Prefacio

395 29 16
                                    


Prefacio

—Mamá, no quiero que te inmiscuyas en la educación de mi hija. Por favor. Ella no irá con ese grupo de..., fanáticos. Así que deja el tema. No quiero saber que le estás hablando de ello, no quiero que ella venga a contarme de esas cosas tan absurdas —murmuraba con la voz cargada de ira. Odiaba la sensación de no tener el control, no le gustaba nada de lo que su madre le decía a su pequeña, no quería que ella creciera creyendo estupideces como esas.

La anciana suspiró y sus ojitos rebosantes de sabiduría, lagrimearon. Le dolía la indiferencia de Meredith, ella no la había educado de esa manera.

—Está bien, cariño —sollozó y limpió con sus pulgares arrugados el manantial de gotas que caían sobre sus pálidas mejillas —. Recuerda que a pesar de que indirectamente lo estés rechazando, aún te ama.

La mujer volcó los ojos y respiró profundo. Amaba a su madre y le dolía verla llorar, pero no iba a permitir que su bebé creciera creyendo algo que no tenía lógica. Por ahora, solo eso le importaba.

—Adiós mamá.

****

Cuatro años después

— ¡Cumpleaños feliz, te deseamos a ti, cumpleaños querida Kassi, cumpleaños feliz! — La señora Cleveland cantaba con sumo regocijo celebrando el décimo aniversario de vida que tenía la luz de sus ojos. Le había preparado un pastel de chocolate y lo había rellenado de caramelo como tanto le gustaba. Sabía que estaban pasando por un momento difícil y que su niña no tenía deseos de hacer nada. Su abuela había fallecido hacía tan solo una semana y el dolor aún quemaba sus entrañas —. Vamos nena, sopla la vela.

La chiquilla sonrió con tristeza y se preguntó qué diría su abue si la veía tan decaída el día de su cumpleaños. Recordaba que a ella siempre le gustó su sonrisa, hacía lo imposible para que mostrara sus pequeños dientecillos y le cantara una canción.

Una lágrima se le escapó y sopló la vela.

—Oh mi amor, no llores —su madre la acobijó entre sus cálidos brazos y ella lloró con más fuerza. ¡La extrañaba tanto! Adoraba las historias que le contaba, esos milagros de los que hablaba, el cariño que le demostraba cada vez que la tenía cerca—. Mira, la abuela te dejó un regalo. Era su diario, me dijo que te lo diera.

Impresionada, la rubia tomó el cuaderno viejo y gastado y lo hojeó con evidente alegría. Su corazón dio un brinco y la emoción la elevó al tercer cielo sin siquiera proponérselo, ya tenía algo de su nana y con eso la iba a llevar en su mente para toda la vida.

—Gracias, má.

Querida Kassandra,

Es posible que cuando tengas esto en tus manos, yo ya esté con mi Señor. Quizás no entenderás ahora, pero pronto lo harás.

Quiero que conozcas de una persona que dio su vida por ti y que te ama a pesar de todo. Que te cuida desde el cielo y que nunca te va a dejar.

Te hablo de Jesús, mi cielo.

Leyó con suma calma la primera página que le había escrito su tata y frunció el ceño. ¿A qué se refería? No la entendía, ella casi no había escuchado nada sobre ese hombre, sin embargo, de lo que sí estaba segura era que su mami no podía ver el diario. Se enojaría si se daba cuenta que hablaba sobre Jesús. Quizás se lo quitaría. Ella odiaba a ese señor, en su pequeña cabecita no comprendía que le había hecho. Suponía que debía ser algo fuerte porque cuando lo mencionaban, Meredith se enojaba muy feo y la asustaba. Incluso echaba a unos señores que la invitaban a conocerlo.

No obstante, por su parte, tenía curiosidad. Según su abue, no parecía mala persona.

****

Un año después

—Kassandra Cleveland, te prohíbo terminantemente ir a la iglesia, mencionar las burradas que acabo de oír y juntarte con esas mocosas que solo parlotean sobre lo que sus ignorantes padres dicen. ¿Está claro? —rugió la mujer encolerizada. La muchacha se asustó y asintió repetidas veces.

Estaba temblando. Su madre la había descubierto mientras platicaba sobre ese Dios que su tata le había enseñado en ese maravilloso cuaderno. Estaba demasiado entretenida con su amiguita cuando Meredith había entrado al cuarto convertida en una furia y le había gritado.

Una gotita cayó y arrastró a otra..., y pronto, un manantial bañaba la rojez de su rostro. Se dijo que por más que le doliera, debía olvidar a su querido Dios. Solo le había traído problemas y ella era muy chiquita para estar lidiando con eso. Además a su mami no le gustaba y ella ya no la quería desobedecer.

.....

Esta historia es parte de mi. La amo, espero que ustedes le den una oportunidad. 

Gracias por estar aquí.

Déjenme saber su opinión.

Ross fuera.

Rayo de luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora