Hello

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Me cuelo mi chaqueta roja, como cualquier otro día. Me miro al espejo. Veo a esa rubia con placa de sheriff, pero no a una salvadora. Y no entiendo como los demás pueden verla.

Yo solo veo a esa niña huérfana asustada, que lloraba porque no comprendía por qué nadie la quería, que intentaba ser suficiente, que no lo lograba... Y ahora ellos me han colgado una medalla y exigen que sea su salvadora. No sé cómo hemos llegado a esto; cómo pueden olvidar tan fácilmente el pasado. Yo no puedo.
Incluso Regina parece haberse redimido. Parece ser feliz, haber encontrado un modo de dejar de odiarse a si misma al mirarse al espejo. Pero yo no.

No importa cuantas veces me repitan que soy especial. Yo sé que no es así. Soy normal y corriente, estoy por debajo de la media. Ellos son héroes, todos ellos.
Regina también lo es, al menos para mi. Ella me ha demostrado que las cosas pueden cambiar a mejor si de verdad te esfuerzas. Y esa es la única razón por la que no he tirado la toalla, ella. Aunque en el fondo sé que no soy tan fuerte como ella, yo no podría abandonar el pasado y vivir el presente.

Oigo a mis padres murmurar algo en su habitación, pero no le doy importancia.

-Me voy a ver a Henry.- Informé abriendo la puerta de casa.
Eso era mucho mejor que decir que a quien en realidad iba a ver era a Regina. En momentos como estos la necesito a mi lado. Es la única amiga que tengo, y aún no sé por qué no huye como los demás.
Lo que tengo claro es que ella es la única que puede entenderme. Aunque no lo haga, porque yo no le cuento mis problemas. Yo siempre finjo que todo va bien, que estoy bien. Pero estar a su lado me hace sentir mejor, porque no tengo que ser una salvadora, tan solo tengo que ser Emma. Poner una sonrisa tal vez, pero lo demás es todo natural.

No me respondieron, pero no me extrañó. Deben de tener cosas más importantes que hacer.

Recorrí las calles de Storybrooke con las manos en los bolsillos. Siempre intento pasar desapercibida, porque no pertenezco a este lugar. Ni a este ni a ninguno. No es mi ciudad, no es mi familia. Son un montón de extraños que viven sus vidas esperando que les devuelva los finales felices a todos.
Debería dejar de intentar encajar.

Me fijé en el modo en el que Ruby sacaba el cartel con el menú a la acera. Era raro en ella, incluso iba abrigada.

-¿Estás bien?- Me atreví a preguntar.

-Ruby...- La abuelita asomó por la puerta de la cafetería. -Deja eso, vamos...hoy puedes tomarte el día libre...-

-¿Lo ves?- Intenté animarla.
Ella se quitó el delantal y lo tiró encima de una mesa antes de largarse algo tensa.

Seguí caminando hasta la calle de la alcaldesa. Allí el día pintaba igual de gris que en el resto de calles, pero yo sabía que Regina lo iluminaria un poco.

Me planté frente a su casa y dudé si era una buena idea molestarla a primera hora de la mañana. Pero lo necesitaba. Necesitaba que alguien me dijera que el peso del mundo no descansa en mis hombros.

Pasé hasta su porche y me paré frente a la puerta. La verdad era que esta mansión imponía bastante. Era enorme, digna de una reina. Pero yo sabía que la verdadera Regina no era tan temible como todos pensaban. Se escondía bajo su coraza de sarcasmo y superioridad, pero en realidad no se creía mejor a nadie. Nos auto-levantabamos el ánimo la una a la otra.

Golpeé la puerta tres veces seguidas, sin llamar al timbre para no despertar a Henry.
Esperé unos minutos, pero nadie contestó. Tal vez era demasiado pronto. Volví a llamar una segunda vez, y sentí sus pasos al acercarse.

Abrió la puerta con la mirada gacha y sin ánimos. Agarraba un pañuelo en su puño a la altura de la boca y sobrió triste.
Puede que no fuera un buen momento.
Alzó su mirada melancólica y de fondo rojizo, con algunas ojeras causadas por la falta de sueño y los labios pegados y sin pintar.

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