Capítulo 1

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Hiromi caminaba por las heladas calles con su pequeño hijo en brazos, estaba triste, enojada y decepcionada, ella deseaba que Nagisa fuera una señorita, pero había nacido del generó masculino, ese género que tanto odiaba, que le hacía recordar a aquel que un día la abandonó, dejándola sola y con un bebé, al principio pensó en dejarlo en adopción pero antes de eso una idea cruzó su retorcida mente -Nagisa tiene la figura de una mujer, podré decirles a todos que es una dama, todos se lo creerán- pensó y comenzó a vestir y tratar a Nagisa como si se tratará de una niña frente a los demás, un año después en su casa también y era una queja del menor que su madre recurría a la violencia. Otro problema era que Nagisa no era para nada sociable, se alejaba de las personas y le aterraba mirarlas a la cara, siempre recurría a encerrarse en si mismo así el sentía que estaba al salvo y que no podría ver aquéllas escenas tan aterrorizantes.

Seguían caminando, Nagisa ya estaba despierto y caminaba de la mano con su madre, se detenía a acariciar a los perros abandonados o a recoger alguna ramita y hacer como si fuera una varita mágica o una espada. Una niña se chocó contra ellos, tenía unos grandes ojos verdes junto a un cabello peli-naranja -perdón- tartamudeo. Hiromi la examinó de arriba para abajo, llevaba un vestido beige de mangas cortas, una chaqueta gris y una bufanda roja, todas en un estado penoso. La chica se reincorporó y antes de que siguiera caminando Nagisa la tomó del brazo -devuelve lo que te has robado porfavor- dijo con una sonrisa amigable, la chica se sorprendió y pocos segundos después sonrió de tal manera que se le llegaban a ver los premolares y sus ojos se achicaban, le entregó la billetera violeta con estampados de gatitos a Hiromi, la niña se espero una golpiza como las que le daba siempre la gente a su hermano cuando le descubrían pero sintió una mano desordenar sus enredados cabellos -robar no es una manera de vivir- dijo la peli-azul de cabello corto -entonces lo que queda es que onee-san e Hinano ¿Mueran?- preguntó frunciendo el seño, la mayor soltó una risita - ven- dijo abrazándola haciendo que se exalté y en poco tiempo comience a sollozar.

- ¿Hinano?- preguntó un chico del mismo color de cabello que la niña saliendo de un callejón y viendo extrañado la escena, era raro que en Tokio las personas se apiaden de los niños como ellos. Kurahashi se separó rápidamente aún con lágrimas en sus verdes ojos, Maehara paso sus pulgares lentamente bajo sus ojos limpiándolas, Nagisa miraba atento la escena junto a su madre -vamos- dijo la mayor comenzando a caminar dejando atrás a los gemelos -vamos, hace frío y no quiero que se enfermen- dijo mirando a los niños, ellos intercambiaron miradas y apuraron el paso para llegar al lado de Hiromi, tenían hambre y frío, en lo que menos pensaban era en negarse.

Los años pasaban, las cosas empeoraban, o al menos para Maehara y Nagisa. Aunque Hiromi había cumplido el sueño de tener una hija, nunca había cambio la manía de travestir a Nagisa, y mientras más pasaba el tiempo más violenta se tornaba esta. Un ejemplo:

Hiromi y su familia terminaban de cenar - Nagisa, ¿ pediste el uniforme femenino?- éste sudo en frío - v-verás, n-no, y-yo quiero seguir usando el de a-ahora - dijo tiritando y con los nervios a flor de piel. La mujer se puso de pie y tomo lo primero que encontró, en este caso, una afilada cuchilla que hace pocos momentos era utilizada para cortar la carne asada que cenaban, Nagisa se apartó lentamente, pero los nervios hicieron que su cuerpo fallara y caiga. -Hina, ve a tu cuarto- la chica cabizbaja obedeció a su madre, pero antes de llegar su hermano la empujó - mierda Hinano! Tu eres la única que puede para esto- dijo mirándola con un semblante asqueado - no sientes pena por tu hermano?!- agregó exaltado, la peli-naranja comenzó a llorar - al parecer lo has olvidado- susurro - dilo en voz alta!- sentenció agarrándola del cuello de la camisa - ¿¡ has olvidado Osaka?!- gritó. Las lagrimas y los gritos de Hinano e Maehara se mesclaban con los de Nagisa.

A la mañana Nagisa estaba con muchas heridas y pálido, había perdido sangre, con suerte estaba de píe -"mátala ¿Cuando lo harás?"- Escuchó a Fuwa, o mejor dicho la chica de sus pesadillas, la odiaba, era una mente sádica y lo peor, solo Nagisa la veía, vivía en su mente y era realmente molesta -así no lo e visto- dijo mirándose las manos -cierto, morirá en otoño, atropellada por el bus, así lo habías visto. Maehara morirá de un paro cardíaco a los 80 años y Hin....- fue interrumpida por el llanto de Nagisa, sonrió de lado, era una sonrisa de satisfacción, adoraba hacer a Nagisa llorar o sentirse mal, de todas formas era la maldad de Nagisa, la mayor causa de sus miles pesadillas. -Cuando tu alma se canse, tomaré control de tu cuerpo- dijo en un tono frío - ríndete, acaba con todo esto, dame tu cuerpo que yo pongo el alma- dijo acariciando suavemente la mejilla del menor - no gracias, paso de tu repugnante idea- murmuró Nagisa y como pudo se puso de pie y camino hasta el cuarto que compartía con su hermana, abrió la puerta y se sentó en su respectiva cama, se secó las lágrimas hundiéndose en sus pensamientos.

Lo que ocultan tus ojos [Karmagisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora