Prólogo.

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  Yo creía profundamente que todos teníamos un karma y, él era definitivamente mi karma.

 Digamos que la escuela nunca me había parecido especialmente interesante. Era lo mismo todos los días. Las chicas iban vestidas de acuerdo con su estereotipo preferido (el cual, en la mayoría de las veces, era seguir una moda impuesta por las fresitas) y los chicos seguían actuando cómo si el tiempo no pasase. No fue hasta la clase de biología que me di cuenta que las cosas estaban por cambiar completamente. 

 El señor Mellark estaba explicando algo a lo que nadie estaba prestando completamente atención. Al ser el segundo día de clase nadie tomaría en serio a ese pobre enano. 

 Yo me sentía completamente traicionada por mi amiga, quién a último momento decidió sentarse por el resto del año con su novio, Steve. En consecuencia me sentaría todos los días sola y tendría que hacer por una vez en mi vida los trabajos de la materia. O eso creía hasta que la puerta se abrió.

—Tarde, Brooks. 

Él solo guiñó el ojo y yo me revolví en mi asiento.

—Por ser el primer día se lo dejaré pasar. —Rodó los ojos—. Pero que no se vuelva costumbre. 

Brooks sonrió satisfecho. No  pude dejar de mirarlo, era simplemente... perfecto.

—Siéntese donde haya lugar. —Esperó que haga algo, pero él se quedó quieto— Rápido. —Dijo con más autoridad.

Entonces Brooks examinó el aula y establecimos contacto visual. El profesor continuó hablando.

Mierda, mierda y más mierda, el chico se aproximaba con rapidez. 

Sentí el calor en mis mejillas y rogué al Cielo y a todos los Santos para que no esté roja. Pero claramente lo estaba.

Aiden estaba al lado de mi escritorio sosteniendo su mochila con  una mano y enarcó una ceja. 

Sabía que estaba roja. 

Ignorando eso, señaló el asiento a mi lado y yo sacudí la cabeza frenéticamente. Se acomodó allí y yo me sentí estúpida.

Por favor, tenía quince años, dentro de poco dieciséis y aún así no sabía cómo empezar una conversación con un chico. Patética. Por suerte, a él no pareció molestarle.

—Soy Aiden Brooks, por cierto.

¡Cómo siquiera se le ocurría que no sepa quién es! Era Aiden Jodidamente Sexy Brooks, desde primer año sabía que si había una imagen de la perfección era sin duda él.

Yo sonreí. Antes de que pudiera decir mi nombre el profesor interrumpió.

—¿Algún problema Brooks?

—Ninguno, perdón. —Respondió.

Él no volvió a hablarme el resto del día, pero yo lo miré disimuladamente el resto de la clase.

Cuánto más lo miraba más perfecto me parecía, tenía que encontrar un error, algo. Pero no. Era simplemente él y su perfecto rostro. 

Entonces lo entendí. Pensé en todos y cada uno de mis ex, de los ex de mis amigas, mis crush y los suyos, los de cada una de las chicas del instituto y por fin lo entendí. Había una ecuación para descubrir porqué eran perfectos y yo estoy aquí para explicarles. 

Prepárense, porque voy a decirles lo que nadie les mostró antes: la anatomía de un crush.




La anatomía de un crushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora