Prestad atención, mis valientes, pues la historia que estáis a punto de escuchar es sobre el mismísimo mar, el cruel y feroz mar vuelto carne tan atractiva como la inmensidad, la libertad, la osadía. Era casi como si la definición de ser pirata se hubiese materializado en aquella escultural figura femenina.
¿Su nombre? Nadie lo supo. Sabed que ni el nombre del hombre que robó su corazón se dio a conocer, pues para los ingleses una vergüenza fueron y por siempre negaron a donde alguna vez pertenecieron: la eminente sociedad de sus tierras.
El zagal era un filibustero iluso que soñaba con la vida en alta mar de chiquillo, y al crecer logró entrar a la marina real inglesa, se dice que fue por buenas lenguas, pues era una criatura sin talento alguno más que para limpiar la cubierta y pulirle las botas al capitán. ¡Arrg! Pero amaba la mar, ¡la amaba, os digo! ¡Y con qué fervor! Fue por eso, mis valientes, que la fémina lo atrajo como oro al corsario.
Nadie habla de su apariencia, pero sí dicen que su belleza igualaba a los siete mares en grandeza, y que poseía farolillos cristalinos como las aguas del Caribe. ¡Era una diosa! ¡Calipso misma! Y de familia próspera, también. Cayó rendida a pies del zagal aquél, tal vez por su nobleza o tal vez porque escuchó la voz de Neptuno que la llamaba a donde pertenecía.
Se casaron, pues. Él dejó la marina para trabajar en tierra donde tendría un futuro asegurado, tendría hijos y una vida vana cualquiera, pero en el fondo sabía lo que quería, decía sentir el llamado del mar... aunque yo no creo que mar le hablara a semejante truhán, ¡ha, ha!
Pero una noche lo increíble e imposible pasó. ¡Ojo al parche! Ni vosotros mismos habéis tenido tanta suerte, pues se fue a encontrar con el mismísimo Barbarroja, quien lo reclutó de inmediato a su tripulación.
¡El pillastre ni lo pensó! Abandonó a la zagala preñada en un santiamén para volver a la mar. ¡Un canalla, sin duda! Truhán, como veis, pero con alma de pirata, ¿cómo, si no, pudo dejar a sangre fría a semejante mujer? ¡Y preñada, encima!
Pasó el tiempo. En alta mar no se advierte pero la filibustera lo sintió como gato de nueve colas. Luego de parir al crío, lo dejó a su suerte, dispuesta a buscar a aquél que le había otorgado tan cruel y atroz destino. ¿Quería venganza o ver de nuevo al que le había entregado su corazón? No hay nada certero, pero os diré que fue por venganza, pues alma tan brutal no actuaría así por amor. Davy Jones no esclavizó a mil almas por ganarse a quien lo traicionó, ¡Arrg, que no! Sólo el odio provoca las tormentas y tornados, mis valientes.
Partió en la primera goleta que zarpó al anochecer de la segunda luna de invierno, una nave de contrabando, y duró en ella una travesía completa hasta que arribaron en Sudamérica, donde traicionó a la tripulación y huyó con un pequeño grupo de criaturas.
Y los traicionó también, eventualmente, ¡ha! ¡Los traicionó a todos! ¡Todos y cada uno de los malditos barcos que pisó lo abandonó! A veces huyendo, a veces enfrentando a sus propios colegas, ¡la zagala aprendió a luchar en un santiamén! ¡Y vaya que luchaba! ¡Vosotros sois basura flotante a su lado! Con la precisión y acierto de un espadachín real, os digo. Se dice que cumplió sentencia de mil marcas negras y que barrenó galeones sin ayuda.
Timaba a los capitanes antes de unirse a una nueva tripulación y lo hacía frente a sus narices, con un rigor de miedo, ¡peor que el mismísimo mapa de Piri Reis! Sabía justo a dónde y con quién hablar, pronto halló el rastro de su marido y lo siguió sin pensarlo dos veces.
Las lenguas comenzaron a hablar, ¡a la orden! La llamaron Daliah Scabbs, ¡arrrgh! Y se ganó fama tan rápido como un galeón a toda vela.
Dos largos y eternos años pasaron, mis valientes, de vida de corsaria, de saqueos, botines, licor y altanería hasta que vuestra superior abordó por fin el galeón de Barbarroja.
Dicen que no duró ni una noche antes de escabullirse en su camarote, sólo para enterarse de que aquél pillastre había sido asesinado por alfanje en manos del capitán.
¡Caray! ¿Os podéis imaginar? ¡Abandonó a su crío por encontrar al canalla y resulta muerto! ¿Cómo habréis reaccionado vosotros? ¡Yo habría quemado hasta los cimientos la embarcación entera! ¡De pura rabia, os juro!
Pues su reacción no fue distinta, veréis. Su furia arrasó con la legendaria tripulación, que se conocía por su destreza y habilidad. ¡Arrgh! Sola, batalló hasta que cada mano quedó a su merced o bien, con los huesos bien hundidos en el fondo del mar.
Finalmente sólo quedó el mismísimo capitán, con quien se batió en un interminable y lento duelo, sólo uno saldría vivo de ahí y, ¡por las barbas de Neptuno que fue ella! ¡Y no sólo lo mató, si no que tomó su lugar como mejor pirata de los siete mares! ¡Ella! ¡Una mujer!
Oíd bien lo que os digo, pues esto fue hace siglos... pero aún vive, las leyendas cuentan que hizo trato con Ponce de León y le llevó a la fuente de la juventud. Se dice que su nave... el Vengador Blanco, aún navega en aguas prohibidas, esperando víctimas en quienes desquitar la furia del dolor que vivió.
De ahí, vuestra saloma nació, pues al levar anclas la mañana siguiente a la muerte del capitán, un canto de sirena se oyó en la cubierta, entonando con dulzura, con triste y dolorosa dulzura, la melodía que todo pirata conoce.
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La leyenda de Daliah Scabbs.
Short Story¿Mujeres piratas? ¡Claro que hay mujeres piratas, mis valientes! ¿Qué pensáis? ¿Que el varón es el más sanguinario? ¡Os equivocáis! Pues Calipso era fémina y la mar también, y alguna vez se dice que existe o existió aquella quien derrotó mil barcos...