El silencio de los dioses

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No creo en dios, ni en ti, ni en mi, ni en el dolor
No creo en el arrepentimiento, ni en los reporches, ni en el amor;
No creo que haga falta saber que somos o de dónde venimos,
No creo que sea tan jodidamente imprescindible tener a tu lado alguien que te escuche, o te abrace, o te achuche.

Ni lo necesitamos
Ni lo queremos,
Ni amamos
Ni tenemos,
Ni odiamos
Ni sentimos,
Ni follamos
Ni vivimos.

No hace falta mayor reflexión que la del silencio
Ni más música que el silbido del aire entre las ramas de los árboles,
No se necesitan más que catorce letras para decir que ya no creo en nada,
Y con las mismas letras puedo decir que ya no hay esperanza;
No hay lugar más bello en el mundo que el paraíso del olvido,
Excepto tal vez el valle de tu indiferencia;

Una vez rendido mi pensamiento de si vols, pots,
Una vez dejado a tus pies mi espada
Una vez rendidas a las llamas los tributos necesarios
Podremos liberar nuestra alma, nuestra mente y nuestro cuerpo
Y dejar convertidos en cenizas algunos de los vestigios de lo que fuimos,
De lo que somos,
De lo que éramos
Y de lo que podíamos haber sido.

No hay lugar para la inocencia que trae consigo el creer,
Ni queda hueco para la esperanza en mi quemado corazón,
Ni engañan a nadie mis ropas rasgadas
Ni quiero ser un duro guerrero que guarda para sí el sentir de sus heridas
Y todo su dolor.

Pude creer en algo, pero prefiero no creer en nada,
Pude ser algo, pero prefiero no ser nada
Pude crear algo, pero preferí no crear nada
Pude odiar algo, y eso no fue lo que hice,
Simplemente no amé nada.

Quise llorar y no pude,
Quise perderme en el aire y me encontré en el suelo
Quise volar
Quise arder,
Quise gemir...
Quise creer en tí y me engañaste,
Engañaste nuestro todo y no dejaste nada
Nada útil o válido,
Quedaron las ruinas de nuestro paraíso, quemado
Quedaron los recuerdos de lo que tuvimos, manchados
Sentí el peso del universo en mis carnes
¿Eso era lo que soportaste a mi lado?
Viví el dolor de creerme culpable,
Pero ya no creo en nada
Así que me he perdonado.

trescientas cincuenta y nueve palabras han bastado para librar mi culpa.

Cuando Recordemos Como AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora