El Caimán

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- ¡Corre! - grité.

- ¿Por qué? - preguntó mirando a su alrededor.

- ¡Tú corre! - afirmé.

   Mientras íbamos por la alcantarilla le fui dando explicaciones.

- ¡Vale, tú simplemente sígueme! ¡Ahora mismo hay un caimán siguiéndonos, y es enorme; era de unos diez metros de largo! - dije entre zancada y bocanada de aire.

   Diez minutos después, nos detenimos en una esquina mirando a nuestros alrededores. Intenté hacer el menor ruido posible al respirar, pero apenas cogía aire.

   Lara me agarró el hombro y me estampó contra la redonda pared. Me salió un pequeños gemido de dolor y cuando me dispuse a hablar comentó lo siguiente:

- Hay algo en él agua. Pequeño y deforme. ¿Crees que es él o son peces?

- Cambia la p por la h.

   Una sonrisa se dibujó en mi rostro al escuchar su leve carcajada.

- Hay una escalera al otro lado de la alcantarilla. Salgamos antes de que nos encuentre.

- Vale, pero creo que ya es demasiado tarde.

   Lara se giró inmediatamente y su rubio largo pelo acaricia mi cara. Vio a la bestia caminando de un lado al otro, cerca de la escalera, como si nos estuviese esperando para que seamos su cena.

- Esto... ¿Tampoco se está tan mal aquí, no?

   Me fulminó con la mejor mirada asesina que tenía. Escuché un chapoteo a mi izquierda y vi a la gigantesca fiera buceando hacia nosotros. El alma se me calló a los pies. Era ahora o nunca.

   Lara ya se había adelantado. La vi subiendo las escaleras y grité:

- ¡Espera!

   Apoyé la pierna izquierda y con la otra me impulsé saltando por encima del agua. Pero en ese momento el animal saltó una altura inimaginable mordiéndome la pierna. Me agarró con fuerza clavándome sus afilados dientes en la piel. Me agitó como si fuese una juguete de mascar. Luché todo lo que pude; puñetazos, patadas, gritos... Estaba claro que no saldría de ahí con vida. Me dejé llevar por la bestia, cuando cerraba los ojos se iba el dolor. Una parte de mi decía que debía luchar que no me rindiera, la otra me acariciaba y susurraba lo contrario. Iba a hacerle caso a la segunda voz. Morir para que se acabe el sufrimiento.

   Pero justo antes de dejar este mundo me vino una imagen de Lara. No podía hacerlo, debía luchar.

   Agité la cabeza de un lado a otro y volví a la realidad. Sin pensármelo dos veces alargué el brazo hasta agarrar el ojo del caimán. Cerré bien el puño y de un solo movimiento se lo arranqué. 

   Mi posible asesino salió huyendo, se zambulló entre la porquería y desapareció.

   Recordé lo que me hizo, me miré la pierna y grité de dolor. Vi a Lara acercándose entre llanto y sollozo, se le veía muy asustada. Aguantando el infierno al que me presentaba coloqué mi mano en su hermosa mejilla y le susurré:

- Mira lo que tengo.

   Abrí la otra mano y le enseñé el ojo de aquel animal. Ella sonrió.

La visión se me nubló y me desmayé.

Aquel día fue inolvidable, perdí una pierna pero tengo un ojo de caimán.

- ¡Guau abuelo! ojalá me hubiese pasado lo mismo a mí.

FIN.
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⏰ Última actualización: Dec 12, 2016 ⏰

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