Capítulo Treinta y Cinco: Esperanza

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JADE

Me quedé sentada en el sofá mientras sentía la mirada de mi esposo sobre mí, esperando una reacción de mi parte por lo que acababa de decirme con respecto a lo sucedido con nuestros hijos.

Me costaba creer que aquella había sido la reacción de mi pequeña, que había hecho una rabieta cómo nunca antes hiriendo los sentimientos de su padre. Ella nunca había tenido esa actitud conmigo por lo cual era una total sorpresa para mí.

— ¿Te dijo algo más? —pregunté tomando sus manos entre las mías.

—No —negó con la cabeza mirando al suelo.

Con delicadeza, puse mis dedos sobre su barbilla obligándole a que me mirara a los ojos y me dijera la verdad. Eran muy pocas las veces en que era yo la que lo consolaba y que hacía que él dejase de llorar por algo que de verdad le incomodara. No quería verlo llorar a pesar de todo por qué me parecía muy valiente de él decirles a los niños sobre algo tan grande.

Fue en aquel momento en que recordé mi junta con el hermanastro de aquella mujer, haciendo que la sangre comenzara a hervirme de nuevo gracias al enojo y decepción que empecé a sentir. Las ganas de ir hacia ella y estrangularla eran muchas, pero me iba a contener y esperar el momento indicado para hablarle sobre el tema al padre de mis hijos.

—No puedo ayudarte si no me dices que más ha sucedido —susurré ofreciéndole una pequeña sonrisa —. Venga, dime qué más te ha dicho nuestra hija.

—Me duele recordar aquello, Jade —admitió. Sus ojos empezaron a llenarse rápidamente de lágrimas y tomé su rostro entre mis manos —. En su ataque de enojo, ella me gritó que me odiaba.

Abrí mis ojos llenos de sorpresa, no esperaba que me dijera aquello. Me costaba creer que mi pequeña, una niña inocente la cual sería incapaz de herir a alguien le hubiera roto el corazón a su padre al decirle aquello por primera vez. A pesar de haber estado enojada, no tenía el derecho de hablarle de aquella manera a su padre que tanto esfuerzo hacía para complacerla en cada uno de sus caprichos.

—Esa niña me va a escuchar —dije, soltándome de su agarre.

—Cariño, trata de no ser tan comprensiva —me recomendó mi padre, a lo que Frank asintió. Los miré con el ceño fruncido —. Khalessi merece un buen castigo y lo  sabes. Tienes que ser dura y seria, no le muestres compasión o felicidad por qué entonces no te va a tomar en serio. Ningún hijo debería decirles a sus padres que los odian, ¿entendido?

—Está bien, papá —suspiré, haciéndole sonreír —. Deséenme suerte.

Junté mis labios con los de mi esposo por unos segundos y él me ofreció una tímida sonrisa. Besé su mejilla para después subir las escaleras hacia la habitación de mi hija. Mi padre tenía razón, no debía de solamente pedirle que le pidiera disculpas a su padre, debía castigarle y darle una lección.

Abrí la puerta de la habitación y la cerré detrás de mí. Ella estaba echada en su cama y apenas me vio corrió hacia mí abrazándome soltando un sollozo, dándome a entender que estaba a punto de darme todas sus quejas sobre la noticia que su padre le había dado.

— ¡Papá tiene...!

—Estoy muy decepcionada de ti —le interrumpí cruzándome de brazos, a lo que ella me miró confundida —. Ahora mismo me vas a explicar, ¿quién te crees tú para hablarle de esa manera a tu padre, Khalessi?

Ella frunció el ceño y pude ver el enojo crecer en sus ojos. Pelear con mis hijos era muy raro para mí, debido a que siempre teníamos una buena comunicación y tratábamos de evitar las peleas. Pero gracias a aquella mirada que ella me acababa de ofrecer, sabía que estaba a punto de explotar gritándome un montón de cosas las cuales tendría que callar.

Irreemplazable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora