Blind Love

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Me encontraba sentado en mi ventana, escuchando música, observaba como las hojas se amontonaban en el césped del jardín.

Cuando la vi pasar, por la calle, corriendo. Entonces, salí corriendo a dar con ella ilusionado y me quede parado cuando él fue a verte

No podía creer lo que veía, más bien no quería aceptarlo.

Lo besaste y mi cara se puso más pálida. Vi que te levantaste y le agarraste su mano, te marchaste con él y yo me senté en el banco, aquel banco donde nos conocimos y nos enamoramos “duele verte sola pero, más con otro hombre” pensé.

Corriendo llegue a casa llorando, toque a la puerta pues, no tenía fuerzas para abrirla.

Salió mi madre a abrirme; ella como siempre con una sonrisa puesta en la cara y su mandil.

-Hijo, ¿Qué te pasa?-me pregunto alarmada.

No le respondí, simplemente me tire a sus brazos a llorar, soltar todo lo que llevaba dentro, desahogarme.

Me llevo al sillón donde se sentó y recostó mi cabeza en su regazo, empezó con su manos a acariciarme el pelo, siempre lo hacía cada vez que lloraba cuando era un crío, era la única forma de calmarme.

-Hijo, el amor es ciego y el final es triste- me dijo en un momento en el que deje de sollozar.

Me siento solo, sin ganas de luchar, de seguir adelante. En mi ventana ya no se ve la luz, el cielo esta oscuro y lloro porque no te encuentras aquí conmigo, abrazados en mi cama como solíamos hacer en estos días de lluvia.

Pase estos tres años encerrado en casa. Me pongo a pensar que existía un lugar en donde tú y yo nos conocimos y en ese mismo instante salgo corriendo, queriendo encontrarte.

Me encontré con unos amigos que teníamos en común.

Me acerque a ellos.

-Hey chicos.

Se quedaron mudos, nadie decía nada, se sorprendieron al verme, pues nadie me había visto hasta entonces.

-¿Marcos? ¿Eres tú?- me pregunto mi mejor amiga, Alicia; ella fue la que un día la me presentó.

-El mismo, en carne y hueso- les sonreí, hacía tiempo que no sonreía sinceramente.

Me abrazaron todos a la vez, se alegraban mucho de verme. Hablamos por horas hasta  que conseguí sacar el tema de ella, Claudia.

-Y ¿qué fue de Claudia?- en ese momento todos se miraron.

-Raúl, ella está en el hospital- le interrumpieron.

-Se encuentra en coma por culpa de una enfermedad y su novio cuando se enteró de todo esto, la dejó, así sin más, sin darle ninguna explicación a nadie.- prosiguió  Alicia.

Le agradecí a Alicia toda la información que me había dado de Claudia y me fui corriendo al hospital a verla.    

Por el camino me encontré con el exnovio de ella, le cogía la mano a otra mujer “niña, tú a él ya no le importas”

Entro en tu habitación y te veo en la cama acostada. Sin poder evitarlo, me acerco a tu lado y te cojo la mano y me pongo a llorar,  me duele verte luchando entre la vida y la muerte. Después de estar un rato allí, miro en un cajón y veo un papel guardado, en él ponía que sobrevivirías si alguien dona un corazón.          

Ya en mi casa me puse a pensar y orando al cielo pido a mi madre perdón; ella murió hace dos años y no pude decirle adiós.             

Reflexiono mientras escribo en un papel todo lo que pasamos, todo lo que yo pase.

Vuelvo al hospital y deposito entre tus cosas esta carta, para que, cuando despiertes lo leas.

Me acerco a ti, observo todo lo que has cambiado en estos años, con mi mano toco tu suave piel blanquecina, pego mis labios en tu frente y te beso, antes de irme.

Estamos encerrados en una sala, las luces se enciende y te miro a ti, es mi manera de decir adiós.

-Joven, ¿está seguro de lo que piensa hacer?- me pregunta el doctor.

-Completamente doctor, ya no me queda nada, solamente a ella y sé que yo soy su única salvación.

-Es su decisión, no la mía, espero que ella se lo agradezca algún día. ¿Está listo?

Asentí con la cabeza.

La anestesia empezó a hacer efecto en mí. Ya no volveria a ver más la luz.

“Nunca olvides, Claudia que el corazón que tu partiste estará ahora dentro de ti.”

Estos son mis últimos pensamientos, antes que la máquina de las pulsaciones, empezara a hacer un único sonido.

Y en la carta ponía:

“Para que tu vivieras alguien tenía que morir. Preferí estar en el cielo a que estar sin ti aquí. Te cuidare siempre. Te esperare en el lugar donde empezó y acabo todo.

Mi corazón siempre estará dentro de ti”

Claudia al despertar la leyó. No se podía creer lo que Raúl hizo por ella; tanto daño y sufrimiento le hizo pasar, y murió por darle una segunda oportunidad en la vida.

Lloro, como nunca jamás en su vida lo había hecho, porque se dio cuenta por fin a quien amaba realmente y por culpa de una estupidez lo perdió.

Con el paso de los años, ella consiguió salir a adelante, alcanzó todas sus metas, y una de ellas era formar una familia. Tuvo un hijo, cuyo nombre le puso Raúl, en memoria del hombre que le devolvió la vida.

Lo que nadie sabe es que, cada año, Claudia visita su tumba, ya que, nunca podrá olvidarse de ese amor que perdió, porque gracias a él, ella ha aprendido a valorar su vida y la de los demás, ha no rendirse y luchar por lo que quieres.

La vida siempre te da segundas oportunidades y se llama “el mañana”.

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