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Se acordaba de como lo había conocido. Sus padres la habían llevado a ella y a su hermano mayor al castillo para dar presencia delante del rey y llorar la perdida de la reina. Su madre la había bañado en la cubeta de agua, como hacia siempre cuando ella era pequeña. Se había puesto un vestido sencillo para no entonar en la sala del trono, largo y de un gris negruzco como la niebla al caer la noche. Se acuerda de como había jugado con sus mangas caídas mientras le trenzaban el pelo castaño en una corona. Esa mañana su pelo parecía brillar con el distinguido tono cobre que pocas veces había visto. ''Un mal dia para que me brille tan hermoso el cabello'' había pensado mientras se veía reflejada en el cristal de la ventana.

El camino a palacia había sido cubierto de cientos de personas, todas mas calladas de lo normal y portando sus trajes de luto, pero con cabellos refinadamente recogidos y trenzados.

Todos lloraban la perdida de la reina Anabell, pero ningúna oportunidad de ir a palacio era poca como para no arreglarse. En ese momento, Suzzete quiso soltarse el cabello y enredarlo con sus manitas. ''Nadie debería verse bien cuando una persona tan bondadosa y bella como lo era la reina Anabell se había ido a manos de la muerte, al otro mundo''. Sus padres la miraron con ternura a los ojos.

Cuanto mas tiempo pasaba y menos pasos los separaban del castillo, peor se sentía ella por ir tan emperifollada. Su padre, que la entendia como nadie, la cogio en brazos y la poso en su cadera. ''Razón no te falta, corazón mio. Seguramente ahora eres la persona con mas bondad de todo el reino'' dijo su padre, refiriéndose a la muerte de la reina. ''Pero entiende amor, que seria, del mismo modo, una insulto no arreglarse para ir a ver la rey a su propia casa''

Suzzete, al oir las palabras de su padre, solo quiso sin embargo, arrancarse las cadenas y aros de los dedos con mas brio. Su padre, que bien la conocía, se hizo una basta idea de lo que pensaba su hija, y a modo de complacerla le ofrecio una solución. ''Pero, por otra parte, tus palabras son ciertas, y no seria si no un modo de ofensa, arregralse tanto para ver a un difunto. Hagamos una cosa. No cambiaremos el peinado ni ensuciaremos nuestras ropas, pero tampoco lucireis joyas tu madre y tu.'' Su madre que estaba de acuerdo, ya que pensaba como su madrido y su hija, se desprendio de los pendientes las gargantillas y los annillos, a excepción del de boda, y los metio en los bolsillos que portaba su enagua.

Suzzete hizo lo mismo, sin esperar un segundo, hizo caso a las palabras de su padre y embutió en el bolsillo de su vestido, el colgante, los dos anillos  y los aretes de sus orejas dentro.

Y asi llegaron a palacio, entre un cumulo de jente bien vestida y emperifollada, destacaban mas por su sencillez que por portar voluminosos accesorios.

Todo el reino estaba a las puertas de palacio. Su familia hacia ya horas- le parecían a Suzzete- que habían atravesado las murallas. Pero aun había mucha gente delante de ellos.

Para matar el tiempo, su hermano Tobías y ella hacían juegos de manos y observaban a la gente a su alrededor. Había una mujer,unos pasos mas adelante de ellos, que no paraba de retocarse el peinado, y su hermano y ella se reían del estropicio que estaba consiguiendo.
Detrás de ellos, habia una familia con cinco hijos,todos de los cuales, no paraban de correr entre la gente, la mujer no hacia ni caso mientras el hombre charlaba con uno de al lado.

Del aburrimiento, Suzzete no cumplió su palabra, y acabo deshaciéndose parte del peinado por puro aburrimiento. Su madre no pudo hacer otra cosa que soltarle la mitad del cabello en bucles por la trenza, mientras rehacía la parte mas decente en unos cruces de mechones, que se intercalaban entre ellos, quedando la mitad de su cabeza en unas bonitas trenzas. El resto del pelo lo juntó con el suelto sobre un hombro. Así Suzzete se sentía mejor, no iba tan arreglada, ni con el pelo totalmente suelto. Le gustaba

La bella de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora