Amor de locos

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Pareja: Wolfyuu.
Advertencia: Lemon, +18, sexo explícito.

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Había pasado un tiempo desde que las cosas entre Yuuri y él dieron un gran giro inesperado. El tiempo corría rápido y dos meses eran casi tres.

Wolfram estaba acostumbrado a las sesiones de pintura con modelos. Desde temprana edad se interesó por las artes y se vio estimulado por la aceptación de su familia. Así como tenía el poder económico para tener las mejores pinturas a su alcance, siempre tuvo también las oportunidades de experimentar con lo mejor de lo mejor. El modelo vivo no se compara con ninguna otra referencia que uno pueda tener.

Fueron pocas las oportunidades en las que había podido pintar alguna vez a Yuuri. Una al poco tiempo de conocerse, no muy placentera por la poca aceptación de su estilo abstracto, y otra tiempo después, que tampoco había salido muy bien porque durante un descanso su modelo termino escapando por la ventana para ir al campo de béisbol. Había sido muy decepcionante.

Nunca más pudo volver a convencerlo, y el resto de la historia incluía una etapa en la cual la relación entre ambos no solo no llegaba a buen puerto, si no que se hundió el barco. Pero ahora todo era diferente.

Mientras daba unas pinceladas sobre el lienzo recordó antiguos sentimientos. Había sido una de las peores etapas emocionales de sus últimos años. No sabía si decir de su vida, ya que era una persona que afrontó varios momentos difíciles y vivió demasiadas aventuras para comparar un desamor con la muerte y los campos de batallas. Había sensaciones que podía comparar y que no, pero no solía desperdiciar su tiempo lamentándose por el pasado, solo que últimamente se sentía tan apegado a Yuuri que no podía dejar de comparar su situación actual con lo que poco tiempo atrás había sido un desastre.

Decir que era feliz era poco. Tenía todo lo que podría desear viéndolo desde fuera. Una familia más unida que nunca, con sus hermanos bajo el mismo techo y su madre libre y feliz como siempre hubiese querido verla, una pareja estable, y una hija adorable que no paraba de crecer a pasos agigantados. Su única preocupación era vigilar a Greta, la chica humana que quemaba etapas demasiado rápido para lo que él podía procesar. Su mayor temor era tenerla parada en un altar antes que él mismo.

Pero no podía dejar de recordar lo mal que la había pasado por momentos. Contrastando con esa felicidad volvieron a aflorar pensamientos tristes de un tiempo en el que estas pinturas no eran más que un desahogo para su corazón despechado antes que algo que disfrutar. Se le hizo un nudo en la garganta y su estómago dio un ligero vuelco. Estaba pensando demasiado en cosas que ya no venían a cuento. Levantó la vista y vio que Yuuri lo observaba fijamente. Ojos negros, profundos y brillantes, pero la seriedad de su rostro lo diferenciaba del chico alegre que solía ver siempre. El nudo de la garganta se le apretó un poco más. Se sintió profundamente vulnerable ante esa mirada. Si Yuuri fuera capaz de leer su mente, o sus pensamientos más profundos, sería peor que estar desnudo físicamente.

De repente volvió a la tierra dejando de lado sus cavilaciones. Su actual pareja posaba quieta en el sillón como le había pedido, con su mirada seria pero que no reflejaba aburrimiento. Normalmente Yuuri se distraía y cambiaba las posiciones, cosa que le hacía comenzar a reprochar, pero en este momento debía de estar pensando en algo porque se mantenía concentrado. Como no dejaba de mirarle fijamente de esa forma tan particular se dio cuenta enseguida de que se trataba.

Yuuri usaba una camisa negra desabotonada y un pantalón negro a juego, el tipo de ropa que a Wolfram más le gustaba, y por la cual el rey tenía su fama, la ropa noble por excelencia para un Maou a su altura. Estaba recostado de lado con una mano sosteniendo la cabeza y la otra apoyada a la altura de sus caderas de una manera que Günter hubiese desfallecido al verlo. Wolfram siempre ideaba poses para cada ocasión, y esta vez había apostado por algo más osado y cautivador, pero nunca vulgar. Yuuri tenía clase, aunque el parecía continuar sin aceptar sus cualidades atractivas, su inocencia también era en parte linda.

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