La espera se me hace eterna.
Mi vista pasea desde el cielo, el sol cayendo por el horizonte, hacia el camino de tierra por el cual Peeta viene a casa todos los días después del trabajo, una y otra vez.
Hoy cumplimos dos años de casados. Dos años. Juro que para mí es como si hubiese sido ayer. Peeta quería tomarse el día libre para pasarlo conmigo pero, la cantidad de pedidos en la panadería no se lo permitió. Desde que reconstruyeron y reabrieron la panadería, trabaja más que nunca.
El tiempo pasa volando. Por lo menos para mí. Hace dos años estaba usando un vestido blanco, largo, esperando para casarme con Peeta, vestido de traje, negro.
Si, no debimos decirle a Effie que ibamos a casarnos. Insistió en organizar la "típica boda del Capitolio" y no pudimos decir que no.
Cuando entré a la iglesia con Haymitch, Peeta estaba hablando con Gale. No sé de qué estaban hablando específicamente y jamás se lo pregunté, pero me fue extraño verlos hablando. Cuando me vió entrar... no dijo nada más. Dió media vuelta para no verme más y yo apresuré el paso, pensé que algo iba mal.
Llegué a su lado y vi que estaba llorando. Sí, llorando.
Todo el mundo esperaba que los votos de Peeta fueran largos, por su habilidad con las palabras, porque siempre dice cosas realmente hermosas. Sin embargo, cuando llegó el momento, todos lo miraban fijamente, y él seguía callado.
—Te he amado toda mi vida. Eres todo lo que necesito. Nunca voy a querer nada más que a ti.—Dijo en un susurro y la voz se le quebró. Rompió en lágrimas otra vez. Lo abracé con más fuerza que nunca.
—Katniss. Katniss—Sacudo la cabeza para volver a la realidad y levanto la vista. Peeta está agachado frente a mí, su cabello lleno de harina, una perfecta sonrisa en su rostro.—Hola.— Es lo único que digo y le sonrío—Feliz aniversario, Peeta.
Él asiente y se sienta junto a mí, acariciando mi cabello con su mano izquierda. Con la mano derecha, me acaricia la mejilla antes de besarme.
—Feliz aniversario. Te amo. —Susurra y me da un pequeño beso en la punta de la nariz antes de pararse. —Vamos.—¿A dónde?— Alzo una ceja, algo confundida.
—Sólo ven conmigo, Katniss.—Estira su mano y yo la tomo. Él tira de mí y me abraza, antes de levantarme como lo hizo el día de nuestra boda. Descanso mi cabeza en su hombro mientras él camina, ni muy rápido, ni muy lento. Me pone una mano sobre los ojos y yo instantáneamente los cierro.
Noto que me deja sentada en el suelo y yo instintivamente bajo las manos para, con el tacto, intentar adivinar dónde estamos.
—¿La pradera?— Digo en un susurro y él retira su mano. Con lentitud abro los ojos para ver un cielo de un color naranja, perfecto y suave. Tal como le gusta a él. Vuelvo mi cabeza para verlo y le sonrío, para luego descansar mi cabeza en su hombro, mi vista perdiéndose en el horizonte.—Esto es perfecto.—Juega con mi cabello antes de recostarse en el pasto. Lo miro y me sonríe, luego me recuesta sobre él. Me muerdo el labio inferior y cierro los ojos, descansando mi cabeza en su pecho.
Su mano levanta un poco mi camiseta para deslizar su mano por debajo y tocar mi piel. Tiemblo un poco al sentir sus dedos rozando mi cintura.
—Katniss...- me susurra al oído. Abro los ojos y lo miro, alzando una ceja— quiero... quiero ver tus quemaduras.
Su pedido me deja paralizada. Sí, estamos casados, pero jamás hemos visto al otro... desnudo, después de la rebelión. En principal soy yo la que no quiere porque las quemaduras y cicatrices hacen que me vea aún más horrible. Sí, siento vergüenza de mi cuerpo. Hasta con mi marido. Me siento y él pone sus manos en mis caderas, sonriéndo tristemente.
Me quito la camiseta y suspiro.
—No digas nada.— Digo mientras presiono uno de mis dedos contra sus labios. Él asiente y levanta una mano, tocando con la punta de un dedo una cicatriz. Bajo la vista a su mano. Lo que hace no me sorprende en absoluto. Es más, sabía que lo haría. Con sus dedos comienza a marcar el contorno de las cicatrices y quemaduras en mi torso. Luego me recuesta a su lado, boca abajo, y hace lo mismo sobre mi espalda. Luego siento sus cálidos labios contra mi espalda y me sobresalto. Él pone una mano en mi hombro para tranquilizame y sigue besando con suavidad cada una de mis cicatrices y quemaduras.En parte me hace sentir destruida. Las cicatrices, quemaduras, moretones, y todo lo que tengo en la piel, son un recuerdo de los Juegos, de la Rebelión. Ya está acabado, lo sé. Pero el recuerdo me destruye. Sé que a él también. Prim, Finnick, la familia de Peeta, toda las vidas de jóvenes inocentes que se perdieron en los juegos y en la Rebelión.
En parte me hace sentir... protegida. Más tranquila.
Libre.
Jamás le había mostrado mis heridas a Peeta. Él jamás me había mostrado las suyas. Ambos sentíamos, y seguimos sintiendo, vergüenza de nuestros cuerpos. Pero con el tiempo aprenderemos a aceptarnos.
—Peeta. Quiero ver tus heridas.— Me siento y le miro. Él se quita la camiseta con la mayor lentitud del mundo. Ya había visto su torso desnudo antes, pero jamás así, recubierto de cicatrices, quemaduras y moretones. Asiento, inclinándome hacia él para rozar con mis dedos sus heridas. Con un brazo en mi cintura me acerca a él y hago lo mismo que él, dibujo el contorno de las heridas y las beso. Mis ojos se llenan de lágrimas.Siento algo mojado en mi frente. Levanto la vista con velocidad, pensando que se trata de lluvia, lo usual en el Distrito. Pero no.
Veo otra lágrima caer por su mejilla y de un momento al otro, ambos estamos abrazados, sollozando.
—K-katniss.—Susurra a mi oído, secando mis lágrimas con su pulgar. Hago lo mismo con sus lágrimas y luego se inclina a besarme. Es apenas un besito pero me tranquiliza, me hace sentir... más protegida.Me pongo mi camiseta y él esconde su rostro en mi pecho, llorando aún más. Acaricio con mis manos su espalda, como gesto para intentar tranquilizarlo, y unos minutos después, decide salir de su escondite en mi pecho. Sus ojos rojos e inchados como nunca los había visto, de tanto llorar.
—Lo siento, se supone que debería ser un hombre fuerte para ti—Me susurra y se seca las lágrimas, negando con la cabeza.—A mí no me importa si eres fuerte o no, y lo sabes.
—Tú te mereces a un hombre fuerte, que te proteja. No a un simple panadero sensible como yo.
—Para mí eres un hombre fuerte.—Admito.—Sobreviviste dos veces a los Juegos del Hambre, ambas veces dispuesto a dar tu vida por mí. Y todavía estás aquí, conmigo, haciéndome la mujer más feliz del mundo. Peeta, eres el hombre más fuerte que conocí.Una última lágrima cae por mi mejilla, y ambos nos recostamos en el pasto, secándonos las lágrimas mutuamente. Levantamos la vista para ver los últimos rastros de Sol anaranjado en el cielo y sonreímos, para luego mirarnos a los ojos.
Pasan 5, 10, 20 minutos, una hora, y seguimos mirándonos.
—Te amo, Katniss. —Dice para romper el silencio de una vez por todas.—Te amo, Peeta.
Ambos sonreímos y nos abrazamos con fuerza. Aún mirándonos.
—¿Katniss? Creo que... aunque tengas esas... marcas, en la piel...—respira hondo antes de seguir—sigo pensando que eres perfecta. Y creo que quizás eres aún más perfecta con todas esas cicatrices, golpes, moretones, cortes y quemaduras.Suspiro y le sonrío.
—Peeta. Me haces sentir una mujer especial.
Él me sonríe y niega con la cabeza, sus ojos azules profundos, brillando, clavados en los míos.
—Eres especial, Katniss.