Kuroo

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Con ustedes, otro fic que tenía sin terminar desde hace meses y que hasta ahora pude publicar. Espero les guste este primer capítulo, así como los siguientes. 

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Corría a todo lo que daba pero por más que se esforzaba, sus piernas no avanzaban tan rápido como quería. Se había distraído y cuando se dio cuenta el crepúsculo estaba por terminar. La luna llena comenzaba a hacerse presente y eso representaba un gran problema. Debía llegar antes de que se posara en su punto más alto, antes de que fuera demasiado tarde.

Dio vuelta en una esquina y visualizó su destino. Abrió la puerta y entró a la casa sin molestarse en quitarse los zapatos. Había llegado pero eso no le garantizaba nada. A pasos acelerados se acercó a la habitación y entró.

—¡Kei! —Gritó.

El menor se encontraba sentado en el suelo y recargado en su cama. Su rostro de dolor le indicó que ya estaba iniciando.

—Ku... Kuroo-san —Habló entre jadeos mientras sus manos se aferraban a las sabanas —Duele —Cerró los ojos con fuerza. Podía sentir el terrible malestar que lo quemaba por dentro.

—Está bien, está bien —Sintió alivio al encontrarlo. Se acercó a él y lo abrazó —Estoy aquí.

—Kuroo-san... por favor...

—Tranquilo Kei. No tienes nada que temer —El menor negó con la cabeza.

Kei jadeaba. Se encontraba completamente exhausto. El dolor había llegado de la nada y el miedo inundaba su cuerpo. Era consciente de que algo no muy grato estaba por suceder. Se aferró a la espalda del mayor, le rogó que no lo soltara, clavó sus uñas con fuerza y después de varios minutos de intenso dolor, se detuvo. Sus manos cayeron a los costados y su cabeza se recargó en el pecho del mayor.

En ese momento Kuroo estaba al pendiente de él. Su siguiente reacción era importante para saber qué hacer. Poco a poco la respiración del menor se fue normalizando. Tsukishima lo abrazó con suavidad. "Muchas gracias" dijo Kei y eso le informó que estaba bien, pero al escuchar "Tetsuro" salir de sus labios se alarmó. Intentó actuar pero ya era tarde. Un golpe en el rostro lo dejó inconsciente. No sin antes ver esa cínica sonrisa por parte del menor.

Al despertar se encontró la habitación a oscuras. El brillo de la luna mostraba las cobijas de la cama revueltas y unos lentes adornando el suelo le informaron que Kei había perdido la batalla. Con esperanza decidió buscarlo por toda la casa... vacía. Miró su teléfono, había estado inconsciente media hora. Media hora crucial.

Marcó al teléfono de Kei pero no contestó.

Desesperado buscó entre las calles más solitarias y oscuras de Tokio. Entró a cada bar y amenazó todo pandillero que se encontraba para que le dieran información. Su imprudencia en ese estado lo ponía en constante peligro y debía encontrarlo antes de que hiciera alguna estupidez de la cual pudiera arrepentirse.

Conforme el tiempo avanzaba su desesperación se hacía más evidente. Cuando estaba por perder la cabeza, sus ojos lo encontraron a la distancia. Se alegró al verlo a salvo pero la repugnancia invadió su estómago cuando se percató que no estaba solo. Un hombre lo acompañaba. Llevaba un traje de marca y caminaba junto al menor mientras acariciaba su espalda baja con discreta lujuria.

—¡Tsukishima! —Se acercó a ellos mientras gritaba su nombre.

El menor volteó, se percató del enojo que emanaba y sonrió con burla.

— Vaya, vaya —Entornó sus ojos —Pero miren que gatito callejero me he encontrado.

—Ya es muy tarde —Habló con frialdad —Es hora de volver.

1 Cuerpo, 2 AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora