La mejor parte de ser considerada peligrosa por la CIA, definitivamente es que me llamen a las tres de la mañana para que vaya a la base central. Sí...
Luego de la llamada de Bill, me levanté a duras penas, intentando no despertar a mi abuela y Bringhton, mi perro. Rápidamente me vestí y saqué mi mochila, para luego tomar el autobús.
Al salir, todo estaba oscuro. De no ser por mis condiciones, creo que me habría asustado mucho, pero es lo que hay. Cuando toqué la calle, salí corriendo rápidamente, con la esperanza de que sea lo que sea para lo que esos idiotas me hayan llamado, terminara rápido.
Curiosamente, correr me hace sentir libre. Sentir el viento en mi cara, como si fuera un pájaro que sólo quiere volar. Pero bueno, este pájaro de todas maneras está enjaulado.
Y tiene sueño.
En Langley no es muy recurrente que un autobús pase a mitad de la noche, pero por milagro de la vida, luego de esperar diez minutos en la parada de autobuses, ví uno que se acercaba a mi dirección. Reconocí la patente. Entré y, como supuse, no había nadie.
— Qué onda, Joe— Saludé como siempre al chofer.
— Soy Tom. Sabes... Estoy pensando cada vez más seriamente la posibilidad de que te escapas de casa a la mitad de la noche para drogarte.
— Como digas...
El chofér ya era casi mi amigo, considerando mis límites, pues yo era su pasajera más recurrente.
Bueno, supongo que no fui muy simpática, pero hice lo que pude. No porque fueran las tres de la mañana, sino porque generalmente... no me gusta la gente.
Y no, tampoco soy una hermitaña de la vida. Es más, creo que les hago un favor. Nadie sabe lo peligroso que puede ser estar cerca mío. Ni siquiera yo, pero la verdad no quiero intentarlo y ver cómo hiero a la gente.
Mi mejor amiga Tess es una excepción. La primera vez que me habló fue en el preescolar, y desde entonces, nunca más se separó de mí. Incluso cuando soy una gruñona que la trata mal. Me agrada y no quiero dejar de estar cerca de ella, pero a la vez sí, porque me agrada y quiero que este segura.
Así de fácil.
Luego de aproximadamente quince minutos de recorrido, le dije al chofer que me dejara aquí. El hizo caso y paró el autobús.
— Tú sí que eres rara, chica. Pero me agradas.
— Nos vemos, Greg.
—¡Soy Tom!
Al salir del autobús, sentí el frío atacarme como si fuera su presa. Eso me dio una idea, y corrí. Corrí lejos, por el camino de tierra, alejándome de todos los humanos, y acercándome a todos los deshumanizados. El cuartel de la CIA estaba justo enfrente de mis ojos. Un guardia salió de la cabina de vigilancia para inspeccionarme cuando el foco de alta potencia se encendió.
— ¿Quien anda ahí? — Dijo inútilmente apuntándome con un arma. Idiota.
Con un simple movimiento de manos, hice que todas las balas se cayeran al piso, dejando al inútil desarmado. En realidad, entre nos, lo de la mano fue solo para el dramatismo. Pude haberlo hecho sin moverla, pero vamos, me sentía como en las películas de Hollywood. Me acerqué unos pasos hasta que la luz del foco le permitió al guardia reconocerme.
— Beth, querida, sólo tenías que decirme tu nombre—Me dijo Robert mientras recogía bala por bala.
— Y tú solo tenías que dejarme en paz, pero las cosas nunca se dan como deseamos, John.
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Beth.
Science Fiction"La creencia en una fuente sobrenatural del mal no es necesaria; el hombre por si mismo es muy capaz de cualquier maldad" ―Joseph Conrad. Beth McCollins. ¿Que se puede decir de ella? Nada. Nadie la conoce. Pero al parecer, alguien desafía e...