Capítulo 2: El sol me arrastra

67 1 0
                                    

 Capítulo 2:

Rulos alborotados, ojos verdes tiernos esparcidos en su rostro. En este instante besaban mis labios lentamente sin apuro ¡por dios! Era… un completo extraño, todo esto es confuso. Inmediatamente me solté del agarre. 

Yo: ¿Por qué haces esto?.- susurro y le tiro una ligera bofetada, alrededor de mi rostro se forman expresiones que se limitan a contener mi sorpresa… debo admitirlo es demasiado lindo. Imito la pose de telenovela donde la protagonista se amarga dramáticamente. Muy irónico, yo soy la protagonista de esta.

X: Lo siento… de verdad lo lamento. Ha sucedido una confusión ¿podrías disculparme?.- me observo a mí misma y no escucho mis palabras, en casa jamás tuve una proximidad como esta, mis labios solo me habían servido para cosas básicas como alimentarme, y decir algunas palabras concisas aunque en estos pares de años no habían salido muchas. Después de su sorpresa no tardaron segundos en que él sobrellevase la situación ¿Un punto en contra? Mi limitación a decir las palabras exactas, finalmente salieron las suyas.-  En todo caso, déjame ayudarte con las maletas ¿cuál es tu vuelo?.- estaba tratando de enmendarse, su voz tenía un toque amical, quizá esté un poco asustado con mi confusión de expresiones sus disculpas eran sinceras, eso no tapaba las escasas e inexistentes, sus razones… de confundirse. No soy buena haciendo amigos pero aun así utilizo un boceto de agradecimiento, me contengo a dar ligeros “Disculpas aceptadas” a mí manera.

Yo: Lo puedo comprender. Debo irme el vuelo se me retrasa, mi manos lo hará… .- era rápido tenía las maletas en cada brazo y una sonrisa amable. Su cabeza se asoma a ver el adhesivo  de la maleta que indica mi vuelo y asiente de arriba abajo como si hubiera ubicado una pista.

X: Creo que compartiremos asiento, soy el asiento 19, ¿vamos? Se nos hace tarde

Yo: Gracias.- subo las escaleras con cautela, seguida de mis maletas y el extraño que las carga, ahora dueño de un par de dudas en mi cabeza.

Uno de la razones de mi inseguridad al comprar los boletos de avión era mi reacción ante el vuelo, siempre soñé con volar y sentir el aire pegado a mi piel, pero tal vez no sería así y termine devolviendo todo en el trayecto, me había asegurado de dejar el estómago vació por si sucediese, pero era muy confianzudo con mi ganas de gruñir por el hambre y aunque yo lo pudiese abstener, este no se silenciaría. Mi temor pareció volverse gigantesco cuando nos detenemos a mostrar los pasaportes en la puerta del avión, al parecer mi acompañante se acaba de dar cuenta y me mira, sus ojos lo entienden, se atrevió a ofrecer su mano como apoyo, me pregunta si me siento bien, asiento aunque quiero decirle que si necesito un mano que me sujete, solo por si me desvanezco no me veo  lejos de un ataque de desconocimiento visual  y algunas vueltas. Llegamos, me dejo caer en el asiento, es como estar en la barriga de un águila, al costado de su ala extendida exactamente, en otro momento estaría detenida poniéndome a pensar en cómo se sentiría estar dentro de una, si se siente estar encerrada de manera acogedora con lujos como lo estoy ahora pero el águila no tendría piedad en escupirme hacía afuera, así que mi temor pasa ahora a ser arrojada en un accidente de avión con remotas probabilidades de poder salvar mi vida, muy aparte debo estar preparada para descubrir mi miedo a las alturas porque para ningún pájaro volar había sido tan complicado, cierro los ojos de manera natural y siento que sin despegar ya volaba muy alto demasiado alto en un minuto mis alas se extendían y volaba y el otro instante caía en picada. Al abrir mis ojos me doy cuenta que los tengo concentrados en un punto fijo de la ventana del avión, y mi imaginación era solo unos segundos arrebatados de mi vida, gira mi dorso y encuentro dos ojos curiosos observándome, al parecer llevaba tiempo haciéndolo, él ya había acomodado  mis maletas y las suyas. No termino de explicarme como es que le confié mis pertenencias a un completo extraño pero algo en sus ojos me daban creditaje de que podía hacerlo, me lanza una sonrisa perlada así que atino a responder con otra de calma. No quiero que piense que los ratones me comieron la lengua, pero es que no estaba muy lejos de haberme quedado así por un tiempo , poner unos labios sobre otros y sentir calidez no era mi rutina después de todo No puedo luchar contra el sol, solo puedo observar con impotencia como me arrastra a un día que llevo temiendo meses. Y él es la primera persona a quien yo beso.

AdrenalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora