Ojos verdes

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Daniel estaba borracho y tirado en el sofá. Fernando apenas podía caminar. Miguel probablemente estaba en algún cuarto con una chica. Yo... me preguntaba qué hacía todavía aquí. Me gustaban las fiestas, pero no me agradaba hasta el límite que llegaban. La única razón por la que sigo varado en este lugar ruidoso y lleno de alcohol es porque soy el conductor asignado. Sí, no había bebido ni una gota de cerveza y ya estaba borracho de tanta estupidez. La mayoría de los chicos categorizados 'populares' se encontraban aquí. Esta era de las fiestas más grandes en el año, así que nadie se lo podía perder.

-Mateo- alguien llamó mi atención de inmediato. Era César, el dueño de la fiesta.

-¡Qué bueno verte!- me dio una palmada en el hombro muy sonriente. Claro, era bajo el efecto del alcohol. Si hubiera estado sobrio no me hubiera dirigido ninguna palabra, ni siquiera la mirada. Apenas unas semanas antes me posicioné como el jugador más valioso de la temporada y su ex novia había declarado su amor eterno hacia mí. Aunque mis sentimientos no fueron los mismos y la rechazé, fui declarado enemigo de César. Nunca he tenido una amistad estrecha con él pero pertenecíamos al mismo grupo tanto de populares como de equipo. Por eso tenía que aceptar mi presencia en su casa.

Después de haber eruptado en mi cara y haberse reído de la nada, al fin me había dejado en paz. No podía aguantar estar ni un minuto más aquí. Solo quería buscar a mis amigos y largarnos. Fernando fue el más fácil de llevar al auto. Daniel solo podía lamentarse de todo lo malo que había hecho en la vida. Esa era su otra personalidad estando en este estado. Miguel seguía en el cuarto y sabía con la escena que me iba a encontrar si abría aquella puerta. Sin embargo, estaba desesperado por salir de ahí. Me arriesgué.

-Mateo- dijo Miguel sorprendido. Empezó a ponerse la camisa mientras la chica se encontraba en el baño.

-Nos vamos- le anuncié un tanto aborrecido y me marché hacia el auto.

Luego de cinco minutos mi mente se sentía tranquila. Eran las cuatro de la mañana y la carretera se veía desierta. Me encantaba esta clase de silencio después de momentos ruidosos. Miguel era el único despierto pero se mantenía callado, probablemente pensando en lo placentero que fue la noche. Había solo una parada y esa era la casa de Miguel. Todos habíamos acordado en quedarnos a dormir ahí por una razón en específica: nuestros padres. Los de él no se encontraban en su hogar sino en un viaje de negocios. Siempre lo dejaban solo.

Cada uno ayudó a los dos que estaban muy borrachos. Todos se alojaron en el mismo cuarto de huéspedes aún cuando habían más. Era una rutina de amigos. Solo que excepto esta vez opté por dormir aparte. Tenía mucho en lo que meditar y había perdido toda una noche siendo la niñera de mis amigos. Todo me daba vueltas; mi novia, mis padres, el colegio, el equipo. No sabía qué hacer exactamente con mi vida, solo sabía lo que los demás esperaban y quieren de mí. Tirado en la cama recordé que mi teléfono móvil se hallaba en el bolsillo. No quería saber cuántas llamadas habría de tener, así que lo lanzé lejos de mí hacia la otra esquina de la cama. Tenía que organizar mis pensamientos antes de que mi último año de colegio terminara.

Después de pocas horas de haberme dormido, el sol comenzó a molestar mis ojos. Habían cortinas pero el calor era sofocante. Los demás debían estar todavía durmiendo. No había nada que los pudiera levantar ante una noche de fiesta alocada. Como Miguel tenía su auto decidí irme antes de tiempo a mi hogar. Todo el camino parecía una ciudad abandonada. No era de extrañar, era domingo. Nadie se levanta tan temprano en un fin de semana. Excepto yo, por hoy.

No llevaba música puesta. Tenía dolor de cabeza aún cuando no había tomado nada. El sueño se estaba apoderando de mí aún conduciendo. Me sentía asustado pero a la misma vez cansado. Solo voy a cerrar los ojos por cinco segundos, me convencí. Uno... conté lentamente. Dos... todo iba bien. Tres... sentí cómo mi auto se iba desplazando hacia el lado. De momento, abrí los ojos repentinamente y vi que ya estaba a punto de treparme en la acera. Lo más impactante no era eso. Había una persona a la que me dirigía a todas millas. Era una chica. Estaba paralizada del horror. Mi mente reaccionó rápido y pude frenar y esquivarla. Detuve el auto. Lo primero que quería hacer era ver cómo estaba la chica.

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⏰ Última actualización: Sep 20, 2016 ⏰

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