Capitulo 8

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Zacarías:

A veces me imagino mentalmente. Echado boca abajo, en mi cama, pensando en todo. Pero luego abro los ojos, me encuentro sentado, frente a un escritorio, un papel y lápiz. No tengo tiempo para pensar en mi cama... Ya no. Otra vez trato de escribirle cartas.

Todo esta muerto, marchito, irónicamente, todo, menos... Ella. O al menos su recuerdo.

Era lógico, simple concepto mental, volverme un idiota, intentar recuperarme, hacerlo y caer de nuevo. Pero entonces, no creo que me haya recuperado, porque no me caería otra ves ¿no?, eso significa que, cuando en verdad nos hayamos recuperado de los trastornos, es cuando ¿morimos? Tal ves sea eso, tal ves pienso mucho las cosas, tal ves por eso caigo, por eso la depresión, las largas noches, los segundos de días buenos. Si, tal vez sea eso, o podría ser, que en realidad no pienso, tal ves no caigo, tal ves no tengo depresión, y los días y las noches son netamente normales, tal ves... Sólo finjo que algo o alguien me importo.

Muevo mi cuerpo, pero en realidad no parece mío, tampoco parece que le mandara, sólo veo el mundo siguiendo los pasos de alguien, siguiendo sus ordenes, siguiendo... No sé, creo que estoy tocando fondo. Algo para divertirme. Tal vez, debería verla, echarle una ojeada.

El cuerpo que me tiene confinado, se levanta, camina entre los pasadizos de antes, ¡Qué glorioso!, ellos siguen ahí, no se quejan, debería ser como ellos, debería no sentir, su puerta, no, la puerta que la mantiene encerrada, cautiva, sí, exactamente, si fuera suya, entonces no la dejaría ahí, con miedo, frustración y pánico, aunque las cosas no son leales.

¿Qué es lealtad? Debería buscarlo en google, tal ves me salga algo profético que tenga que ver con la humanidad y todo lo demás que la gente dice para sentirse mejor, tal ves sólo es un concepto mal formado, una palabra sin su verdadero significado, una palabra vacía.

El cuerpo abre la puerta y entra al calabozo, se desliza al costado de la puerta, pero algo sádico se desprende de mi, se acomoda al frente, se acomoda y la ve dormir, yo también la veo, pero a mí me gusta más despierta, cuando tiene miedo por ejemplo, me agrada, se sumerge un instinto que mezcla mi pesar con la alegría, a la bestia que contrala el cuerpo también le gusta su expresión de horror.

Se acerca, su mano al contacto del sol se quema, pero creo que acercarse a ella es lo que le daña, le afecta. Unos ojos opacos se abren pestañeando, pero de un milisegundo a otro estos se espantan. La puedo ver, a pesar de la capucha, veo su miedo, siento sus latidos tamborileando contra su pecho, el sudor frío, siento como sus pestañas se cierran intentando no ver la escena, como le recorre la adrenalina por todas sus venas y combate con el horror, sí, la siento.
Mantengo, mantenemos-el monstruo y yo- la mano en su quijada, ella la aparta, sus manos agarradas por cadenas sin ningún escrúpulo, el pelo ondulado se le pegaba al cuello por el sudor, tenía un pañuelo rodeando su boca, tal ves por eso su emocionante sarcasmo no hacia flote.

— ¿Qué quieres de mi? — apenas le quite la tela preguntó con rabia — responde ¡¿qué eres?!— mi cuerpo se deslizo hasta el techo a penas oímos el estruendoso grito, a una esquina, mis pies treparon por la ventana que había y rejilla para las armas. — sal, no te escondas bestia— aquellas palabras, si tan sólo no las hubiera dicho, creo que sin duda, habría podido con el susodicsa.

— ¿Bestia? — el sonido salió de mis cuerdas vocales, pero era diferente, cuando él decía algo, había un fondo, un hoyo amargo en las palabras. Baje, cayendo de pie, siempre lo hago, me acerque a ella, con la rapidez característica de él, y sin ninguna autorización mía, la levante haciendo que le dolieran las muñecas.

— Déjame — me incline hacia ella, él estaba de acuerdo, tenerla cerca, contaminando su aire, mis labios se mezclaron con los suyos, pero mis dientes pidieron otra cosa. Mordí su labio inferior, su sangre, el liquido, se mezclo con la saliva, apreté su boca con la mía, se negaba, pero él no se retendría, la manejaría, igual como a mi.

— No convoques a lo que no quieres cerca — tenía miedo, lo sé, seguía teniendo la capucha cubriéndome la mayor parte de la cara, pero no importaba. La besé, estoy seguro que esta ves estaba siendo yo, mi lengua entro irrumpiendo su boca, acomode mi cuerpo más pegado al de ella.
La besé, la besé, la besé, la amé, lo admito, pero el también lo hacia y no era lo que yo quería.

— ¿Qué quieres? — preguntó cuando a penas mis labios se rosaban con los de ella. Era tan excitante, que sus labios se movieran así, mi dedo pulgar se dirigió hacia sus comisuras.

— ¿sólo preguntas cosas tan insignificantes? —el sol salía, se había retirado, la bestia se fue con las tinieblas.

Giro hacia la puerta, ¿volver? ¿Aburrirme más? No. Deslice la capucha hacia atrás, y voltee hacia ella, su cara se volvió una asustada, con sus ojos hermosamente abiertos, estaba respirando más deprisa, había conseguido que me temiera.

— ¿Zacarías? Tú, ¿eres un...? — preguntó algo traumada por la situación.

— Se supone —  mire con diversión sus pies descalzos.

— Eres un idiota — gruño entre dientes.

— ¿Así? — me acerque más, y ella solo fijo la mirada a otro sitio— sólo por ser como soy, no. Idiotas son los que creen que pueden seguir con sus vidas, esos merecen morir, merecen hundirse en el infierno — ella me miro directamente, estaba llena de furia, lo sabia, me divertía.

— ¿Y tenias que matar a una niña? —  mi parte sombría, la otra, la que no era dominada por el monstruo, salió.

— Era lo mejor — comente irguiéndome — es lo mejor.

— No,— negó con la cabeza repetidas veces — nunca será lo mejor, asesinar nunca lo es, y menos como lo hacen ustedes — sus dientes castañeaban de ira.

— ¿Asesinar? — inquirí — no, ellos lo hacen, yo sólo quiero... — trate de pensar la explicación más concreta que se me pueda ocurrir.

— Tú estas loco — agregó ella mirándome con desprecio e indignación.

— Posiblemente, pero ¿quién no lo esta? — la agarre de las manos — dime Cris, ¿tú estas cuerda? — trago saliva. Ya lo sé, ella no lo esta.

— ¿Por qué lo haces? Dime la razón — su suplica, hay santo cielo, hacia que quisiera contenerla para siempre de tal forma.

— ¿por qué? — quería mostrarle, pero sólo funcionaria si lo convocaba de nuevo — porque... — ya no era yo, otra ves mi parte sádica, de nuevo su esencia pura salió de mi, convirtiéndome en otra persona — la humanidad así lo pide,— agrego estrujándole las muñecas contra el acero de las cadenas— ella misma se condena, se masacra así misma, yo más bien, los ayudo— arranco de un movimiento las cadenas pegadas a la pared.

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Where My Demons HideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora