Todos los días, a la hora del atardecer, siempre se sentaba en el banco situado cerca de la esquina de la Gran Plaza Central. Lo único que hacía era pensar en los sueños que alguna vez se cumplieron, que alguna vez fueron destrozados.Simplemente observaba el pasar de las personas, pero lo que más le atraía de ese montón eran un par en particular.
Los primeros años solía pedir limosna bajo el atardecer, aunque en realidad su propósito era llamar la atención de alguna forma de aquellas personas que en un pasado habían formado parte de su vida; y que ahora no hacían nada más que ignorar su presencia.
Dada la situación que se repetía día a día, se rindió, diciéndose para si mismo que ya era tarde para recuperar eso que fue tan importante, eso que perdió por tan solo una mala decisión.
Por esa razón, desde aquel entonces, no hace más que sentarse en ese banco cuando da el atardecer, para recordar esa dulce nostalgia; anhelando volver al pasado, específicamente a esa noche de Abril, justo antes de aceptar esa oportunidad de cumplir su más grande sueño, para rechazarlo.