U N O.

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Cuando tenía 7 años el mundo me parecia gigante, como si nada de lo que soñara fuese a llegar algún día a mi alcance, como cuando estiraba mi pequeña mano hacia el cielo surcado de estrellas, sólo para alcanzar a una Luna inalcanzable, sólo para sentir de que estaba echa.

Cuando tienes siete años tienes miedo de todo y al mismo tiempo sientes curiosidad, yo solía quedarme sólo en casa, pensando en crecer dentro de esas cuatro paredes, creando un fuerte con mi mentes y llenandome de armaduras credulas.

Creía que ahí estaba seguro, pero no era así, nisiquiera ahí estaba seguro, rodeado de monstruos sedientos de mi, de muñecos rotos y falsas esperanzas, creyendo en seres inexistentes y pasando largas horas mirando desde mi ventana.

Tenía sueños y puedo presumir que aún los tengo. Pero no los eh cumplido, al menos no la mayoría y a esa edad estaba muy lejos de hacerlo.

Creyendo que leía cuentos cuando sólo decía palabras al azar mientras me guiaba por aquellos dibujos.

Un día mi madre me dijo:

-Ve a hacer algunos amigos o te quedarás sólo.

Pero que suerte la mía.

Salí ese mismo día a la calle, tan sólo tenía 7 años, el mundo me pareció demasiado grande para mi, pero pensaba que yo lo era más.

Atrapado en cuatro paredes por gusto y al fin siendo liberado por mi mismo, estaba condenado a lo más impredecible, estaba condenado a ser libre, porque mi madre así lo quería.

Me sentía preso aún estando fuera y poco a poco mientras seguía caminando fui encontrando amigos. ¡Pero que amigos, por Dios!.

De todos los que pude elegir.

Los peores.

A los 11 años para mi edad era más estúpido que todos, él menor de la banda y el más idiota, con la cabeza llena de sueños y falsas esperanzas.

Estúpido sin más, fumando yerba y tomando licor, pero no era rico así que tampoco podía quejarme.

Tenía un sueño ese que sobresalía de todos, ese que podía llegar a tocar en mis más profundos anhelos, recuerdo que mi padre también lo tenía, teníamos el mismo sueño, compartíamos las mismas ansias, los mismos anhelos.

Un día cuando tenía once años mi padre me dijo:

-Ve a buscarte tu propia esposa o estarás sólo.

Cuando tenía once años.

Así que lo hice, pero en ese momento el único amor que yo sentía era aquel que sentía por mis sueños, necesitaba cumplirlos, necesitaba saciar mi sed de anhelos.

Así que comencé a escribir canciones, cuentos, historias, hablaba de la gloria, pero no lo hacía para tenerla, no, porque la gloria para mi era aburrida, me volví a quedar atrapado entre esas cuatro paredes un tiempo, sin salir, sin conocer, sin hablar, me encantaba escribir.

Pensaba que en algún momento mi sueño se cumpliría, que en algún momento mi historia sería contada.

Estaba seguro, estaba lleno de anhelos, eran tantos que sentía que explotaria, eran tantos que sabía que no los podía contener.

Escribía historias, escribía canciones, de mis vivencias, de mi padre, de mi madre, escribía para ellos y sobre todo escribía para mi.

Porque sabía que mi sueño era compartido por ellos y para ellos, porque quien me ama de verdad me conoce de verdad.

Seven Years.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora