Cada una en su lugar.

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Después de la última relación, en la que tan mal me fue, prometí no volver a enamorarme. Y no lo hice. Ni siquiera me enganché con nadie. No porque no tuviera con quién, sino por pura y exclusiva decisión propia. No quería volver a sentir nada por nadie, porque en mi mente estaba la idea de que nada es para siempre, y cuando algo se termina se sufre, entonces antes que sufrir prefería ni empezar. Y por esa misma decisión lastimé a los que sí se engancharon conmigo. Me reí de sus sentimientos y hasta jugué con sus ilusiones. No con malas intenciones, sino porque me gustaba sentirme deseada y hasta querida. Tener a alguien a quien le gustes, alguien que te desee, alguien que te quiera, alguien que se preocupa es una hermosa sensación.Pero yo no quería devolver lo mismo, y terminaba hiriendo a los demás. El problema era que no era divertido herir a la gente, no era divertido el hecho de escuchar declaraciones que no eran para nada compartidas. No era divertido romper corazones.

Terminé eligiendo chicos con novia, quienes me deseaban un rato, me querían un rato, yo les preocupaba un rato, y después chau, si te he visto no me acuerdo.

Sin declaraciones, sin corazones rotos. Sólo "amor" de a ratos y, lo más interesante, en secreto.

Hasta que llegó él, que ya me tenía a sus pies antes de hablarnos, que lo conocía de hace bastante pero él tenía a su novia y yo a mi novio, y con el cual nunca cruzamos más que miradas.

Apareció cuando yo ya estaba sola, con sus intenciones, y negarme fue lo último que se me podría haber cruzado por la cabeza.

Nos vimos una, dos, tres, veinte mil veces. Hasta que se volvieron regulares las escapadas juntos. Siempre a escondidas, de noche, cuando nadie se podía imaginar que estabamos haciendo lo que hacíamos. Hablábamos por la mañana, cuando ella no estaba, y nos contábamos cuánto nos deseábamos. Y por la noche nos encontrábamos en algún lado dónde nadie nos pudiera ver.

Y un día todo se fue a la mierda.

-Tenemos que hablar. -me dijo con un tono serio que creo que jamás le había escuchado usar conmigo.

-Uy cuánta seriedad che! -y la seriedad no era lo mío, menos cuando estaba con él que me hacía sonreír más que cualquier otra persona.

-En serio... tenemos que dejar de vernos.

Y ahí me hizo el click la cabeza.

-En serio decís? -y de repente no me costaba tanto ponerme seria.

-Sí... esto ya no se puede. Yo me siento mal, esto no está bien. -(Nunca lo estuvo, nunca de las 20mil veces que nos vimos estuvo bien).

-Está bien. -y solté una risa de esas que me salen cuando algo me pone incómoda o nerviosa, y no sé qué decir.

-Ya nos estamos viendo muy seguido, y para mandarme tantas la dejó y ya está. -(No sé por qué no lo había hecho todavía. Bah, sí sé, ella era la que él había elegido para pasar su vida entera.)

-Está bien, no hay drama, tenés razón. -Hacerme la superada siempre me salió perfecto.

Y le dí un beso porque no sólo no quería escuchar más eso sino que quería aprovechar los últimos momentos con él.

Después de hacer el amor (¿hacíamos el amor?), lo besé un poco más y me fui a mi casa.

Cuando llegué no sabía de dónde me salía tanto llanto. No entendía por qué lloraba. Si sabía que las cosas eran así. Si sabía que él tenía a su mujer, sabía que no la iba a dejar y sabía que yo jamás iba a ser la primera en su vida.

Me endulzó tanto con sus palabras, que sin darme cuenta volví a encender el interruptor de los sentimientos.

Me había hecho lo que yo le hacía a los demás.

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⏰ Última actualización: Sep 15, 2016 ⏰

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El corazón roto de una rompecorazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora