Shuriken casera

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Cuando niño, fui siempre un pendejo conflictivo. En parte porque nunca he sido de mucha paciencia, porque me hacían bullying (era una nube, hueón!) y porque siempre me decían en mi casa que me agarre a golpes si me molestaban.

Iba en primero básico cuando me molestaban porque era súper gordo, y viendo mi absoluta desventaja física contra los agresores, decidí un día que era hora de llevar las cosas un poco más lejos.

Toca recreo, me levanto de mi asiento y escondo en mi chaleco una escuadra con la punta quebrada que tenía mi profesora en su mesa. Tanto ver Naruto y tanto desear hacer algo violento algún día me dieron ganas de ver qué pasaba si la usaba como defensa.

Siendo el gordo rechazado de la clase, jamás jugué fútbol con mis compañeros y estando apartado del grupo, con mi cuerpo obeso sudando bajo el sol, llegaron mis agresores. Sostengo mi arma bajo la chaqueta, como si fuera el objeto más preciado de mi mundo.

—Wena, po' Puerco Potter, cómo hai' estao' chanchito Piggy...— grita uno, recuerdo bien que se llamaba Lucas. No ignoro.

—¡Cállate, déjame en paz!— grito, inocente e inofensivamente. Siempre fui sensible y a esas alturas del altercado estaba llorando.

—¿O qué, ballena con lentes, me vai' a comeeeer?— grita su compañero, ambos más altos y corpulentos que yo. Estallan en carcajadas.

Fue la gota que rebalsó el vaso. Saco de mi cotona el arma letal y la enseño, acercándome con ella a paso firme.

Algo debo haber tenido de aterrador, bañado en lágrimas, todo rojo y con un arma cortopunzante en la mano, el par de pendejos hincha hueas sale corriendo. Aprieto los dientes. Ya no más dejarla pasar.

Sostengo mi estrella ninja por la parte del mango, dejan de correr y se voltean. Es el momento.

Todo el dolor, los insultos, las burlas, las risas y colaciones robadas, todo el odio y el autodesprecio por mi temprana obesidad se volcaron en el lanzamiento más metahumano y aerodinámico que recuerdo haber hecho.

La escuadra punzante sale disparada de mi mano de empanada, girando sobre sí misma varias veces y describiendo un arco verde en el cielo, se acerca a uno de los matones y finalmente le atiza.

El impacto fue sensacional, incluso llegó a salir algo de sangre del choque con la parte filosa, el Lucas se llevó un tajo por todo el pómulo, rozando el ojo que por milagro no recibió daño alguno, manando sangre de una forma increíble. El proyectil quedó botado fuera del colegio, el choque hizo que rebotara y saliera de la reja.

De aquí, todo se vuelve nebuloso. Recuerdo que las emociones y el horror me dejaron de rodillas al suelo, que una inspectora vió todo, que la enfermera intentaba controlar la hemorragia, que me llevaron con la psicóloga y los orientadores e inspectoría. Recuerdo al director llamando a mi mamá y su cara de desesperación al verme, donde sólo le preocupaba que yo estuviera sin sanciones mayores.

A Lucas lo llevaron a la clínica, por suerte solo fue herida superficial y sin daño al ojo, en 5 días volvió al colegio y yo quedé suspendido una semana.

Finalmente mi familia no me dijo nada porque, en proporciones bíblicas, sólo hice caso a su consejo de autodefensa.

El tipo se fue del colegio a fin de año y por 3 años nadie volvió a hacerme bullying.

Ah, y la escuadra nunca supe de donde la saqué ni jamás la encontraron.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2016 ⏰

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