Maldita, estúpida pregunta

Como todas las mañanas, el Sol despertaba a los huérfanos adolescentes que, anteriormente, habían sido parte de la amenazadora Academia Alius que había amenazado a la Tierra con la destrucción del planeta mediante el fútbol. Aunque todo había quedado atrás, dejando a un grupo de niños en las mismas condiciones, convirtiéndolos en su propia familia.

Sin embargo, el Sol lo único que hizo ese día fue exponer las grandes ojeras bajo unos hermosos ojos negros. El muchacho de cabellos verdosos, que anteriormente había sido capitán del Tormenta Géminis, examinaba el techo de su habitación como si allí estuviera la respuesta a la pregunta que llevaba todo el día colocada en su cabeza. Aquella que no lo había dejado dormir, dejándolo tan cansado. Y todo por culpa de su dichoso mejor amigo, Diam.

Ambos se habían quedado en la sala del hogar, totalmente solos debido a que los demás, habían abandonado el primer piso en busca de intimidad, o de, realmente viajar al mundo de los sueños.

- Oye Mido - habló repentinamente el de cabellos castaños sacando a su amigo y ex-capitán de sus pensamientos -, ¿qué le pasa a Hiroto?

Él mismo quería saber la respuesta a aquella pregunta. Ellos dos habían sido tremendamente cercanos y lo extrañaba a su lado. Le dolía observarlo de lejos hablar con los demás como si no pasase nada. Sin embargo, con él no hablaba. Lo había comenzado a tratar como si de una mota de polvo se tratase, no, era aún peor que eso, lo ignoraba como si nunca hubiesen sido realmente amigos y eso, estaba acabando completamente con el de cabellos verdosos.

Igualmente, el muchacho de ojos oscuros simplemente miró al suelo mientras se encogía de hombros. Pese a que Diam era su mejor amigo, no quería hablarle acerca de Hiroto. No quería hablar con nadie acerca de cómo se sentía, de cómo dolía verlo. Sobre todo, cuando él no tenía constancia alguna de haber hecho algo capaz de molestar al chico de ojos jade. Ni siquiera había tocado el helado de chocolate que el muchacho solía tomar y que él, antes, acostumbraba a robar.

- Mido - nuevamente, los ojos de Midorikawa fueron a parar hacia los liláceos de su amigo - ¿alguna vez has pensado en el sexo?

La voz del joven sonaba especialmente melosa, sin embargo, Midorikawa fue incapaz de notar aquello.

Igual que tampoco notó el momento en el que una de las manos de Diam, en un movimiento rápido, preciso y sumamente delicado, se había colocado sobre su rodilla morena.

- ¿Te refieres a hacer el amor? - Diam le echaba una mirada lasciva mientras se lamía el labio inferior, si todo seguía acorde con su plan, ese día haría a Midorikawa suyo, le quitaría esa inocencia que tanto lo caracterizaba (aunque algunos, como Nagumo, llamasen a esa inocencia, idiotez extrema).

- Venga Mido, ¿acaso no sabes la diferencia entre los dos términos?

La mano de Diam se movía pausadamente delineando el muslo del joven que, estaba tan sumido en sus pensamientos que no se daba cuenta del cómo avanzaban las cosas a su alrededor.

Finalmente, negó logrando que la mirada de Diam se volviera aún más lujuriosa, pero sabía que tenía que andarse con cuidado porque, si algo sabía hacer Mido muy bien era huir de situaciones "incómodas", en el caso de que estuviera incómodo pero, Diam sabía perfectamente que, en su caso, no tendría ninguna posibilidad de hacer lo que quería con aquel chico que tanto le atraía. Quería ser el primero. Después lo desecharía, dudaba mucho siquiera que Mido buscase algo más, pero él estaba bastante seguro de que sólo quería una noche. Oír gritar su nombre, jadeos salir de sus labios a causa de las caricias que le quería proporcionar.

- ¿Quieres que te enseñe la diferencia?

Repentinamente, los ojos de Midorikawa advirtieron la presencia de aquella mano muy cerca de su entrepierna. La sangre subió a sus mejillas furiosamente, haciendo que él se levantase del sofá como si se hubiese sentado en un muelle.