Amada y condenada por un Strigoi Venecia, Septiembre de 1730

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Caía la noche, el padre Giuseppe y yo conversábamos en el corredor del convento y para la hora de la noche las monjas deberían estar en sus alcobas. Con los ruidos de la tormenta no se distinguían los golpes hacia el portón. Mentalizándome para alguna emergencia, corrí para abrir la puerta, pero terminé viendo el techo ya que el misterioso visitante cayó sobre mí.
Un momento después, el padre Giuseppe quien venía detrás me auxilió para quitarme de encima al joven, que se había desmayado y su sangre cubría mi vestido porque estaba herido. Rápidamente, me levanté para ir en busca del sacerdote Andrea y la hermana María ya que ellos eran los únicos quienes sabían de medicina en todo el convento de Sta. Teresa. Al llegar, el sacerdote y la hermana vendaron al chico, hasta en lugares los cuales nunca imaginaria que se pudieran vendar, para después trasladarlo a una habitación. La curiosidad me tentaba a saber sobre el misterioso visitante y disimuladamente revisé las partencias del joven, descubriendo un diario con el nombre “Marian” en la portada.
―Lilith ya te puedes retirar. ―me dijo Giuseppe.

Me sorprendí con su voz y oculte el diario en mi espalda. Me sentí aliviada y gratificada de que me lo dijera ya que quería leer el contenido de esas hojas.

—De acuerdo, como usted diga.

— ¡Ah! Lilith. —su voz me detuvo cuando estaba a punto de salir de la habitación y mis manos sudaban. —Recuerda cambiarte el atuendo antes de acostarte. 

—Si, claro lo hare. —respondí titubeando para después salir lo mas rápido posible.

Crucé la primera torre, donde se hospedaban los visitantes, y el patio central cerca del santuario para llegar a la segunda torre donde estaban las habitaciones de las monjas. Muchas veces que hacia el recorrido por alguna travesura me preguntaba «¡¿Por qué el convento tiene que ser tan grande?!». Aunque, no era tan grande como mi casa en Inglaterra, todo un castillo.

     Al llegar a mi alcoba me importó en lo más mínimo la sangre en mi vestido, encendí una vela y puse el diario en mi escritorio. Sin embargo, el olor de la sangre del muchacho mezclado con el olor de mi sudor por haber corrido no era muy agradable, así que cambié mi vestido teñido de rojo con un camisón color blanco. Nuevamente, intente concentrarme para empezar mi lectura y satisfacer mi curiosidad, pero tenia mucha sed. Me escabullí con mi vela hasta la cocina, cruzando la segunda torre hasta el santuario, donde la cocina estaba cerca, y era el camino mas seguro para que nadie me encontrara con mi vestimenta de un simple camisón. Busque una jarra de agua y me dirigí a mi habitación por el mismo camino.

Cuando llegue a mi aposento, estaba cansada, no solo por los recorridos por rodo el convento sino por las tareas que me tocan en el día como ayudar a preparar la comida para las monjas o ayudar Giuseppe con los preparativos de las misas. Después de recostarme un rato en mi cama para descansar un poco, mire de reojo el diario sobre el escritorio y medite lo que hacia « ¿realmente vale la pena todo esto para saber la vida de un chico a quien no volveré a ver después de que se marche? Y si Giuseppe se entera de esto seguro no confiara mas es mí ». Esa noche, después de tanto pensar me quede dormida pero con una cosa clara, devolvería el diario cuando tuviera una oportunidad.

Comenzaba el día, mis trabajos consistían es limpiar el santuario por la misa pasada y prepararlo para la siguiente ceremonia. Deseaba terminar lo antes posible para devolver el diario.

—Buenos días señorita Lilith. —me saludó la hermana Margaret.

—Hermana ¿Cómo ha estado?—. Le pregunte, además que era muy raro verla por el santuario y no en la cocina. — ¿ha pasado algo?

—Muy bien y el padre Giuseppe desea tener una charla con usted en estos momentos, así que diríjase al despacho.

No me agradaban los llamados al despacho ya que siempre eran por un asunto importante. Ciertamente, era cuestión de tiempo que me descubrieran con el diario.

—De acuerdo, iré en lo que termine de limpiar. —le dije nerviosa y con las manos húmedas. — ¿sabe de que se trata la charla importante?

— ¡Oh! Creo que era sobre el nuevo visitante, el chico herido de anoche.

« ¡Es mi condena! Me descubrieron, sabia que solo era cuestión de tiempo.» pensé después de oír sus palabras.

—De acuerdo, hasta luego hermana.
—Nos vemos después, Lilith.
Los nervios se aferraban a mi y no importaba cuan hondo respirara no se me iban. Había terminado mis tareas y fui directo al despacho. Tome una gran bocanada de aire y entre.
—Buenos días Giuseppe. —le dije entrando sin su permiso.
—Buenos días Lilith. —me dijo el sacerdote Andrea con una gran sonrisa. — ¿quieres un poco de té?
—¿eh? ¿Y el padre Giuseppe? —. Pregunte completamente sorprendida de que Giuseppe no estuviese en su “guarida” despacho.
—Ahora vuelve, esta hablando con la hermana María.
Esperamos un rato sentados en la oficina sin decir una sola palabra y disfrutando del té. Simplemente, el sacerdote Andrea no era una persona con quien se pueda hablar fácilmente y solo se le ve charlando cuando esta con Giuseppe.
—Disculpen por la tardanza. —dijo el Giuseppe entrando por la puerta.
— ¡Buenos días Giuseppe! —saludo el sacerdote Andrea con gran entusiasmo.
Por su frialdad ante cada una de las personas en el convento el sacerdote Andrea era una persona de la que nunca esperarías entusiasmo, así que su manera de reaccionar con Giuseppe casi me hizo escupir el té. Además, aparte de mí no conocía a alguien que llamara a Giuseppe por su nombre sin decirle “padre”. Giuseppe me conocía desde los ocho años cuando llegue al convento y él no era todavía el padre, sino un refugiado de la hermana María. Por tal razón he sido muy cercana a Giuseppe.
—Buenos días, padre. —salude disimuladamente a Giuseppe.
—Quiero hablar algo con ustedes dos, con respecto al nuevo visitante. —decía Giuseppe mientras se sentaba en la silla de su escritorio. —El chico de anoche, con los diagnósticos por parte de la hermana María, le tomará recuperarse un mes o más. Debido a que la hermana María esta en sus últimos años, necesitamos a otra persona con conocimientos médicos y como usted, Andrea, sabe sobre medicina y las otras hermanas están ocupadas he seleccionado a Lilith para que sea su aprendiz.
Con las ordenes de Giuseppe la atmósfera se puso tensa y con solo ver el rostro del sacerdote me di cuenta que no le agradaba la idea.
—Como usted diga, padre. —le respondí sin demostrar ninguna emoción.
—Si seleccionaste a Lilith para esta tarea, no diré ningún comentario. —reprochó Andrea para salir del despacho.
— ¿Estas seguro de esto? —. Le pregunte a Giuseppe
—Si y tengo que hablar contigo de algo importante.
— ¿de qué se trata?
—Tu padre ha enviado otra carta desde Inglaterra.
Las palabras de él no me hicieron sentir cómoda y mi tranquilidad de que no me habían descubierto se desvaneció. Cuando llegaban cartas de mi padre era solamente de un asunto grave.
— ¿ahora que sucedió?
—Tu padre quiere que estés unos años más en el convento.
Mi padre, no era de las personas con las que se pudiera negociar, sus palabras eran absolutas al dar una orden. Así como a los ocho años me trajo al convento sin permitirme ver a mi madre, dio la orden que no saliera hasta que él viniera en mi búsqueda.
— ¿te mencionó algo sobre mi madre?
—Lilith, tu padre no dio información de tu madre en la carta y decidió que hasta que no consiga un prometido para ti no te dejara salir del convento. Mis más sinceras condolencias.
Al escuchar eso, quería llorar con todas mis ganas. Realmente mi progenitor era despiadado, a pesar de ser un gran proveedor de dinero al convento, tenía una sentencia sobre todo el monasterio. Sus palabras al dejarme, aun son un recuerdo imborrable de mi memoria «Si desobedecen alguna de mis ordenes de dejar salir a mi hija de este sitio, lo cerraré».
—Bueno, iré a la cocina a ayudar. —le dije a Giuseppe y salí del despacho lo mas rápido posible.
Aunque dije que iba a la cocina, solo corrí al patio trasero donde quedaba un gran rosal. Nadie pasaba por ahí, así que era el mejor sitio para desahogar mis lágrimas hasta quedarme dormida en la banqueta.
Cuando desperté, vi el ocaso y recordé el diario. Caminé hasta la cocina y cogí un vaso de leche y un pan para dirigirme hasta mi alcoba.
Nuevamente, vi el diario en mi escritorio con su misterioso nombre de portada “Marian”. Terminé de comer y me di un baño, pero mi desanimo se apoderaba de mí «¿Cuántos años mas estaré condenada a esta vida sin poder ver a mi madre o compartir con otras personas?» pensaba en la tina.
Con un largo rato en el baño, decidí que era el momento perfecto para devolver el diario. Pero al ponerme mi camisón y agarrar mi vela con el diario, una extraña figura apareció en mi habitación donde la luz de la vela no daba alcance.
— ¿Qué haces con ese diario? —me preguntaba la extraña criatura fijando sus ojos plateados en los míos.
—Eh… ah…—por muchos que intentaba decir alguna palabra mi voz no salía y mis manos temblaban y sudaban.
— ¡Respóndeme, a menos que quieras ser asesinada! —reclamaba la extraña figura acercándose a mi, mientras que yo me alejaba.
—Yo… yo… —titubeaba intentando darle una explicación a la criatura, pero mientras mas intentaba mis voz seguía prisionera del miedo.
— ¿Tu…?
— Yo… ¡Yo solo quería devolverlo en este momento!
Por fin, mi voz había salido y puse el diario y la vela como escudos. Pero sin dejar de ver a la criatura, mientras retrocedía hasta quedar contra la pared.
— ¿Qué querías hacer con él, si lo cogiste? —. Demandaba la criatura severamente, la cual mientras más avanzaba, mas lograba notar el cuerpo de un chico familiar, quien me quito el diario y la vela y los puso en el escritorio.
El chico al acercase para tomar la vela pude definir quien era, sus ropajes eran los que guardábamos para los refugiados y en sus brazos se notaban algunas vendas, al igual que una en su cabeza. Era el chico herido de ayer. «¿Cómo podía estar de pie con todas sus heridas?» me pregunte, mientras abría la puerta para escapar y avisar Giuseppe. Pero en un rápido momento me vi contra la puerta cerrada y él.
—Aun tenemos que hablar. —dijo sonriendo malévolamente. —Si no quieres morir esta noche, dime qué hacías con el diario.
Sudaba y temblaba, sentía que mi corazón se saldría por el miedo. Pero si esta persona tan peligrosa esta en el convento tenia que avisarle a Giuseppe de cualquier manera. A mi favor, el joven catire, de repente comenzó a toser sangre sobre mí y se dobló del dolor en el suelo. Cuando intente salir corriendo, no podía porque el catire se aferraba a mi camisón y nuevamente sus ojos plateados se clavaron en mis ojos azules, aunque no de la misma manera amenazante de antes, sino de una persona que pedía ayuda. Deje atrás mi cordura y mi miedo y ayude a acostar al chico en mi cama notando que su camisa se teñía de rojo. «Hace un momento estaba de pie y ahora ¿sangra?» pensaba y buscaba las vendas en mi closet.
En la mañana, había estado vigilando al chico después de vendarlo. Sabía que estaría en un gran lio si descubrían que un hombre paso la noche en mi alcoba, así que no llame a nadie.
—Marian. —susurró el chico entre sueños.
«Marian, Marian ¿Quién será Marian?» me preguntaba observando a quien intentó asesinarme en la noche. Realmente quería saber quien era “Marian” y la historia del  extraño visitante. Sin darme cuenta, ese día comenzó a atraerme ese extraño chico.





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⏰ Última actualización: Sep 19, 2016 ⏰

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