Tsukishima

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Un capítulo más y habremos terminado.

  —  


—Kei —le habló su madre con ternura—, ¿Te sucede algo?

El pequeño no respondió y siguió concentrado en su libro.

—Hijo —esta vez habló su padre—, si estás enojado puedes decirnos.

—No lo estoy —le dio vuelta a la hoja.

—Pero algo te sucede —le quitó el libro con cuidado.

—¡Oye!

—No estás actuando normal.

—Estoy actuando como soy —se cruzó molesto de brazos.

—No cariño —su madre acarició su cabello con preocupación pero él se apartó de su mano—, no eres así.

—Sí lo soy —frunció el ceño enojado. ¿Qué acaso no podían aceptar la verdad?

— Este no eres tú.

—¡Claro que sí! —gritó.

—Tranquilo hijo.

El pequeño desvió molesto la mirada.

—Hijo —intervino su padre—, ¿Seguro que estás bien?

—Cuantas veces tengo que decir que sí para que me dejen en paz —soltó con agresividad.

—Kei...

—¡NO, YA BASTA! —se levantó de su asiento—. ¡¿Por qué no pueden comprender que este soy yo?! ¡¿Por qué diablos tengo que comportarme como Kei?!

—¿Comportarte como Kei? —preguntó su madre confundida—. Pero que cosas dices cariño.

Su hijo bajó la mirada y soltó una pequeña risa.

—Esto es patético —susurró antes de subir las escaleras, meterse a su habitación y cerrar la puerta con seguro.

Tsukishima haciendo caso omiso de sus padres pare que abriera, se dirigió al espejo y se contempló con molestia.

—Esto es patético —volvió a repetir—. Ellos son patéticos —dirigió la vista hacia la puerta donde estaban sus padres para después volver a mirarse en el espejo—. Pero tú eres el más patéticos de todos —entornó los ojos con molestia—, Kei.

¿Cuándo se percató de la realidad en la que se encontraba? ¿Cuándo se dio cuenta que él no era más que un invasor en ese cuerpo? Desde que tenía uso de razón, pero nunca le dio importancia.

Cada que era libre se limitaba a estar en su habitación e ignorar a quien le hablara. Todo estaba bien hasta que con el paso del tiempo, sus padres se fueron dando cuenta del comportamiento de su adorado y cariñoso hijo de cinco años.

Al día siguiente Kei despertó y soltó un gran bostezo.

—Hey, buenos días amiguito —le habló a su peluche en forma de dinosaurio.

"Por favor no hagas eso, te ves lamentable"

Y ahí estaba de nuevo. Otro día que pasaba y otro día viviendo como un simple espectador. Observando las acciones que eran realizadas sin su consentimiento, escuchando su voz tan parecida a la suya pero más cariñosa. Otro día viviendo una vida que no era suya.

Kei bajó las escaleras y sus ojos brillaron mientras se dirigía hacia la persona que se encontraba en la cocina.

—¡Mamí! —la abrazó con cariño—, buenos días.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2016 ⏰

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