Desde el día que Gabi ingresó en el internado Ale supo que al chico nuevo le iba a costar su adaptación.Para ella era ya el 5 año en el Feeling's School y estaba acostumbrada a percibir en su propio cuerpo la tristeza de un recién llegado. En esta ocasión percibía algo más, algo que la hacía estremecer.
Quiso acercarse a él pero sabía que lo mejor era dejar que Gabi llorara sólo los 4 primeros días. Había que otorgarle su espacio porque nada ni nadie podrían ayudarle mientras él no asimilará su reciente estado.
Tiempo, eso era lo primero que Gabi necesitaba y ella lo sabía. Aproximarse a él de inmediato resultaba inútil, sólo conseguiría rechazo y Gabi se cerraría más consigo mismo.
Lo segundo que necesitaba era saber que no estaba sólo en su nuevo mundo. Un mundo distinto, un universo lleno de posibilidades al alcance de quién decida participar en ellas.
Por último enseñarle a vivir a oscuras, dicho así podría provocar lástima y más de uno haría un drama de ello, pero Ale no. Ella era cien por cien positiva, amaba incondicionalmente su vida e iba a dedicarle a Gabi el tiempo necesario para que él amara la suya con la misma intensidad y para que comprendiera que la ceguera era el menor de sus problemas para alcanzar la felicidad.
Respetó el tiempo de adaptación hasta que llegó el 5 día, se acercó a él y se sentó a su lado.
— ¿Quién eres? Nadie te ha invitado a sentarte aquí, ¿no? ¡Lárgate!—Estaba molesto, ¿porque no podían dejarlo tranquilo?
— ¿Me voy o te digo quien soy?— Esa respuesta a Gabi le gustó. Al menos esa chica no le hablaba como si fuera un cristal precioso que pudiera romperse, a diferencia de sus padres no parecía sentir lástima por él.
— Puedes decirme quién eres, pero después te piras — sentía curiosidad, pero su ánimo no estaba para charlar con nadie .
— Como quieras, me llamo Ale Sans — se levantó y le dio un golpe en el hombro— me voy, mañana volveré lo quieras o no, soy bastante cabezota—cuando se dispuso a andar él le habló.
— Espera, siéntate no me importa— Sorprendiéndose a sí mismo le pidió que se quedara, no sabía bien porque pero sentía la necesidad de estar cerca de esa desconocida, algo inexplicable después de pasar cerca de 3 semanas desconectado del mundo. Él prefería estar a solas, no tenía fuerza para disimular su amargura, su desesperación, su miedo. Sentía que su dolor contagiaba al que se le acercaba. Le molestaba percibir la lástima que él irradiaba hacia los demás. No quería dar pena , no lo soportaba. Lo mejor era alejarse encerrarse en su trágico destino sin salpicar con su mierda a nadie.
— Esta bien— Ale no dijo nada más. Volvió a sentarse junto a él y ambos permanecieron callados las siguientes horas.
No fue necesario romper el silencio para consolar su llanto. Ale dejó que les embriagara la sensación de paz y desahogo que les abrazaba. De vez en cuando Gabi suspiraba profundo, ese era un gran paso, se estaba desprendiendo con cada uno de esos suspiros, de un pedacito del odio que oscurecía su alma.
Cuando eso ocurría Ale tomaba su mano temblorosa y la apretaba con ternura, lo mejor de todo es que él se lo permitía. Ese paso, aceptar el contacto físico y las muestras de cariño, no era demasiado habitual en la primera semana de estar internado.
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Ale y Gabi, amor a ciegas . #WUp22016
Short StoryHISTORIA CORTA Cuando Gabi conoce a Ale en un centro para invidentes se da cuenta de que su vida a pesar de todo puede llegar a ser hermosa... Historia participante en El Segundo desafío utópico de @uutóptica .