontraba bien. La verdad era que estaba demasiado desinhibida como para no tener reacciones a su tacto. Nunca se me había cruzado una sola idea de Young Jae como algo más que un amigo pero perdí mi autocontrol e hice algo que no debí de haber hecho. Levanté mi mano, la posé en su hombro y lentamente la deslice por su cuello y lo tomé por detrás con fuerza, acercándolo hacia mí. Antes de que pudiera decir algo al respecto, había tapado su boca con un beso largo e impaciente.

Me sorprendió lo desesperada que estaba por él. ¿Era por él? Yo no era así, parecía poseída. Él no me detuvo. Creo que lo disfrutaba.

En cuanto me alejé rompiendo el beso, me tomó de la cintura y me recostó sobre la cama. No dijo nada, simplemente me miró e hizo una sonrisa sensual, de las que nunca le había visto a aquel chico dulce y tierno que había conocido. En ese momento ambos nos dejamos llevar.

Un golpe en la puerta me despertó de mi epifanía. Aún estaba cubierta con las sábanas blancas de la cama, así que volví a la habitación y me coloqué rápidamente el vestido de la noche anterior sin ropa interior. Corrí hasta la puerta y la abrí, ocultándome detrás de ella.

Mi gesto de sorpresa no pasó desapercibido cuando Young Jae clavó su mirada en la mía y luego la bajó hacia la bandeja de desayuno que llevaba en sus manos.

Tenía que dejarlo entrar aunque su rostro me revelaba una mezcla de vergüenza y complicidad. Había algo de la noche anterior que lo remordía y después de la charla que íbamos a tener, probablemente yo sintiera lo mismo.



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