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Su cuerpo yacía exhausto sobre la cama, en medio de sábanas revueltas, besos extintos y ansias por una señal. Intentaba acompasar su respiración a un ritmo normal, mientras observaba al chico frente a él subirse los pantalones, trazando esa visión ya tan recurrente desde hace unos meses. Instintivamente, entrecerró sus ojos enfocándose en su objetivo, y no pudo evitar pensar en lo atractivo que alguien podía llegar a ser. Era casi ridículo. Un jadeo subversivo quiso escapar desde lo más profundo de su garganta con sólo observarlo; Y es que a pesar de que hace tan sólo un par de minutos sus dedos ávidos estuvieron viajando vertiginosamente por ese sugestivo cuerpo, aún querían más. Esa exótica piel canela, ligeramente perlada de sudor, pedía a gritos mordiscos y lamidas impropias de él, pero que de igual manera se había deleitado hacer. Esa pequeña marca roja cerca de su ombligo era clara prueba de ello.

La sensación de quemazón había vuelto a él para devorarlo, y su arduo trabajo por controlar el aire en sus pulmones se estaba volviendo inútil, sin embargo, ahora no tendría a nadie quién le ayudara a quitar su naciente excitación. Suspiró con resignación.

—¿Ya te vas?

Ni siquiera sabía porqué se tomaba la molestia en preguntar. La respuesta era obvia. Últimamente siempre era lo mismo. Fue un acuerdo tácito entre ambos, pero su ilusa esperanza nunca quería morir, y a pesar de que siempre terminaba preguntando aquello nunca era lo que realmente quería decir. Abría la boca con una intención clara y sus nervios lo traicionaban a último minuto, siendo el jodido cobarde que era.

—Sí.

Responde el chico sin siquiera voltear a verlo. Kyungsoo no se atreve a sentirse decepcionado u ofendido, ya que desde el comienzo supo muy bien las reglas del juego y ya era tarde para replicas. No obstante, cada vez que el moreno se iba, no podía evitar el gran vacío que se formaba en su estómago, mientras que su mente lo aturdía con un «Dile, vamos dile».

...quédate.

Conoció a ese chico un día que fue arrastrado a una fiesta por un persistente Chanyeol. Hace semanas que no se divertía un viernes, ya que la universidad parecía querer absorber hasta su alma, con miles de proyectos y presentaciones en un período de tiempo enfermizo.

La mayor parte de esa noche había estado muy tranquila entre risas, bailes, alcohol y las tonteras de siempre de sus amigos, hasta que su visión fue capturada por una esbelta figura que acababa de llegar al recinto. Al instante sus enormes ojos fueron testigos de como algunas chicas y chicos se colgaron al cuello del recién llegado nada más poner un pie en el lugar. Kyungsoo normalmente habría ignorado la escena, catalogándola, con algo de resentimiento, tan sólo como la llegada del niño lindo que todos deseaban, de no ser porque el chico clavó su oscura mirada en él en cuanto llegó. El más bajo casi escupe su bebida cuando se percató de ello, y sin saber la razón de pronto comenzó a sentirse algo acalorado. Quiso atribuir aquello al alcohol en su sangre, al ambiente saturado por el incisivo humo de cigarrillo y el húmedo calor humano de la gente bailando, y no a esos ojos que lo veían como si se lo fuera a devorar en cualquier descuido.

Durante las siguientes horas sólo atinó a aflojar maniáticamente el cuello de su camisa en un intento de que el aire corriera por su cuerpo y a beber cada vez que su vaso mágicamente volvía a estar lleno. De reojo observó al chico, sin poder evitarlo, y en varias ocasiones toparon, conectaron y colisionaron miradas, sin importar que el moreno estuviera o no, prácticamente comiendo a besos la cara de su acompañante, que encima de todo, resultaba ser diferente cada vez que miraba. Era una sucia perversión y se sentía como un jodido depravado, pero Kyungsoo juraba no tener la culpa, sino que la era de aquel desconocido que le estaba alterando la fiesta con sólo una mirada.