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Su rodilla subía y bajaba innumerables veces. Estaba desesperándose, había perdido dos horas de clases por esperar los resultados de análisis de sangre y ahora había perdido más de cuarenta minutos esperando pasar a la cita con la ginecóloga... Además, el olor a lavanda con el que, al parecer, habían rociado toda la sala de espera le provocaba náuseas. Como si no fueran suficientes la prueba de embarazo positiva y los exámenes de sangre positivos, ahora los síntomas salían a flote con todo el poder requerido. Aguantarse el vómito y las ganas de gritarle a la secretaria para que dejara de mascar como cabra le estaba dando una gran migraña que no se quitaría por unas cuantas horas. Agradecida ser la única que quedaba, no soportaría ahí ni un minuto más.

Para desviar su mente de los fuertes olores vomitivos, se concentró en que le diría a sus padres... ¿Estoy embarazada?, ¿el imbécil con el que me acosté (que no es mi novio) tenía el condón roto?, ¿tuve sexo bajo influencias de alcohol, y drogas?, ¿salí a escondidas de casa para ir a una fiesta a la cual me prohibieron asistir?, ¡ninguna de esas excusas eran válidas!, sabía que era su culpa por haberse dejado emborrachar por sus amigas, pero en su defensa, no sabía que Matthew Jordan iba a estar tan ebrio como para romper el puto anticonceptivo. Era otra cosa en la que debía pensar: ¿cómo decirle al tipo popular y engreído de Matthew que estaba esperando un hijo suyo?, era tan hijo de puta que se reiría en su cara antes de mandarla a la mierda y vaya que se arrepentía de haberse metido con él, pero no podía negar que estaba jodidamente sexy. Tal vez si le mandaba un mensaje se lo tomaría con más seriedad... Oh vamos, él era como un pequeño de seis años, por supuesto que no tendría seriedad por medio de un mensaje de texto. Sólo esperaba que ni Danielle ni Sophia se atrevieran a abrir la boca con Matt o con sus padre porque ahí si, se vendría todo abajo sin tener un plan.

- Hey, niña bonita... - Priscilla se sobresaltó al oír (nuevamente) la voz chillona de la mujer detrás del escritorio, la sacó bruscamente de sus pensamiento cuando finalmente el olor a lavanda había desaparecido. - Mueve tu lindo trasero hacía el consultorio, ya puedes pasar.

Hubiese respondido al comentario tan agresivo de no haber sido por la mujer embarazada que salía del consultorio junto al que seguro era su novio, esposo, amante, lo que sea, padre del hijo que claramente estaba a pocos días de nacer. Mientras ellos iban a pagar con la desagradable cuarentona, ella se puso en pie y se dignó a entrar a la habitación impregnada del repugnante olor... En definitiva ahí estaba más que concentrado el maldito olor. ¿Acaso vaciaron todo el aromatizante en el consultorio?

- ¿Te sientes bien? - sin duda alguna el olor no importó mucho al escuchar la voz masculina.

Desvió su mirada hasta de dónde provenía aquella voz y si, pudo confirmar que era un hombre y no una mujer como el cartelito en la puerta prometía.

- Tú no eres la doctora Rosè. - señaló con desconfianza, provocando que una leve carcajada saliera de aquel hombre con bata blanca.
- No, por supuesto que no lo soy... Siéntate. - con su mano indicó la silla frente al escritorio médico mientras él tomaba una tabla de ahí. - Eres Priscilla Leighton, ¿correcto? - cuestionó revisando el formulario que hace muchos minutos ella había llenado.
- Si, sabe que doctor... - hizo las últimas sílabas más largas de lo previsto al recordar que no sabía su nombre.
- Keene, Charles Keene. - ah, claro, eso lo explicaba todo. Hijo de Rosè Keene, con la que se suponía tendría la cita según los idiotas del laboratorio.
- Doctor Keene, mi cita era al parecer con la que yo considero su madre, discúlpeme si me equivoco, lo que dudo realmente. Prefiero cambiar hasta cuando ella se encuentre disponible. - él se sentó en su silla giratoria y sonrío con suficiencia mientras dejaba los papeles en el mueble.
- De acuerdo, entonces esperarás cuatro meses para tu cita. Resulta que mi madre tiene proyectos en Cuba, por lo que pasará allá esos cuatro meses y sinceramente, por lo que me enviaron del laboratorio de sangre, para entonces ya tendrías dieciséis semanas de embarazo aproximadamente. Si no deseas que yo te realice el control me temo que es necesario que si busques a otra ginecóloga, porque estar sin revisiones en el embarazo es riesgoso tanto para ti, como para el feto que llevas ahí dentro. - con su dedo índice hizo un círculo imaginario apuntando al vientre plano de la joven castaña.
- ¿Sabe qué?, tiene razón, debería buscar otra ginecóloga... Perdón por hacerle perder su tiempo. - está con la disposición de salir, pero él la detuvo:
- Srta. Leighton ahórrese el desagrado de pagar por esta inservible plática de cinco minutos y el tiempo perdido al buscar a otra buena ginecóloga, porque le aseguro, Rosè Keene es la única en la ciudad. Los otros son viejos amargados y tal vez pervertidos que la incomodarán... Siéntese y déjeme realizar los exámenes como naturalmente lo hago.

Priscilla pudo haber dicho no gracias y regresarse a su casa para buscar en internet más ginecólogas disponibles, pero sabía que Rosè era la única de confianza que podría encontrar, varias mujeres le habían dicho alguna vez que otros ginecólogos solo sacaban dinero y hacían su trabajo realmente mal... Además, no quería un examen, quería revisar sus opciones porque si de algo estaba segura, era que no quería tener a ese bebé. Así que tomó asiento, ignorando la sonrisa victoriosa que el doctor le brindo.

- Muy bien... - murmuró tomando nuevamente la tabla con el formulario en sus manos junto con una pluma por si necesitaba agregar o corregir algo. - Tienes diecinueve años, no eres alérgica a ningún medicamento, tienes casi siete semanas de embarazo, no hay antecedentes con enfermedades que pueda a afectarte ahora, no hay intervenciones quirúrgicas de riesgo y cargas tu propia pluma de tinta rosa en tu bolso... - a lo último acompañó un vistazo de lo que anteriormente había escrito. - Interesante.
- La pluma que su agresiva secretaria me brindó, no pintaba y tuve que sacar la que utilizo para los apuntes en la universidad. - pudo jurar que le pareció gracioso su respuesta, pero él no dio señales de una sonrisa de burla.
- ¿Dónde está el padre de tu hijo? - en el infierno, tal vez.
- Él... Es un hombre ocupado. - una mentira piadosa no le haría daño a nadie. - Y sinceramente yo también, así que le diré lo que quiero. Quiero que me informe sobre la opción de la píldora de aborto.

Y eso, llamó la atención del doctor lo suficiente como para dejar de leer cualquier cosa que tuviera en frente y pasara sus ojos a los de ella, quien se encontraba tranquila y decidida.

- Píldora de aborto... ¿Sabes qué es eso? - ella ignoró el posible insulto y con seguridad respondió.
- El nombre es más que noble al aclararlo, pero si quiere más... Es la píldora que me evitará problemas en la vida perfecta que tengo hasta ahora. - Charles quiso reír por lo ridículo que le había parecido el comentario pero se encontraba muy molesto como para hacerlo.
- Escucha... No voy a darte la píldora de aborto, lo siento. - dejó la tabla de nuevo en el escritorio y se dejó ir hacia el respaldo de su silla.
- ¿Perdón?, le estoy pagando, o mejor dicho, le voy a pagar para que me de lo que quiero. - él negó.
- No es lo que quieres. - Priscilla elevó ambas cejas con sorpresa.
- Usted no sabe lo que quiero, yo sí. Quiero la píldora. - repitió casi separando las palabras por sílabas.
- Escucha... - se inclinó, apoyando sus antebrazos en la madera del mueble y entrelazando sus manos. - La píldora o cualquier tipo de aborto, además de ser ilegal es un peligro. Trae consecuencias...
- Que correrán por mi cuenta. - interrumpió con molestia.
- ¿Qué tan arruinada estaría tu vida sin tuvieras a este bebé? - cuestionó realmente interesado en la respuesta.
- Tengo diecinueve años, mis padres son empresarios adinerados que lo último que esperan que su hija menor tenga un bebé, estoy comenzando mis clases en la universidad y no pretendo dejar mi vida por la de él. O ella. O lo que sea... - y seguía sonando patético para él.
- Un bebé no te arruina la vida... - continuó, desesperándola.
- ¿Usted qué sabe?, ¿cuántos años tiene?, ¿veinticinco? - Charles suspiró con pesadez.
- Veintiocho y es mi trabajo saber que un bebé no es un error en la vida de las personas. Mira... La píldora trae efectos secundarios... Sangrado excesivo, náuseas, mareos, dolores de cabeza, inestabilidad de la menstruación, cosas que una mujer puede soportar pero que no es bonito. Además de eso, le quitas la vida a un ser humano... Aunque no lo quieras creer, toda mujer cuando comienza un embarazo empieza a ver el mundo maternalmente y te aseguro que asesinar a tu hijo te puede traer traumas más adelante. Corres el riesgo de no tener más oportunidades de quedar embarazada, o de dañar tu útero o algo más. - esperó un momento para ver si ella se oponía pero no lo hizo. - Te realizaré los exámenes como comúnmente lo hago, te realizaré el ultrasonido transvaginal y confirmando que tienes el saco amniótico, es decir que si hay un feto en tu vientre, te daré la fecha para la próxima cita. También te daré el número de un ginecólogo obstetra que realiza abortos de cualquier manera que desees, ya sea clínico y con píldoras. Tu decides si le pones fin a tu embarazo o lo continuas...

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2016 ⏰

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