Capítulo 4

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Julia se tensó en aquellos fibrosos brazos al escuchar la espantosa proposición. Con una agilidad sorprendente salió de su agarre y de aquel lecho. Sintiéndose descompuesta, al no ver el resto de sus prendas se colocó el vestido húmedo sin reparar en los lazos.

—¡Julia!, debes comprender... —vociferó el hombre, siguiéndola molesto por aquella actitud.

—¡No me toque! Me ha humillado como nadie, mi Lord. —Sin poder decir más y ante el desconcierto de Henry salió de la cabaña, sintiendo un hueco enorme en el pecho.

Ella no se detuvo, corrió sin detenerse. Parecía que el viento frío no solo golpeaba su delgado cuerpo, sino que atravesaba su alma con cada paso. Al llegar a las puertas del castillo sin aliento, George el mayordomo detuvo su carrera. Sobrecogido por su aspecto se dispuso a reprenderla cuando se desmayó en sus brazos.

Suaves e incesantes toques en la puerta despertaron a Julia. La almohada estaba bañada por sus lágrimas. Se incorporó a toda prisa, con el corazón agitado y los ojos inflamados.

Había pasado una semana desde ese día en la cabaña, donde Julia se entregó sin reservas, sólo para verse hundida en una infame deshonra. Justo después de aquel acto, que ella consideró inocentemente sublime.

—¡Oh Julia, querida! —dijo Lady Jane abatida al ver el rostro pálido de la joven. —Llamaremos al médico.

—¡No, por favor! Mi Lady. Solo es un resfrío, pasará en unos días —explicó Julia, haciendo acopio de todas sus fuerzas para fingir una linda sonrisa.

La anciana estudió su rostro y observó que el jarrón que siempre tenía flores frescas ahora se encontraba vacío.

—Descansa querida. Ya había desistido de ir a montar hoy —comentó apoyándose en su bastón y haciendo a Julia sonreír.

—Gracias mi Lady —respondió haciendo una pequeña reverencia y viéndola salir de su habitación.

Lady Jane ingresó de golpe a la biblioteca y al ver a Henry leyendo, sentado como si nada, exclamó fuera de sí—: Entonces... ¿me dirás qué sucedió?

Henry apenas levantó la vista. Su humor desde aquel día empeoró sin medida, vivía atormentado y sus malditos sueños apenas lo dejaban dormir.

—Adelante abuela —respondió con sarcasmo.

—Seré franca Henry. —Él sonrió pensando si alguna vez no lo había sido. —¿Qué le hiciste a Julia?

Henry se tensó al escuchar su nombre, al notar la fiera mirada de su abuela fue incapaz de responder.

—¡Querido, no me estoy haciendo más joven! —dijo Lady Jane con otro bastoneo—. He notado las flores, las miradas y el fervor entre ustedes. No me juzgues de tonta.

—Abue...

—Henry, sé que aquí en este momento hay una joven que cuenta con poder, un título, además de belleza. Si lo ves de esa manera, una chiquilla huérfana, sin posición, ni cuna no tiene oportunidad alguna. —Henry descendió la mirada.

—Pero... —continuó alzando la voz— ¡Julia es un ángel! No te faltará amor, comprensión y mucha felicidad. Lo que nunca tendrás con esa criatura irascible.

—Yo no puedo...el escándalo sería atroz. —Se defendió él, mientras se sentaba junto a su abuela, tomando su mano con cariño.

—No hijo, el escándalo sería que pasaras cada día tu vida arrepentido. Atado a una mujer horrible e idealizando a otra —dijo Lady Jane poniéndose de pie— ¡Claro que habrá escándalo! Y quizá se pierda una que otra invitación a las fiestas de té o a bailes. Pero la recompensa será, disfrutar toda tu vida llena de amor.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2016 ⏰

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