Capítulo 2.

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Adam se detuvo a descansar y a recuperar el aliento. No es que arrastrar el canino fuera muy arduo, pero tener que agacharse mientras tiraba y caminaba por todas esas rocas y pendientes era un infierno para su espalda.

Mientras se inclinaba para tomar las mangas y continuar la caminata hacia su camioneta, oyó el chasquido de una rama al ser pisada por una persona. Automáticamente tomó su rifle.

―Si yo fuera tú no haría eso.

Adam se volvió cautelosamente para ver, a unos diez metros de distancia, a uno de los cazadores furtivos apuntándole con el cañón de un rifle. Mierda. Su mirada descendió hasta el guepardo para comprobar que todavía estaba tranquilo, no sabía si durmiendo o inconsciente.

―Solo quiero al lobo. Coopera y no te lastimaré.

Adamn frunció el ceño. Por lo menos su placa estaba en el bolsillo y no era visible. Ese pequeño pedazo de información probablemente habría hecho que le disparara en el acto.

― ¿Ésta es tu presa? ―preguntó casualmente―. La encontré a una media milla de aquí. Me pregunto cómo llegó un lobo a estas montañas.

El hombre se rió ligeramente entre dientes.

―Eso no te incumbe. Y sí, ella es mi presa. Te agradecería que retrocedieras.

Adam mantuvo las manos en alto para indicar que no era una amenaza mientras daba varios pasos hacia atrás. No valía la pena arriesgar su vida por un lobo herido, pero el hecho de que este idiota lo mantuviese a punta de pistola para reclamar su pellejo le molestaba en extremo.

El cazador se adelantó, indicando a Adam que se girara y le diera la espalda.

―Lanza tu rifle a los arbustos de allí ―ordenó―. Y continúa retrocediendo.

Adam se quitó la correa del hombro, envolvió su mano alrededor de la culata y arrojó el arma, tan suavemente como pudo, hacia el monte.

―Ahora de rodillas. Manos en la espalda.

Adam apretó los dientes, pero lo hizo.
Unos momentos más tarde, Adam sintió una cuerda quemar alrededor de sus muñecas cuando el cazador le ató las manos.

―Por si acaso tienes la idea de ir por tu arma ―murmuró el hombre.

Hijo de puta. En qué lío se había convertido todo esto. Y todo porque se sentía mal por un lobo de mierda. Un perro que ni siquiera debería estar en sus montañas.

Adam tiró de las cuerdas que rodeaban sus muñecas mientras veía como el cazador regresaba hacia el guepardo. Él se detuvo y, cautelosamente, utilizó el cañón de su rifle para empujar al felino.

Al no obtener respuesta, el cazador se relajó. Después de un rápido vistazo en la dirección de Adam y decidiendo que aparentemente no era ninguna amenaza, el cazador se puso el rifle al hombro, se inclinó hacia el lobo y le tocó en la nuca con la mano.
El lobo se abalanzó hacia arriba, golpeando al hombre y haciéndole caer sobre su culo. No le dio tiempo a reaccionar. Se lanzó sobre él antes de que pudiera recuperar su arma.
Ella se aferró a su mano, y sus gritos llenaron el aire. Adam vio con fascinado horror como ella trataba al hombre como a su juguete para masticar. En un momento dado, el hombre se alejó, encogiéndose en una bola de protección.

El lobo siseó y trazó un círculo a su alrededor, preparado para saltar de nuevo. El hombre se puso de pie decidiendo, evidentemente, que prefería morir corriendo. Para sorpresa de Adam, el guepardo no hizo ningún esfuerzo para perseguirlo. En su lugar, volvió su mirada dorada hacia Adam.

Una profunda inquietud erizó su espalda. Él estaba tan vulnerable como un pavo atado para Acción de Gracias.

El lobo se situó detrás de él, y Adam sabía que no tenía mucho sentido tratar de levantarse y echar a correr. ¿Una carrera con un lobo? Sí, seguro que tenía una oportunidad real de ganar. Se puso tenso cuando sintió sus dientes cerca de sus manos. Esperó, preparado para el dolor, preparado para hacer cualquier cosa para defenderse.

Golden.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora