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Una mañana como cualquiera me desperté con ganas de hacer algo distinto de lo que hice ayer y de lo que quiero hacer mañana.

Sencillamente quería cambiar el rumbo de donde estaba llevando mi vida - están eran las primeras frases que Tamara escribía en su libreta antes de que tomar su maleta y comenzar a empacar.

El hogar donde ella habitaba (claro si donde vivió los últimos 18 años, se le puede llamar hogar), solo era destrucción, una madre que vivía trabajando por mas de 10 horas diarias y que cuando llegaba solo podían escuchar gritos de su parte, un padrastro que solo pasaba en aquella casa como un objeto, y los hijos de este que eran igual a él. 

Tamara había sufrido tanto desde que tenia noción, su único lugar seguro eran sus dos mejores amigas, pero eso también estaba acabando cuando en un momento se sintió excluida, su vida en sí, era solitaria, y la luz que en algún momento ella trasmitía se estaba apagando. Mientras recogía sus ultimas pertenecías, sus últimos y mas crueles años pasaron por su mente, no se consideraba fuerte pero hasta ahora no podía creer como había podido soportar tanto. 

Era alguien con dos personalidades, las pocas amistades que aun tenia la conocían con alguien con esperanzas y que siempre veía algo positiva ante cualquier situación, con su sonrisa y sus abrazos aplastantes, en cambio su familia conocía esa otra parte, alguien rencorosa, sin miedo a herir a los demás, fría y que el mayor tiempo pasaba enojada con todos a su alrededor. Pero realmente quien la conocía, realmente quien es la verdadera Tamara.

Lo ultimo que coloco en su maleta era su libreta, en donde iba a redactar su nueva vida que estaba por comenzar, con una pequeña y nostálgica sonrisa cerro su maleta y giro para ver el cuarto vacío, ese cuarto que tanto había escuchado sus lamentos, sus reclamos al cielo, sus llantos y sus gritos que jamás fueron escuchados por los demás. 

Ahí acababa todo, porque durante todos los anteriores años y al inicio de este, solo tenia una decisión que cumpliría, no volvería a esa casa y mucho menos volvería a sufrir. 

De ahora en adelante sonreiría, bailaría, jugaría y por encima de todo seria feliz. Tomo sus maletas y salió de casa, nadie la despidió y eso era lo mejor. Tomo un taxi hacia la terminal de buses para que la llevara a su nuevo destino.


Sobre su cama quedo dos papeles, uno de ellos decía: GRACIAS; y el otro era  una carta dedicada a su madre.






DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora